Hace unos días el Ayuntamiento, a través de la Delegación de Urbanismo, dio un primer aviso al empresario hostelero Gonzalo Assiego, promotor del proyecto para reabrir el Gallo Azul tras unos cuatro años cerrado al público. En princpio, se ha ordenado la caducidad de la licencia, que significó una pelea durante los primeros años de la inversión porque el empresario malagueño quería un ascensor aledaño, entre otras cuestiones, y pronto se incorporará al registro municipal de solares para su expropiación si no se actúa de forma inmediata.
Así lo ponía de manifiesto recientemente el delegado de Urbanismo, José Antonio Díaz: "Una vez sea firme, se incluirá en registro de solares, y si no se cumple los deberes urbanísticos, se someterá a la venta forzosa del Gallo Azul para que así un nuevo propietario recupere su esplendor". Ahora se sabe que el Ayuntamiento no descarta que el icónico edificio, atribuido a Aníbal González y que se encamina a los cien años de historia —se construyó en 1927 y abrió al año siguiente—, pase a patrimonio municipal como un gran atractivo de la ciudad.
La familia Domecq donó el icono arquitectónico a la ciudad a finales de los años 20 del siglo pasado, por lo que se volvería al origen
"Es un inmueble con pocas posibilidades porque es pequeño, pero sí podría ser un centro de recepción de visitantes o un espacio enfocado al turista que llegue a la ciudad", aseguran fuentes municipales, dejando caer que si la actual propiedad privada del inmueble no actúa, el Ayuntamiento va a permitir que un emblema arquitectónico de la ciudad caiga en el olvido y la degradación.
El Gallo Azul fue construido por la familia Domecq pero donado a la ciudad a causa precisamente de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Su estratégica situación, en pleno centro de la vida urbana, y su belleza estética hacen de él un edificio notable y singular. Ahora, tanto tiempo después, podría volver a manos de sus originales propietarios: los jerezanos y jerezanas.
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