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Los músicos se quejan de que la Policía Local les insta a abandonar la vía pública amparándose en una ordenanza "que no existe". Jerez, sin regulación referente a contaminación acústica, está a la espera de que se apruebe el mapa estratégico de ruido

Un músico callejero en plena calle Lancería.

El gobierno local le ha declarado la guerra a los músicos callejeros. Desde hace unas semanas se quiere limpiar el centro e incluso se le ha llegado a retirar los instrumentos a varios. Uno de ellos responde a las iniciales DT —no da su nombre por miedo a represalias—, un rumano que lleva más de tres años viviendo en la ciudad y ganándose la vida tocando su teclado por las calles del centro de la ciudad. La policía, según cuenta, se ampara en una normativa municipal que les impide tocar en la calle, normativa que no existe.

Jerez, a diferencia de otras grandes ciudades de su entorno, carece de regulación en lo que a contaminación acústica se refiere. Bien es cierto que el pasado mes de diciembre se adjudicó la elaboración del mapa estratégico de ruido a la empresa Certio Medio Ambiente SL, que tiene diez meses de plazo para elaborarlo, sin que por el momento se haya publicado su versión definitiva. Esta norma ofrecerá un "diagnóstico de la contaminación acústica del municipio, determinando las causas que producen dicha contaminación con el objetivo de tomar las medidas oportunas que garanticen la calidad de vida de los ciudadanos", aunque por el momento no existe, por lo que no se puede saber si incluirá un apartado referente a los músicos callejeros. Con los resultados de este mapa del ruido la empresa deberá delimitar las zonas tranquilas de la ciudad y especificar dónde se superan los límites de ruido.

"Lo único que quiero es una autorización", cuenta DT, "si tengo que pagar 30, 40 o 50 euros los pago si con eso puedo tocar tranquilo". En marzo fue al Ayuntamiento a solicitarla, aunque al no existir una norma que regule esta circunstancia, le respondieron: "El objeto de su solicitud no está sujeto a autorización alguna, salvo que suponga el desarrollo de una actividad económica" y siempre y cuando "no produzca molestias". Este mes incluso le retiraron el teclado, aunque se lo devolvieron pocos días después. "Tengo el acordeón empeñado para pagar el alquiler, si me quitan el teclado a ver qué como". Del poco dinero que se saca durante las nueve o diez horas que está tocando al día —el teclado pesa más de 20 kilos—, paga los 60 euros del alquiler, "menos mal que encontré uno muy baratito gracias a unos amigos" cuenta, y da de comer a su mujer y a su hija de 11 años. En verano, en un día bueno, puede conseguir entre 15 y 20 euros, aunque lo normal es que se vuelva a su casa con cinco o seis. 

Hace poco que se ha empadronado y ha pedido ayuda a los servicios sociales. "Eso me dijo la policía, que fuera a los servicios sociales, pero si voy me cogen los datos y me llamarán dentro de ocho meses por lo menos... ¿y durante este tiempo de qué como?", se queja. Llegó a pedir comida en el comedor de El Salvador cuando llevaba poco tiempo instalado en la ciudad, cuando su mujer todavía estaba en Rumanía, ya que lo poco que ganaba se lo mandaba a ella y a su hija. "En el INEM me llegaron a decir que soy muy viejo para trabajar porque me faltan muchos dientes, y lo que tengo son 45 años". DT está dispuesto incluso a mandar una carta al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) para que le permitan tocar en la calle si le siguen instando a dejar de hacerlo. "Soy ciudadano europeo y tengo derecho a vivir en cualquier país y ganarme la vida, ¿qué quieren que robe? Yo no puedo. Soy músico". Desde los diez años con el teclado a cuestas, es encenderlo y cambiarle la cara, no puede dejar de sonreír. "Si no toca se siente mal, cuando toca está feliz", cuenta su mujer.

La regulación del ruido en otras ciudades

Otras ciudades españolas, como Sevilla, Barcelona, Madrid o Santiago de Compostela, sí tienen ordenanzas referentes a la contaminación acústica. En la capital hispalense se ha aprobado hace escasos días y ha traído bastante polémica, ya que prohíbe jugar al dominó o a los dados en las terrazas de los bares, pero sí deja a las hermandades rocieras lanzar cohetes de desde las 9:00 a las 23:00 horas durante los días que dura la romería. Esta ordenanza también prohíbe beber o comer de pie junto a los veladores, las aceleraciones innecesarias de vehículos o rodar barriles de cerveza por el suelo.

En Barcelona los músicos callejeros pueden tocar en 23 puntos específicos del distrito de Ciutat Vella (el centro de la ciudad) pero en unas franjas horarias concretas y con amplificadores que no superen los 65 decibelios. Para hacerlo deben contar con una de las 140 acreditaciones que suelen conceder al año. En Bilbao rige esta circunstancia desde 2010 la Ordenanza del Espacio Público que diferencia entre las actuaciones con autorización previa y las que no lo necesitan, que tienen un horario específico y no pueden durar más de 45 minutos ni requerir donativos de forma continuada.

En Santiago de Compostela los músicos —siempre sin megafonía— deben cambiarse de sitio cada media hora y sólo está permitido tocar en cuatro puntos de la ciudad. El dato curioso es que limitan las actuaciones de gaiteros a seis en toda la ciudad, que sólo podrán tocar en tres zonas de Santiago. En el Madrid de la alcaldesa Ana Botella, por su parte, los músicos que quieran tocar en las calles del centro deben pasar una "prueba de idoneidad" para obtener la autorización municipal. 

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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