La Pita se erige en la década de los 70 y se extiende poco a poco hasta crear El Pinar y La Milagrosa, donde actualmente residen unos 2.000 habitantes.

Se trata de un barrio escondido y fácil de confundir con El Pinar. No obstante, esta zona, con cerca de 2.000 habitantes, es una prolongación de La Pita, el primer barrio del distrito Este que se erigió sobre unas tierras que tenían uso agrícola hace ya más de 40 años. Pasando el colegio Arana Beato, un cartel muy colorido anuncia el inicio de la barriada como si esta fuera una ciudad aparte. Como si fuera una localidad con un sistema de vida distinto, pero atrapado sin más remedio en Jerez. Y en cierto modo, sin quererlo, guarda su propia idiosincrasia. Principalmente, La Pita es un conjunto de casas desiguales fabricadas sin seguir una estética común. Y por otro lado, ni los azulejos de santos que protegen cada casa son los mismos: el Cristo de la Expiración, la Virgen de la Merced...

"Aquí cada uno se ha construido su casa”, apunta Conchi Fuentes, vecina de 70 años que llega al barrio en 1976. Su padre, José Joaquín Fuentes, ya fallecido y conocido hace años con el apodo de El alcalde, fue la primera persona que edificó en estas tierras para abrir una fábrica de palmas en la primera casa de la calle Tormes. A partir de ese pequeño negocio surgen todas las demás viviendas, propiedades que los ciudadanos van comprando poco a poco a los diferentes terratenientes. “Esto era todo campo, La Milagrosa, campo; y El Pinar, igual", explica Conchi. Rosario Astorga, que llega al barrio en la misma época, expresa que en un principio las calles no estaban asfaltadas, no tenían aceras y las fachadas eran de cal. "Tampoco había agua, ni luz”. Recuerda que fue en 1978 cuando se instalaron las "madronas" —el alcantarillado— y que antes todos iban a coger agua del pozo que tenía uno de los vecinos. Ante tanta pregunta, Conchi, entre risas, rememora escenas que vivieron en años que eran de precariedad y hambre: “Yo bañaba a mis niños, los vestía para salir y cuando lavaba al último, al primero tenía que meterlo otra vez en la bañera porque venía hasta arriba de barro”.

Cuenta el vecindario de La Pita que en la década de los 70 esas tierras deshabitadas que hoy pisan se las repartían dos o tres dueños. Uno de ellos era “el Mocito Gracia", apunta una vecina que barre la acera de la puerta de su casa. El otro era 'Felipón', un hombre que poseía una finca en el mismo enclave, y por último una señora que tenía dos hijas. Una de sus pequeñas se llamaba Pepita y al parecer, su hermana pequeña no podía pronunciar bien su nombre, por lo que siempre la llamaba Pita. Así, según la sabiduría popular, fue como se consolidó el nombre de la barriada La Pita. La irregularidad de las casas coincide con la nomenclatura de sus calles. Calle Segura, Ter, Ebro, Guadalquivir… Los residentes ignoran por qué viven entre ríos, pero el nacimiento de este barrio se asemeja al origen de las primeras ciudades, esas que florecían alrededor de un gran río. Así se crea también una hilera de casas pobres, con materiales nobles y humildes porque “en algún lado teníamos que vivir”, espeta Antonio 'El Paternero'. ¿El barrio lo construye gente humilde? “Gente esmayá”, responde al segundo una vecina que pasea en babuchas.

Si bien eran otros tiempos, la gente que vivió esas penurias continúa con esa personalidad cercana, fuerte, simpática y dicharachera. En el comercio de Miguel Delgado los vecinos se amontonan, preguntan los males e incluso, de vez en cuando, este les ofrece un vino dulce. 'El Paternero', quien en un principio no quiere hablar a menos que se le pague, se suelta y cuenta cómo llegó a La Pita desde Paterna. Nace en la década de los 40, con 13 años se va a La Parra y después a Las Pachecas. Cuando se casa llega a Jerez y le compra una vivienda a Mocito Gracia, explica. Desde entonces no se ha movido del barrio, recorre los ríos asfaltados de arriba abajo saludando a sus vecinos, a sus amigos. Al tratarse de un vecindario de "personas mayores", como expresa Miguel, se conocen todos y saludan entre motes a los que por allí deambulan. "Pregúntale a Manolo o al 'Feo' por Cristóbal, es el hombre más viejo de Jerez, tiene cerca de 102 años", dice el dependiente mientras señala a un señor que está sentando en un banco. 

Todos coinciden en que el barrio ha evolucionado a mejor. "Esto es muy tranquilo, no hay problemas", comenta Rosario. Sin embargo todos destacan que se ha perdido el ambiente familiar que existía en la calle. “Ahora no hay tanta unión”, comenta apenada una de ellas. Otra recuerda con nostalgia las numerosas verbenas que se hacían en el barrio, festejos en los que cada calle competía por realizar la mejor verbena. Todavía hay algunas viviendas que conservan placas en las que se puede leer “Primer premio en el concurso de calles. Verbena 1988”. Una tradición que hace cerca de 20 años que dejó de celebrarse. Otros vecinos denuncian la cantidad de cucarachas que hay en la barriada, los desperfectos del acerado y la poca presencia de barrenderos en sus calles. Poco más. No tienen mayor queja. Por lo que comentan, los vecinos de La Pita son felices. Y se crecen y se unen ante las adversidades por todo lo que han vivido. 

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Claudia González Romero

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