"El Ayuntamiento mucho cuidar el centro pero luego tienen a los barrios abandonaos", comenta Juan Castro, quien se llevara más de 20 años mimando los rosales del parque de Eduardo Delage, conocido así por estar justo al lado de las tres manzanas que conforman esta barriada. Los 30 bloques blancos y amarillos los construye la promotora Darsa —vinculada a las bodegas— en 1967, justo después de erigir Icovesa y La Coronación. Por aquel entonces, en la década de los 50, todo aquello era una huerta "y después escombros", incide Juan Catalán, uno de los vecinos, y mienbro del club de petanca jerezano La Tercera Edad, con sede en esta zona de la ciudad. Pero, ¿quién fue Eduardo Delage para merecerse un barrio?

Eduardo Delage Atané fue alcalde de Jerez desde 1941 hasta el 43, presidente del Sindicato Provincial de la vid, cerveza y licores y fundó Bodegas Eduardo Delage en la calle Clavel, llegando a producir tres vinos de referencia en el Marco. Por ello, quizá la compañía Darsa, grupo que abarcaba numerosas bodegas de la comarca como Domecq, González Byass o Sandeman, quiso homenajear a una figura del vino otorgándole su nombre a uno de los muchos barrios que edificó para sus múltiples empleados. Así llegan al barrio Juan Catalán, jerezano de 82 años que trabajó en el control de calidad de Domecq hasta 1994, y Juan Castro, tonelero de William&Humbert hasta que coge la prejubilación con 58.

Los primeros residentes de Eduardo Delage —a día de hoy el barrio alberga a un total de 995 habitantes del Distrito Oeste— son todos, sin duda alguna, bodegueros. No obstante, Miguel Santos es quizá una de las pocas caras que no ha trabajado entre botas de vino. Miguel lleva en el barrio desde que abre su pequeña tienda de alimentación en 1969. De familia panadera, comenzó regentando su Panadería Santos -donde ahora está el parque de La Plata-. Si bien su negocio se desmoronó en 1989, tuvo la oportunidad de continuar con su rinconcito de Eduardo Delage, local que en breve cumplirá su 50 aniversario. Minutos antes de dar la hora del almuerzo, empiezan a desfilar un gran número de vecinas que pasan por el marco verde de hierro pidiéndole a Miguel perejil, tomate y demás alimentos. Entre tanta charla sobre el nacimiento del barrio, tres viudas se animan e intervienen en la entrevista. 

"Al principio esto no estaba asfaltado, todo era barro", comparte Encarnación Garrido, jerezana del barrio de San Miguel que se muda a Eduardo Delage una vez que se casa con Luis Rodríguez, un arrumbador de Díez Mérito ya fallecido. A su lado están sus amigas y vecinas: Josefa Luisa Fernández, viuda de Antonio González, conocido como 'Antonio El Chófer' por ser el conductor "de los señoritos"; y Rosario De los Ríos, jerezana que vivía en la calle Sol y que se traslada a uno de los bloques del complejo bodeguero con su marido José Manuel Guerrero, cargador de Williams&Humbert. Las tres, junto a Miguel, recuerdan las antiguas verbenas y zambombas que la asociación de vecinos realizaba en el parque. "Aquí las vecinas estaban más unidas. Ya nada, ya no es lo mismo", espeta mientras accede al comercio Isabel López, jerezana que nace en el barrio y que no llega a desvincularse de él, ya que reside en el piso contiguo al de su madre.

"Antes había más juventud, la cosa estaba más escandalosita", señala Miguel Santos. Habla de clases de bailes, de la antigua oficina de pintores... "Ahora todo esto está muy tranquilo", añade. Todos coinciden en que el barrio ha ido a peor y subrayan el abandono que sienten por parte del Consistorio. "Este es el parque más descuidado de Jerez. Aquí vienen solo a limpiar, muy por encima, los martes y ya está", critica Castro, para muchos el "jardinero fiel" que quiso cuidar, por voluntad propia, el parque de todos los vecinos.

"Las parejas se metían en el jardín. Allí hacían a los niños y luego los paseaban con el cochecito niñera"

"Era precioso, un jardín con rosales, fuentes... Juan se encargó de él hasta que los niñatos lo aburrieron. La juventud no paraba de destrozarlo", manifiesta Ana Jiménez, viuda de Rafael Romero, un ex administrativo de Domecq. "Las parejas se metían en el jardín. Allí hacían a los niños y luego los paseaban con el cochecito de niñera", agrega. Después de que arruinaran una preciosa zona verde, el Ayuntamiento colocó un campo de fútbol, espacio que, a causa de su deterioro, dio paso a otro atractivo de ocio: unos columpios ya desgastados. "Cosa que ponían, cosa que se venía abajo", sentencia una vecina. 

Algunos del vecindario supieron aprovechar el terreno y, a principio del siglo XXI, le mostraron al exalcalde Pedro Pacheco los planos para construir un club de petanca en una de las esquinas del inmenso parque abandonado. En 2004, los bodegueros jubilados ven materializado su proyecto y desde entonces disfrutan con júbilo de un espacio recreativo, que incluso dispone de un chiringuito de chapa creado por ellos mismos, "para aquellos que tengan dolores de espalda y quieran jugar a las cartas o al dominó". "La asociación de vecinos -inactiva en la actualidad desde hace varios años- quería hacer fiestas aquí, pero esto es de los viejos", expresa con firmeza Juan Catalán, mientras comparte que el club ha sufrido numerosos robos, perdiendo enseres como cuchillos, banderas, macetas y hasta un banco de hierro.

"El barrio está fatal, se ve la suciedad al lejos", arremete uno de los miembros de La Tercera Edad. Rodeado de otras barriadas con calles cuyos nombren también rinden pleitesía al jerez, como Palo Cortado y Pedro Ximénez, Eduardo Delage se ensalza entre las demás con su calle Bienteveo -por el tinto de las Bodegas de San Cristóbal- y Viticultor. En este barrio, las referencias vinícolas solo las reflejan las losas de las paredes y el paisaje de los cascos de bodegas. Sus residentes no tienen presente su pasado desde que en 1990 llegara la crisis al Marco, el derrumbe de "la ciudad bodega". "El oficio de tonelero se ha quedado obsoleto. Con las máquinas se han perdido prácticamente todos los oficios manuales", indica Castro. "Ahora las bodegas las convierten en pisos", apuntala Santos. Más allá de la vida particular de estos compañeros de oficio, el barrio se mantiene intacto, con una población más envejecida y hastiada por la dejadez de los representantes políticos y de los propios vecinos.

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Claudia González Romero

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