José Ramírez es un gaditano sin hogar que participa en la jornada de sensibilización que organiza Cáritas Jerez en la plaza San Lucas. "Me llevé mucho tiempo durmiendo en la calle, debajo de un banco en Bonanza, Sanlúcar".

Todas las mañanas José Ramírez abre uno de los bares de la plaza del Arenal. Se levanta pronto del albergue y se apresura para tomarse algo junto a su amigo Manuel Rivas. Ambos se dan compañía. "La soledad es mu mala", murmura. Este gaditano del señero barrio de La Viña y de 53 años de edad, no tiene hogar. Al mediodía descansa sobre unas escalerillas al sol, y antes de ir al comedor social Nos Importa Jerez, se termina una litrona. Cuenta que es padre de cinco hijos y que está divorciado porque "antes veía una mosca en bragas y me iba para ella". Pero asegura que lo dejó todo por cuidar a su madre en Sanlúcar, porque "estaba mala del azúcar". "Se quedó ciega, estaba muy malita". Hasta que finalmente ella falleció dos días antes de Navidad en el año 2015. "Y cuando ella falleció yo me quedé sin nada". Ha trabajado de carnicero, de peón, de chófer y por último en un centro comercial, de donde le despidieron en 2009. Se vio solo y sin un sueldo. Y al poco, el casero lo echó. "Me llevé mucho tiempo durmiendo en la calle, debajo de un banco en la plaza de Bonanza, en Sanlúcar". Por aquel entonces José era un sin techo, pero ahora, es un hombre sin hogar. 

"Persona sin techo es la que está claramente en la calle, que los vemos en los bancos, debajo de los arcos entre cartones y que su casa es el cielo, mientras que una persona sin hogar es aquella a la que le falta el calor de una familia, las condiciones básicas que tiene que reunir una vivienda", explica Lourdes Barrera, coordinadora del centro de día El Salvador y presente en la mesa de sensibilización que organiza Cáritas Jerez con motivo del Día de las Personas Sin Hogar (26 de noviembre), en la plaza San Lucas. Y José también participa en dicho acto junto a algunos de sus amigos de la calle. "Lo que queremos hacer este año es dignificar a las personas: Somos personas, tenemos derechos, nadie sin hogar, es el lema. Y lo que pretendemos es que todo ser humano tenga cubierto el derecho a la educación, salud, vivienda, empleo y participación", expresa Ana Castro, educadora del centro, donde da atención integral en clave de autoayuda y de acompañamiento en proceso, a cerca de 15 personas. El gaditano tuvo la oportunidad de ser atendido por dicho centro, pero rechazó la oferta.Su día a día es la calle, pero duerme en el albergue de Jerez, ubicado en la calle Cantarería. Y anteriormente estuvo en el Hogar de San Juan durante dos años. Cuenta, con una sonrisa, que recibe una paga desde hace tres meses y que está ahorrando para volver a Sanlúcar. "Aquí en Jerez está muy difícil encontrar piso, todo está muy caro. Allí en Sanlúcar no". Pero confiesa que una de las razones por las que todavía no ha emprendido el viaje es porque le preocupa su amigo Manuel. "Yo estoy echo una porquería". Así se presenta Manuel, sentado en el bar La Concha con una copita de sol y sombra sobre la mesa. "Llevamos tres años juntos", incide José mientras contempla a su amigo. Y es que según él, Manuel le necesita y él no le va "a dejar tirao". Para José lo más importante es tener una compañía y está ilusionado con volver a Sanlúcar y empezar un hogar con alguna mujer. "Soy responsable de mis actos y ahora he asentado la cabeza", apunta. "Yo ahora soy feliz porque tengo un techo donde dormir, el albergue es mi casa", confiesa. Pero le hace falta un hogar, y en ello está.

En la plaza San Lucas, Cáritas lleva a cabo la campaña de personas sin hogar Somos personas, tenemos derechos. Nadie sin hogar, en la que participan personas que acuden al comedor social El Salvador, los chicos del centro de día El Salvador, asociaciones del casco histórico de Jerez y los alumnos de 1º de Integración Social del IES Santa Isabel de Hungría y de Bachillerato del centro educativo María Auxiliadora. Cerca de 30 personas, en coro, guardan tres minutos de silencio por aquellos que no tienen una vivienda digna, frente a la iglesia de San Lucas. Y todos ellos con caretas blancas para "dar visibilidad a las personas que no tienen rostro, que no se les mira, que no se les ve", explica Francisco Escobar, coordinador del centro de día. "Esto es una reivindicación a los medios de comunicación, que se creen que estas personas están ahí porque quieren, y nadie está ahí porque quiere. Han vivido situaciones vitales y estresantes en su vida, muy sufrientes, que hacen que no puedan salir ellos solos de la calle. Y también una reivindicación a la administración pública, que se de cuenta de que hay un montón de viviendas vacías, más de 3.400.000 en toda España", manifiesta Castro. Una vez terminado el silencio, dos de los presentes en el acto, con micrófono en mano, leen un manifiesto para dar voz a las personas sin hogar: "Somos responsables y tenemos ganas de trabajar. Somos aficionados a la música, al deporte, al cine, a los museos... Tenemos hobbies. Nos gusta quejarnos como a todos, y también la siesta; cada uno tiene sus intereses. Somos profesores, algún médico y arquitecto, camarero, albañiles, limpiadores... Muchos tenemos formación y otros no. Pero todos aportamos. No somos mendigos, vagabundos, pedigüeños, indigentes, vagos, viciosos, vividores, borrachos o yonkis. No somos ni sucios ni guarros, aprovechados, gorrones, subvencionados, violentos o gente deshonesta. Tenemos, como todos y todas, derechos. Derecho a la vida, a la libertad, a ser personas. Tenemos derecho a ir a los hospitales, centros médicos y a ser atendidos como cualquier otra persona más, sin menoscabo de nuestra dignidad por estar en situación de calle. Por lo tanto, pedimos a las administraciones los recursos necesarios y adecuados para poder iniciar una nueva vida y poder salir de esta situación. Pedimos a la sociedad que no nos estigmatice, Pero también nosotros nos comprometemos a dar los pasos necesarios para salir de esta situación de calle. ¡Nos comprometemos a que no haya ninguna persona sin hogar!". "¡Fuera muros, arriba las personas!", gritan al unísono. Así finalizan la jornada, entre globos y aplausos. 

Al acabar, José, que vestía una camiseta blanca en apoyo a la campaña, se la quita y se la guarda en el bolsillo del abrigo. Hace calor, pero no se quita el chaquetón. Cargado con la bolsa de su amigo Manuel, aguarda en las escalerillas de la plaza del Arenal y más tarde se aproxima a él. Los camareros lo reconocen al instante y pide una caña. Ambos se sientan en la terraza del bar y echan el día. José no tiene teléfono, pero Manuel toquetea uno que hace poco se compró. "Le han robao por lo menos tres", señala José, que piensa que en breve podrá volver a su amada Sanlúcar, porque en unos días su amigo Manuel entrará en el albergue. Y es que será entonces cuando José pueda marcharse tranquilo. 

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Claudia González Romero

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