En tiempos en los que un miedo atroz recorre las grandes ciudades españolas, con la turistificación y la gentrificación como amenazas, un grupo de turistas se adentra, una desolada tarde de sábado, en la plaza de la Encarnación, sin saber muy bien por dónde caminar. No hay prácticamente nadie.
La vida en esta zona de la ciudad en días no laborables es prácticamente nula. "¿Dónde está la gente?", se preguntan. Subir hasta la calle Manuel María González y la Alameda Vieja es para ellos casi un desafío. A una acera estrecha, unas escaleras llenas de suciedad, y un montón de losas rotas, le acompaña un desenlace fatal. Es por la tarde y el Conjunto Monumental del Alcázar de Jerez está cerrado.
"Esta mañana hemos estado en el espectáculo de los caballos andaluces en Real Escuela", dice uno de ellos, que deseaba visitar el Alcázar de Jerez y no ha podido. "Luego hemos estado en González-Byass, no hemos tenido tiempo", comenta otro de su grupo. Se van a perder la edificación almohade mejor conservada a este lado del Estrecho pero no tienen otra. Al menos todavía tienen tiempo de ir a San Miguel y a la Catedral, que hasta las ocho de la tarde está abierta. Mientras tanto, pasean por la Alameda Vieja. Unas líneas amarillas pintadas en el suelo por el rastro y varios eventos que se hacen en este lugar, se encuentra entre el piso vencido. Las farolas de hierro de forja están oxidadas. Algunas de ellas ni siquiera tienen su parte superior.
Un grupo de turistas pasea junto al lado de una farola de forja destruida y oxidada. FOTO: MANU GARCÍA.
"Nos ha gustado mucho lo que hemos visto pero la ciudad parece que está abandonada", expone uno de los turistas, que no comprende cómo al lado de una emblemática bodega como la de Tío Pepe el estado del firme y del mobiliario público está tan deteriorado. Con objeto de hacer una foto, se acercan al pequeño templete de la Alameda Vieja, a la vera de la cuesta de la Alcubilla. No pueden. Su estado es lamentable. De vez en cuando algún que otro vándalo decide echar un poquito más de leña al fuego. El historial de destrozos este mini atractivo turístico, que ha dejado de ser atractivo y turístico, es largo.
Una ciudad en la que la gente no vive es una ciudad muerta
"Jerez tiene un encanto especial, las calles empedradas, la luz de sus calles y sus edificios", cuentan en una de las visitas a la ciudad. Sin embargo, es eclipsado por el deterioro de su patrimonio y la falta de actividad en su centro histórico. De hecho, los turistas perciben que el centro es solamente el eje que transcurre desde la alameda de Cristina a plaza Plateros y plaza Arenal. El que fuera el arrabal de San Miguel es hoy más centro que cualquier punto de San Mateo.
El lamentable estado de las losas de la Alameda Vieja. FOTO: MANU GARCÍA.
"¿Y todas esas iglesias? ¿Cuáles son?", dice una mujer desde un alto en el entorno de la Alameda Vieja, donde se ven San Lucas, San Mateo y San Juan de los Caballeros, con Santiago algo más al fondo. Es un terreno sin explorar. Alguien le ha comentado que del barrio de Santiago, aquel que está en el horizonte, como del de San Miguel, han salido auténticas joyas del flamenco. Sin embargo, para alcanzarlo debe seguir la ruta que traza desde su móvil Google Maps, un camino que le lleva por calles que son un auténtico laberinto con edificios abandonados y derruidos. Tuvo que evitarlas y pedir consejo a un local. Al final, acabó bordeando por las calles que ya conocía hasta Porvera y Ancha, por aquel lugar donde los árboles tocan el cielo.
"¿Vive mucha gente en Jerez?", pregunta otro hombre. "212.000 personas... pero no hay ni un alma aquí", se responde tras una búsqueda en Wikipedia. Desconoce que sólo alrededor de 4.000 son las que habitan dentro del recinto amurallado, y unas 30.000 en todo el centro urbano, que llega más allá de varias avenidas a las que ni siquiera en su paseo turístico -el triángulo Real Escuela, González Byass y Gallo Azul- ha llegado. "Una ciudad en la que la gente no vive es una ciudad muerta", añade otro.
