No imaginaba que su futuro estaría a miles de kilómetros en una tierra donde el sol se esconde a las tres de la tarde. Aun así, Trinidad no cambiaría por nada la experiencia de vivir y ser madre en Polonia.

Llegó en primavera y creía que encontraría una imagen idílica de un país verde pero “nunca olvidaré ese 1 de abril de 2013”. Varsovia estaba entera nevada y “la nieve me llegaba hasta las rodillas”. Su marido, ya instalado desde hacía más de un año, fue a recogerlas a ella y a su pequeña y al día siguiente salió a trabajar. Trinidad no salió de su casa en dos días: no podía ni andar con el carro de paseo de su pequeña con tanta nieve.

Su historia es la de muchas de las parejas de este país. Su salida de España nada tenía que ver con la famosa movilidad exterior de la que hablaba la ministra de Empleo; tampoco con las ganas propias de la juventud de descubrir mundo; sino con las decisiones que han tenido que tomar muchas familias con la llegada de la crisis. Graduada en Relaciones Laborales por la Universidad de Cádiz, Trinidad se fue a trabajar a Sevilla, en una empresa de construcción. Allí conoció a su pareja y tras seis años en la capital hispalense, la crisis provocó que la empresa comenzara a fusionar oficinas. La de Sevilla también sufrió esos recortes y a algunos empleados les dieron la posibilidad de reubicarse en otros destinos: el de su marido se llamaba Varsovia, Polonia. Lo tomas o lo dejas.

“Laboralmente era una oportunidad pero familiarmente era un caos”. Con una niña pequeña de seis meses, Trinidad tuvo que esperar a que cumpliera el año para poder vacunarla en España debido a que el calendario de vacunación no era el mismo. Pasados los meses, llegó allí con su pequeña, dos gatos y sin tener ni idea de polaco. “No sabía ni dónde estaba Varsovia. Me sonaba más  a Rusia”. El sol no salió en diez días aventurando lo que iba a ser una constante en el clima polaco: “desde octubre, a partir de las 14.30, está todo el pescado vendido; a las 15.00 es de noche, a las 15.30 es noche cerrada y a las 19.00, estás que te subes por las paredes”.

"Sorprende cómo la gente joven domina los idiomas: inglés, alemán y ruso"

Esa falta de luz condiciona, cómo no, la vida de la población, de forma que “aquí se hacen muchas reuniones en casa, cumpleaños, fiestas…nada que ver con la vida en la calle que se hace en España”. También notó las diferencias gastronómicas: “no me gusta mucho la comida de aquí pero comen mucho salmón y sí que es muy rico”. Cotidianidades que, sin tener conocimientos del idioma, han hecho que el día a día sea un reto constante.

Pero en estos años, “Varsovia ha cambiado mucho”, explica Trinidad que acaba de terminar su clase de inglés. “Sorprende cómo la gente joven domina los idiomas. El inglés se da por supuesto pero además hablan alemán y ruso”. Chapurrean, explica, algunas palabras en español, un idioma y un país que gusta mucho entre los polacos. “Les encanta Antonio Banderas, Marbella, Sevilla, Granada e Islas Canarias; siempre que tienen vacaciones van a alguno de estos destinos”. Su conocimiento del polaco –“que es dificilísimo”- le permite sobrevivir y el manejo del inglés, desenvolverse en la ciudad y hasta ser madre de nuevo.

“Creemos que estamos en el final de este destino pero sabíamos que esto era cuestión de años”, así que no había otra opción que adaptarse y seguir con su vida familiar. A pesar de cuánto echa de menos a su familia, el mar y la luz, Trinidad volvería a repetir experiencia. Y eso que han pasado por momentos duros, sobre todo, con su hija mayor, a la que le ha costado adaptarse. Hoy la pequeña Trini habla tres idiomas (español, polaco e inglés) y está feliz. “El carácter de la gente es seco pero los polacos son muy educados y eso es algo que me gusta mucho”.

Eso y la posibilidad de criar a sus hijas en un entorno más natural porque, a pesar de que viven en la capital, su casa está en una zona joven de la ciudad con muchos parques, bosques y hasta un río con patos. “Conocer otro país, otra cultura es una experiencia que volvería a repetir. Polonia, además, me ha permitido criar a mis hijas en un entorno más natural y me ha permitido ser madre de nuevo porque en España, no hubiera podido con la falta de conciliación laboral que hay”. No tienen claro cuál será su próximo destino pero sí la certeza de que “volver a Cádiz es imposible”.

Reconoce que, a pesar de que su vida se trastocó, han tenido suerte: una oportunidad de reciclarse, un buen puesto en el extranjero y tiempo para poder adaptarse. Se sienten “expatriados” porque llegaron ya al destino con un trabajo y saben que volverán. Otras familias no tienen la misma suerte.

Sobre el autor:

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Vanessa Perondi

Periodista.

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