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Cualquier pequeño pueblo, mediana o gran ciudad conserva su plaza mayor en perfecto estado de revista para que luzca como privilegiado escaparate para el vecino y el visitante. Ay, plaza del Arenal. Si hubo un tiempo en el que la plaza del Arenal era considerada el salón noble de Jerez, la realidad a día de hoy del epicentro de la ciudad dista mucho de nada parecido. La plaza mayor jerezana es actualmente un compendio de mal gusto, cutrerío hostelero (salvo raras excepciones), ofertas low cost por doquier y dejadez en su mantenimiento.

El céntrico enclave acoge estos días el desembarco de una nueva franquicia de precios agresivos, Mercado Provenzal, para avivar la batalla por la cerveza de saldo (frente al imperio del grupo Restalia: Sureña y 100 montaditos), mientras otros negocios de restauración del entorno sobreviven contribuyendo en muchos casos a la deteriorada imagen que arrastra el Arenal desde unos años a esta parte.

Mientras el gobierno municipal anda empeñado, según ha sabido LVDS Jerez, en desalojar con carácter definitivo el carrusel que hay instalado en una de las esquinas de la plaza alegando que ésta "no puede estar ocupada una y otra vez", hace caso omiso a la aplicación de la ordenanza municipal reguladora de la instalación de terraza de veladores que el propio 'ejecutivo' de la alcaldesa María José García-Pelayo aprobó en el pleno de julio del pasado año.

El hecho de que el PP directamente pase de complicarse aplicando una ordenanza que prevé sanciones de hasta 3.000 euros por infracciones muy graves no ayuda a mejorar la imagen y la armonía estética de un enclave estratégico que es paso obligado para los visitantes de una ciudad que quiere vivir fundamentalmente del turismo. Y si achacable es la pobre imagen que ofrecen algunos negocios, no menos es la dejadez en cuanto a conservación que presenta la fuente, los jardines que decoran (antes, al menos) la misma, y el conjunto escultórico de Mariano Benlliure. Entre pizarras, rótulos de grandes dimensiones que 'decoran' caóticamente el enclave, las palomas 'acosan' al siempre controvertido pero icónico monumento ecuestre del general Primo de Rivera. Además uno observa que los chinos del empedrado de la plaza son un ir y venir, reventados. Solería negrísima, con suciedad incrustada desde hace años, y macetones huérfanos de vida vegetal.

La referida ordenanza municipal es taxativa: "Se prohíbe la colocación en las terrazas de vitrinas frigoríficas, máquinas expendedoras de productos, máquinas de juegos y similares. De igual forma, no se permitirá la colocación de mostradores (...) u otros elementos de servicio para la terraza en el exterior, debiendo ser atendida desde el propio local". Tampoco se permite "durante el ejercicio de la actividad no se permitirá almacenar o apilar productos, materiales, residuos propios de las instalaciones o los mismos veladores fuera de los inmuebles o locales", así como tampoco se permitirá "la instalación de equipos audiovisuales ni las actuaciones en directo, salvo autorizaciones específicas para determinados eventos y en fechas determinadas". Poco o nada de lo anterior se cumple.

El feísmo del edificio de los sindicatos se mezcla con una esquina de calle Armas donde prácticamente cabe todo: desde neveras de helado hasta parada de coche de caballos casi en el paso de peatones. Todo junto a enormes cartelones que anuncian tapas, platos combinados, paellas, pastas... Guirilandia de baja estofa. El portavoz del gobierno local, Antonio Saldaña, aseguraba el año pasado por estas fechas que "se tomarán las medidas necesarias", pero "poco a poco". Y tanto.

A todo esto se suma el progresivo desembarco de las franquicias low cost. La última en aterrizar se llama Mercado Provenzal y presume de servir la cerveza más barata de España: caña a 40 céntimos. Es su principal arma para hacer frente a Restalia, propietaria a escasos metros de La Sureña y, ya en calle Lancería, del archiconocido 100 montaditos. La crisis ha provocado que los precios bajos también se hayan trasladado al gremio de la hostelería. Precisamente algunos hosteleros se quejan de la "imposibilidad de competir" con estas franquicias low cost. "Es por eso que tienen que reforzar como sea sus reclamos, aunque a veces se abuse o rompan totalmente la imagen del entorno, para captar a los pocos o muchos turistas que puedan pillar por la plaza", asegura un empresario de la hostelería que prefiere no dar su nombre. El Ayuntamiento, entre tanto, mira para otro lado y pasa la mano. La plaza del Arenal, al tiempo, es fiel reflejo de la situación social, económica y  de mantenimiento urbano que vive la ciudad y sufren los jerezanos y las jerezanas.

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