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Afanas Jerez celebra sus 50 años de existencia trabajando para mejorar la calidad vida de las personas con discapacidad intelectual y favorecer su inclusión social.

Una hucha. Esa es la culpable de que hoy en día personas con discapacidad intelectual vivan dignamente y sean consideradas lo que son: personas. Todo comenzó hace 50 años. Familiares de los entonces llamados “subnormales” salían a la calle con esas huchas solicitando la ayuda de las sagas poderosas. Reivindicaban a los servicios sociales de los ayuntamientos la inclusión de estas personas en sus planes, que los médicos informaran a los padres y se les diera un diagnóstico aproximado sobre el recién nacido, la creación de centros educativos, un censo de niños con discapacidad que no estaban escolarizados… Todo eso sucedió casi simultáneamente en toda España.

Así nació Afanas Jerez. “Y comenzó a no ser lo normal que estos niños permanecieran en casa. La administración, de la mano de las asociaciones, fue articulando la cartera de servicios”, explica Gema Fernández, directora y gerente de Afanas Jerez. Más tarde se han impuesto los requisitos para que estos centros estén adecuados y las administraciones públicas concierten las plazas.

Una de las usuarias es la hermana de Esther. Natural de Burgos, vive en San Fernando desde hace 30 años. Su hermana, de 58 años, padece una discapacidad psíquica, oligofrenia leve y crisis epilépticas graves, por lo que se encuentra en silla de ruedas y requiere una atención continua. En Burgos también se encontraba en un centro, pero cuando sus padres y demás familiares murieron Esther solicitó su traslado para que estuviera cerca de ella. “Allí estaba muy integrada y le costó venir”, recuerda.

Ocupa una de las 23 plazas de la residencia para personas gravemente afectadas, 21 de las cuales están concertadas. La unidad de estancia diurna tiene 18 plazas acreditadas de las cuales 16 están ocupadas, pero todos los beneficiarios disfrutan del centro de estancia diurna. Esther asegura que el clima de aquí es un factor muy positivo aunque “la atención de los cuidadores es muy parecida, sólo que en Jerez es un poco más personalizada, favorecen mucho las cosas que a ella le gustan o que a mí me gustan para ella”.  

Siempre que puede la visita, se la lleva los días que no trabaja y también de vacaciones a su tierra. Si no existiesen asociaciones como Afanas Jerez, afirma, "no podría cuidarla todos los días, no podría ir a trabajar". Necesitaría una o dos personas todos los días para que cuidase de ella y económicamente no se lo podría permitir. “Aunque eso pudiese cubrirlo, ella no solo necesita eso. Lo más importante es que aquí se relaciona con otras personas, realizan actividades pedagógicas, van a la piscina...", añade.

Mari Paz Antequera, es la educadora y se encargada junto con el personal de atención directa y el grupo de apoyo de realizar los planes de apoyo personalizado. Parten de una metodología basada en la persona. “Intentamos conocer los gustos y las preferencias de cada persona, porque tienen necesidades de apoyo pero no por ello dejan de tener sus gustos y tienen derecho a poder elegir”. De eso son conscientes los familiares de los usuarios. “En una de las salidas el monitor le probó unos zapatos de tacón porque a ella le hace ilusión y ni yo sabía eso”, cuenta Esther.

Gema Fernández, directora y gerente de Afanas Jerez desde hace diez años, se emociona. “Para mí son mi familia. Esto no es una empresa con ánimo de lucro. Esto te engancha o no te engancha”, manifiesta. Varios de los beneficiarios no tienen familia. La mayoría de ellos proceden de El Madrugador, un antiguo psiquiátrico de Jerez ya clausurado. Cuando se cerró fueron incorporados a diferentes instituciones como Afanas Jerez. A ellos nadie les va a visitar, ni se marchan de allí a celebrar la Navidad, por ejemplo. Pero jamás están solos. “Los Reyes vienen aquí, y yo me levanto, desayuno corriendo y vengo; tengo esa costumbre. Mis hijos pueden desenvolver los regalos ellos solos”, declara la gerente.

Para todos los que dedican su tiempo y sus ganas a los residentes y usuarios del centro de día resulta gratificante ver que lo que se plasma en el papel, "con mucho esfuerzo", se lleva a cabo. “A lo mejor, de las ocho necesidades que se plantean en el programa para una persona alcanzan una o dos; ya eso es una satisfacción tremenda”, afirma pletórica Antequera. Otra de las líneas de trabajo son las familias, las cuales mantienen contacto entre ellas a través de diferentes actividades y encuentros. “Es positivo porque de esta forma tienen la posibilidad de apoyarse y de pasarlo bien en un ambiente que les une”, explica Fernández.

Pese a los avances logrados, muchos desde que salieran a la calle esas primeras huchas, queda mucho por recorrer. “Aún luchamos porque la inclusión en la sociedad sea plena y que podamos –se incluye- caminar por la calle sin que nos miren como a extraños o no se quieran sentar a nuestro lado. Pero ese cambio lo estoy notando yo desde fuera”, dice Mari Paz Antequera, educadora de Afanas Jerez.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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