Todo comenzó casi por casualidad, cuando un día tomó una guitarra vieja que andaba por su casa y la abrió para conocer “su alma”. David Peña, tocaor que ya había acompañado al Mono, al Zambo o al recordado Luis de la Pica, se adentraba sin saberlo aún en un mundo nuevo para él. Curioso como él solo, empezó a interesarse por la guitarrería cuando trabajaba de chapista en un concesionario, un oficio que le quemaba por dentro y por el que no sentía ninguna motivación. A raíz de conocer a un lutier que le enseñó los primeros consejos y gracias a internet, donde afirma que encontró mucho material didáctico, David se animó y fabricó su primera guitarra. Se la mostró a Morao, a Manuel Parrilla, algunos de los que están en la “Champions League” de la guitarra, que la probaron y le dieron el visto bueno. “Cuando me quise dar cuenta, ya tenía encargos”.

De eso, hace una década. Atrás quedó el concesionario. Hoy, David Peña, 44 años, se dedica profesionalmente a la fabricación de este instrumento, exclusivamente por encargo. De su pequeño taller del barrio de Santiago incluso han salido guitarras para Francia, Estados Unidos, Japón o Australia. “El boca a boca hace mucho. En un festival de Jerez le vendí una a un cliente americano y a raíz de eso he mandado otras dos a Estados Unidos”, señala Peña, que, orgulloso, afirma que algunos de los más afamados guitarristas jerezanos, como Manuel Valencia, Antonio Rey, Diego del Morao o Manuel Parrilla tocan con sus guitarras.

Sus instrumentos, dice, se caracterizan por su comodidad y el equilibrio y la personalidad de sus sonidos. La materia prima, obviamente, juega un papel fundamental. “Yo tardo lo mismo fabricando una con maderas de primera que de segunda, pero como no construyo guitarras de estudio ni de iniciación, solo profesionales, me valgo de lo mejor”. Y lo mejor, explica, es el ciprés español y el palo santo de Madagascar y de Brasil, materiales estos últimos que introdujo Paco de Lucía para sus guitarras, una innovación más del genio de Algeciras.Su taller huele eminentemente a cedro. La pequeña dependencia está controlada las 24 horas del día para que la humedad se mantenga al 50 por ciento. Más de eso sería peligroso para la madera, que tiene que tener una antigüedad de 15 años para que se pueda trabajar con ella. David construye al mes dos guitarras. Cada una le lleva unas sesenta horas de trabajo. “Si construyera cuatro ya me quedaría a dormir en el taller”, bromea. Sus piezas, explica, están inspiradas en las que fabricaba el cordobés Manuel Reyes, artista de referencia para los grandes de la guitarra flamenca, aunque señala que “yo les doy mi toque personal”. Hoy, David puede presumir de haberse hecho un pequeño hueco entre tanto artista en una época en la que, además, ha aumentado considerablemente el número de lutieres, lo cual no significa que todos se dediquen en exclusiva a la fabricación, como sí es su caso.

El paso de los años, además, le ha hecho perfeccionarse. David reconoce que sus primeras guitarras no tienen el grado de calidad de las actuales. “A la par que construyo voy investigando, leyendo… No quiero quedarme atrás y siempre quiero seguir aprendiendo”, sentencia. Eso sí, paradójicamente David no cuenta con una guitarra propia, más que nada porque la fabricación le ha hecho dejar de lado el toque. “Para tocar hay que estudiar, y no tengo tiempo…”.

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Jorge Miró

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