El Carnaval de Cádiz llora a Pepi Mayo, la mayor leyenda que la costura haya dado a la fiesta

La célebre creadora de tipos, disfraces o todo tipo de atuendos artísticos o tradicionales fallece a los 86 años tras obtener todos los premios y reconocimientos posibles en una carrera profesional de cuatro décadas

Pepi Mayo, en una fotografía familiar durante la inauguración de su popular tienda.
Pepi Mayo, en una fotografía familiar durante la inauguración de su popular tienda.

Algunos nombres se hacen tan grandes que se convierten en un género, en un gremio por sí mismos. En Cádiz, en la creciente afición a su Carnaval, mencionar a Pepi Mayo era suficiente para saber de qué se hablaba. Sobraba mencionar su capacidad, su trayectoria o su oficio. 

Josefa Mayo Rivera era la mayor leyenda de la fiesta gaditana desde la costura, desde el tipo y la creación del atuendo de las agrupaciones. Fue la primera especialista en el vestuario de coros, chirigotas, comparsas y cuartetos. También de particulares que pretendían disfrutar la fiesta disfrazados.

Su tienda en la calle Libertad, en el entorno del Mercado Central de Abastos, fue una visita obligada durante tres décadas. Pepi Mayo (Cádiz, 1937-2023) ha fallecido a los 86 años de edad. Fue esposa de Manuel Fernández Cabeza y madre de tres hijas.

Su vínculo con el Carnaval comenzó de forma casual, durante las Fiestas Típicas Gaditanas. Durante la década de los 60, apenas con 25 años, llamó la atención por realizar espectaculares disfraces a sus hijas, muy niñas entonces. Arrasaba en los concursos de la época. Todos los premios eran suyos, año tras año.

Su vínculo con el Carnaval comenzó de forma casual, al disfrazar a sus hijas pequeñas, pero fue tal su éxito que llegó a vestir a 220 agrupaciones, figuras del flamenco, el teatro y el pop

Su pequeña celebridad local fue tanta que unos años después, en 1975, comenzó a recibir encargos profesionales para el vestuario de cantaores, actores de teatro y participantes en distintos eventos. Hasta los, por entonces, celebérrimos Enrique y Ana figuraron en su larga lista de clientes. Con el tiempo, los trajes tradicionales de piconera o las mantillas también se conviertieron en parte de su extenso catálogo.

De forma paralela, ya con su tienda abierta, se especializó en Carnaval. Hasta 220 agrupaciones llegó a vestir entre los años 1975 y 2008, cuando decidió jubilarse. No sólo los grupos que acudían al Concurso del Falla le reclamaban, también la organización de la fiesta le encargó durante años los trajes, vestidos y complementos asociados a la quema del Dios Momo, el pregón o la proclamación de diosa (figura ya desaparecida).

Obtuvo el reconocimiento de peñas y colectivos de toda Andalucía, de Gibraleón a Chipiona, de Almería a Huelva y se alzó con la Aguja de Oro del Flamenco,en el año 1999. Un año antes había ganado la del Carnaval.

En el año 2006 recibió el galardón anual del Ayuntamiento de Cádiz a la Mujer Trabajadora, cinco años después, la Medalla del Trimilenario de la Ciudad y el título de Hija Predilecta, siempre de carácter municipal. 

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J. L.

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