Jerez tiene una oportunidad
Hace tan sólo unos días el Ayuntamiento ha celebrado la aprobación del Plan Turístico de Grandes Ciudades de la Ciudad de Jerez, que financiará al 50% con la Junta de Andalucía. Un total de 3.485.000 euros que irán destinados, según sus objetivos, a la puesta en valor y uso de los recursos turísticos, la adecuación del medio urbano al uso turístico, el aumento de la calidad de los servicios, la mejora del producto turístico existente, la sensibilización de la población y agentes locales en una cultura de calidad turística y el fortalecimiento de la competitividad del sector turístico local. Para ello, el consistorio abrirá un plazo para recoger propuestas tanto del sector turístico como de la ciudadanía así como "sindicatos, asociaciones de discapacitados y otros agentes de la ciudad".
Una excursión turística en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.
Por lo pronto, la alcaldesa ya ha presentado algunas de las líneas contempladas, como una Red de Información Turística, para las que se barajan puntos como los Claustros o el Alcázar, la instalación de pantallas leds en espacios públicos, la puesta en valor del turismo cultural, la mejora de los atractivos turísticos culturales, la iluminación de espacios públicos, la señalización turística o la dotación a la ciudad de un espacio de consigna y una zona de caravanning. Sin embargo, aún no se ha mencionado nada de una actuación sobre el patrimonio histórico o el propio mobiliario urbano, uno de los puntos que los turistas que visitan la ciudad señalan como más negativo.
El Plan Turístico de Grandes Ciudades de la Ciudad de Jerez ofrece la posibilidad en varias de sus líneas de actuación de acometer una reforma integral de muchos de los espacios urbanos del centro histórico, especialmente aquellos que sean de remarcable interés por su situación estratégica para el turismo. Y ello podría hacerse con la colaboración de los colectivos asociativos y vecinales del centro. Más de tres millones de euros que poner sobre la mesa para hacer actuaciones que redunden en la realidad social de la ciudad.
Recetas para un turismo responsable
Pero, ¿cómo? "El turismo sostenible es aquel que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas", suscribe la Organización Mundial del Turismo. Sin embargo, en la ciudad donde en su centro queda casi todo por hacer, dar los primeros pasos se torna aún más complejo, dado el punto de partida.
Jaime, del Tabanco Plateros, uno de los integrados en la antigua ruta de los tabancos de Jerez, sirve dos copas de amontillado. FOTO: MANU GARCÍA.
Uno de los asapectos en los que ahonda el concepto de turismo sostenible es, por ejemplo, el impacto social y económico de este, que debería redundar, en este caso, en los propios jerezanos. Para ello, las instituciones públicas, en este caso el Ayuntamiento de Jerez, debe forjar los cimientos de ese camino y anticiparse para que no suceda lo que en otras ciudades ya es irremediable. Entre las propuestas que barajan los especialistas de este ámbito está poner un techo de plazas turísticas, una tasa para los alojamientos o la regulación y limitación de los llamados pisos turísticos o vacacionales. Todo un reto del que ni se habla ni se ha hablado en la ciudad.
Caso aparte es apostar por un turismo en el que prime lo cualitativo a lo cuantitativo. Para ello Jerez cuenta con los ingredientes esenciales: el vino, el flamenco y el caballo como recursos, que se deben potenciar desde la propia población local. La ruta de los tabancos en el ámbito enológico y gastronómico, promocionar las actividades culturales de algunos ateneos o peñas o la consolidación una red de comercio local en el centro son algunas de las vías para que el turista no sólo se sienta integrado, sino que el jerezano se sienta partícipe de este, en un ejercicio de reciprocidad sana que vaya en beneficio de la economía local y de las personas.
Para emprender ese camino, cualquier detalle es primordial: desde tener cuidado con el turismo que se promociona desde la administración pública a pintar una simple farola. ¿El fin? Que el turista no pase de largo, que más allá de los dos o tres focos que acaparan todo el turismo que llegue a la ciudad, el visitante camine, pasee y disfrute, con los jerezanos, de su entorno y de su ambiente. La oportunidad está ahí, con una financiación nada desdeñable que Jerez no puede perder. La receta debe elaborarse y, por supuesto, cocinarse entre todos. Es una responsabilidad.