Alberto Gil ha roto una barrera histórica al convertirse en la primera persona con síndrome de Down en España en realizar prácticas dentro de la Guardia Civil. Su incorporación, que se prolongará durante nueve meses, se enmarca en un programa de inclusión sociolaboral y ha situado a la Comandancia de Cádiz en el centro de un proyecto pionero.
El joven, que desarrollará tareas de lunes a jueves, ha comenzado con las funciones propias de cualquier ordenanza. Más adelante pasará por distintos departamentos, donde asumirá responsabilidades relacionadas con la logística y el reparto de uniformes. Él mismo ha explicado el alcance de su trabajo: “Estoy aquí para hacer mis prácticas de ordenanza, vigilar las llaves, doblar las ropas y llevar los sobres a sus sitios de su lugar”.
Inclusión en entornos reales de trabajo
La experiencia de Alberto es fruto de un convenio de cooperación entre la Guardia Civil de Cádiz, a través de la Secretaría de Estado de Seguridad, y la Asociación Síndrome de Down de Cádiz y Bahía Lejeune. El objetivo no es otro que favorecer la inserción laboral y la plena inclusión social de personas con síndrome de Down y otras discapacidades intelectuales mediante actividades formativas adaptadas a sus capacidades.
El acuerdo comenzó a materializarse este pasado martes, con la llegada de Alberto a la comandancia para iniciar su periodo de prácticas. Durante el curso, se encargará de labores administrativas y protocolarias, siempre acompañado de tutores que velarán por su adaptación y progreso en el entorno laboral.
La Asociación Lejeune, creada en 1992, lleva más de tres décadas trabajando para promover la igualdad de oportunidades y mejorar la calidad de vida de personas con síndrome de Down en la provincia. Este convenio supone un paso más en esa trayectoria, reforzando el compromiso con la inclusión sociolaboral en escenarios reales de trabajo.
El caso de Alberto no solo abre puertas a nuevas iniciativas similares, sino que también envía un mensaje de normalización. Su presencia en la Guardia Civil demuestra que la inclusión no es un ideal abstracto, sino una realidad posible cuando se dan las condiciones adecuadas y se apuesta de manera firme por la diversidad.