Isabel Delgado ha estado empleada como dependienta, camarera, cuidadora de personas mayores y, actualmente, en la farmacia del Hospital de Jerez, para poder realizar estudios superiores.
“Qué fatiga, quieres ser la más rica del cementerio”. Este comentario expresado con más o menos sorna es el que suelen lanzarle a menudo a Isabel Delgado. La joven, de 26 años, lleva los diez últimos haciendo encaje de bolillos para cuadrar los horarios de los diferentes empleos que ha tenido con los estudios. En la actualidad, la jerezana está matriculada en un posgrado que realizará en Sevilla para lo cual es imprescindible que trabaje. Las matrículas de cada uno de los cursos de la carrera han supuesto un gran pellizco, “unos 800 euros, año por año; y lo de los posgrados es un sablazo horroroso”, manifiesta.
Si septiembre en general es un mes duro por los gastos de la vuelta a las clases, aún resulta más duro para quien trabaja por necesidad para poder estudiar. Isabel, ahora puede llamarse dichosa, porque está contratada en la farmacia del Hospital de Jerez, lo que posibilita que continúe su formación. Sin embargo, no corren la misma suerte los 31.257 de jerezanos y jerezanas que este mes de septiembre forman parte de la larga lista negra de personas sin empleo. Una cifra desgarradora, al tener en cuenta que solo en este mes ha aumentado en 1.002 personas. Este incremento es triste, pero previsible, ya que desde 2011 el número de desempleados aumenta considerablemente este mes, aunque este año ha sufrido un repunte. En 2014, septiembre dejaba sin empleo a 795 personas, y en 2015, a 875.
Isabel ha estado poco tiempo desempleada. Por sus circunstancias personales, no finalizó Bachillerato y comenzó a buscarse la vida. “No quería darle trabajo a mi madre", que no trabaja por enfermedad. Más tarde decidió retomar los estudios y realizó el grado medio de Farmacia, luego el grado superior de Especialista en Documentación Sanitaria. Acaba de terminar el grado de Criminología y Seguridad. Todo ello mientras, y para lo cual, se ha visto en la necesidad de trabajar como camarera, dependienta de gasolinera, y cuidadora de personas mayores. “He perdido la cuenta de los trabajos que he tenido. El peor ha sido en una tienda de ropa, con muy mal ambiente y por solo 600 euros, por 35 horas semanales, aunque trabajaba unas 40 o 45. No era a lo que me quería dedicar”.
Ahora se dedica a lo que realmente le gusta y para lo que se ha formado. Es una de las sanitarias de la farmacia del Hospital de Jerez. Junto a sus compañeros y compañeras se encarga de elaborar “los tratamientos de quimioterapia, nutriciones parenterales y todo lo que es formulación de laboratorios, dispensando de medicamentos en general...”. Por el momento cubre las bajas, su jornada laboral es de siete, pero a veces debe doblar, hacer horas extras, o cubrir alguna ausencia y trabajar allí más horas. “En la farmacia estoy a piñón. Sabes cuando entras, pero no cuándo sales. Es el trabajo más estresante que he tenido, pero el que más me gusta”, afirma.
Ha terminado el poryecto fin de carrera —el TFG—, y empieza un posgrado en Sevilla, algo que sería imposible para ella si no trabajara. En España el precio de estos estudios se ha duplicado y casi triplicado en algunas regiones desde 2011 y es el séptimo país más caro de Europa para cursar un Máster. Hasta ahora Isabel ha logrado aprobar curso por año con calificaciones muy buenas, incluso con matrícula de honor, “algunas mejores que las de compañeros que solo estudian”. En el ecuador de su veintena, y con su currículum admite que sacrifica parte de su vida personal en pos de su objetivo. “Me afecta porque no tengo tiempo para vida social y cuando tengo media hora quiero dormir. Yo siempre he sido como la oveja negra de la clase. Si yo pudiera estar tumbada en el sofá en lugar de irme al hospital pues lo haría”. Un día cualquiera a la una del mediodía comienza su jornada en el centro hospitalario hasta las siete de la tarde, al menos. Alguna vez, su madre le ha pedido que se dedique solo a estudiar pero se ha negado: “Me sentiría peor".
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