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Paco Caro, conductor de autobús urbano, salva la vida de un pasajero que de repente quedó inconsciente. Es la cuarta vez que salva a una persona por hechos similares.

Paco Caro es un auténtico ángel de la guarda. “Parece que Dios me ha puesto aquí por algo”, afirma este conductor de autobús, exmilitar durante diez años en el cuartel de La Asunción. La noche del pasado lunes salvó la vida de uno de sus pasajeros. Circulaba por la calle Merced haciendo la ruta de la línea 2 cuando un usuario le gritó, alarmado, sobre la salud de uno de los ocupantes del vehículo. “¡Está tieso, está tieso!, me gritaba. Detuve el autobús a la altura del instituto Santa Isabel de Hungría y efectivamente había una persona sentada pero muy rígida, en lo que parecía un infarto”, relata. Enseguida, con nervios de acero, lo tumbó, hizo mano de un pañuelo y le sacó la lengua para que no se la tragara. Enseguida le hizo un masaje cardíaco, sacó su móvil, pidió a otro pasajero que llamara al 112 y atendió las indicaciones del servicio de emergencias a la espera de que llegara una ambulancia. “No tardó mucho, pero le costó llegar porque se formó un gran atasco en la calle Merced”.

El pasajero en cuestión, Rafael Morales, de 84 años y vecino de Picadueñas, fue trasladado al hospital, aunque cuando lo atendieron los sanitarios ya respiraba con normalidad. “Me sorprendió verlo sin hablar nada, cuando es una persona que habla por los codos, muy simpática y que siempre está contando chistes. Lo conozco porque es un habitual de la línea 2 y siempre se sienta en el mismo sitio”, explica Paco, que tras indagar acerca de su domicilio ya ha podido verlo y darle un abrazo. El propio Rafael explica a lavozdelsur.es que finalmente sufrió un ataque epiléptico, algo que suele ocurrirle "de vez en cuando" y afirma que no recuerda nada de lo que le pasó. "Fue como si me hubieran pegado un tiro en la cabeza. Cuando me sentí consciente estaba en el hospital". Tras hacer noche en el centro sanitario, fue dado de alta este martes y ya por la tarde recibió la visita de Paco. "Me he alegrado mucho de verlo".

Lo curioso es que con la del lunes es la cuarta vez que Paco salva la vida a una persona. La primera vez, indica, fue en Rota, cuando un niño se estaba ahogando tras haberse tragado el plástico de un envase de potito. La segunda vez fue en la cafetería La Vega después de que a un cliente le diera un ataque epiléptico y reaccionara sacándole la lengua para que no se la tragara. “Todo el mundo se quedó mirando. Recuerdo que al caerse se dio un golpe en la cabeza y se hizo una brecha enorme. Fue sacarle la lengua y empezar a respirar”. La última vez fue en el conocido Maypa, cuando uno de los empleados sufrió un infarto y estuvo 20 minutos practicándole un masaje cardiaco mientras llegaba una ambulancia. "A raíz de eso ya somos casi como hermanos",

Los diez años que pasó en Artillería le sirvieron, además de para ser condecorado con un distintivo blanco al mérito militar, para aprender primeros auxilios, si bien explica que son los cursos que periódicamente reciben los conductores de autobuses los que a la postre le han valido para reforzar estos conocimientos. Gracias a ellos hoy una persona -o cuatro- puede contarlo.

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Jorge Miró

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