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Adolfo, 51 años, los últimos 19 al volante de un autobús urbano. Su pericia pudo evitar una tragedia.

“De pronto me veo eso en lo alto de mi cara, di un volantazo y frené en seco. Cuando me quité la chapa de encima ya vi que había gente chillando”. Adolfo, de 51 años, es el chófer que conducía el autobús de la línea 10 que sufrió el desprendimiento del panel de electrónica del vehículo. El susto reconoce que fue grande, porque no se imaginaba que dicho panel se encontrara situado encima suya. “Lo normal es que esté abajo”.

Pasaban 20 minutos de la 1 de la tarde. El tráfico era moderado a esa hora, recuerda Adolfo. Circulaba por la avenida Tomás García Figueras en dirección al centro cuando pasó por encima de un badén. Entiende que ese brusco movimiento aflojaría el mecanismo de sujeción del panel. Apenas unos metros después ya tenía sobre su cabeza el pesado mecanismo. “Entre 50 u 80 kilos pesará”, calcula. Quiso la suerte que en ese momento tuviera la cabeza ligeramente inclinada, lo que impidió que se partieran sus gafas. “Habría acabado con cristales en los ojos”.

Adolfo libra este miércoles. Ya tenía apalabrado el día libre días antes del suceso, así que aprovechará para pasar por su mutua. Afirma que no ha pasado buena noche. “Ayer no me dieron la baja hasta ver cómo pasaba hoy el día. Pero tengo un poco de vértigo y me duele el cuello. Ayer en el hospital me confirmaron que no tengo una fisura en la cabeza, pero me ha tenido que afectar a las cervicales”.

Desde 1998 que está sentado al volante de un autobús urbano, afirma que es la primera vez que le pasa una cosa así. Explica que el vehículo que conducía este pasado martes no es de los que trajo el gobierno de García-Pelayo procedentes de Madrid, “este es de los nuevos, de los de Urbanos Amarillos. Tendrá unos cinco años”, y afirma que a pesar de su pericia para evitar un accidente, se siente un poco culpable por el simple hecho de haber visto asustados a sus pasajeros. “Eran casi todos mayores y te da pena verlos así. Ya sé que culpa no tengo, pero menos mal que no pasó nada grave, porque me sentiría muy mal”. En total, fueron 14 las personas heridas leves. La peor parte se la llevó sin duda Adolfo.

Tras el incidente, el conductor no llamó a su familia. Tiene mujer y dos hijos. “No quise asustarles”. Cuando salí del hospital, a las 2, ya si les dije lo que había pasado. Mi niño de 11 años se puso a llorar”. Adolfo sabe que estar tantas horas al volante durante la semana no es fácil, al contrario. “La gente piensa que esto es cómodo, pero es complicado. Siempre tienes que tener un poco de respeto e ir con cuidado porque en cualquier momento se puede cruzar un vehículo, o un peatón, que a veces cruzan sin mirar. Hay que tener en cuenta además que el freno de un autobús no es igual que el de un coche, tarda un poco más. Y si encima el frenazo es brusco se te puede caer la gente”.

A la espera de que le den o no la baja, afirma que desde el gobierno municipal ya le han garantizado que los nuevos vehículos que se adquieran para la flota no tendrán el panel de electrónica sobre sus cabezas. Un susto menos que se ahorrará en el futuro.

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Jorge Miró

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