No todas las hermandades rocieras pueden presumir de aportar belleza, tradición y vistosidad en sus caravanas. Una de ellas es la de Jerez, la única que hace el camino por Doñana, de las diez que entran en el paraje, con sus 15 carros tirados por mulas, el de plata del simpecado, los charrés y más de 300 jinetes y amazonas. Ofrece una estampa singular y sencillamente preciosa que se funde perfectamente con el paisaje que atraviesa, uno de los parajes naturales -Reserva de la Biosfera- más importantes del mundo.
Además, la hermandad jerezana ofrece un estilo propio gracias a su tradición ecuestres que ‘obliga’ al jinete, amazona o carrero a vestirse como mandan los cánones: trajes cortos, batas y vestidos que se suma al atractivo del conjunto. Otro asunto es la tracción mecánica, menos atractiva pero necesaria: no todos disponen de bolsillo suficiente como para costear caballo o carros.
Los vehículos a motor son absoluta mayoría pero no los que mandan en la comitiva. Delante siempre va la caballería con el banderín de camino que porta la camarera de la hermandad, le sigue el simpecado y tras él los carros multicolores y charrés. La cola la ponen todoterrenos y tractores con remolques que si bien no aportan belleza, sí son los medios en los que van la mayoría de los rocieros. No obstante, esta sección siempre ha estado en el punto de mira de las administraciones que gestionan el parque, que se hacen eco de las voces especializadas que señalan el daño que produce en un ecosistema tras frágil la combustión y ruido de los motores aunque sea tan sólo unos días.
A día de hoy sí existen restricciones de entrada para la tracción mecánica. Los gestores de Doñana establecieron, hace algunos años a cada hermandad, según su número de hermanos, el tope de vehículos a motor que pueden acceder, que para Jerez ronda los 200 o 210 como máximo, siendo la segunda, tras Sánlucar de Barrameda. Se da la circunstancia de que Jerez es la única que lleva comitiva de carros.
Comentarios