En el cuarto de los toreros de la Venta de Vargas, Alonso Núñez Núñez, Rancapino, calienta la voz con Rampli a la guitarra poco antes de empezar su actuación en el patio central de la Venta como hizo muchas noches con Camarón de La Isla. Rancapino no puede dejar de recordar momentos con su amigo y aquellas juergas con el Chato de La Isla, Pericón de Cádiz o La Perla. Él, José y Juan Farina iban todas las noches a buscarse la vida y cuando los señoritos llegaban del Pay Pay a las tres de la mañana, ellos actuaban y “nos daban un regalito”.

“Nosotros estuvimos toda la vida juntos. Aquí y en Madrid”. En Torres Bermejas, donde ya Camarón iba de estrella, y en su piso de Doctor Fleming. Rodeado de carteles taurinos, Rancapino recuerda con una sonrisa de oreja a oreja cuando de jóvenes iban a los tentaderos. En una ocasión él llevaba un traje azul que le habían hecho y pidió a José que le cambiara los pantalones porque iba a torear. “A los dos nos gustaban mucho los toros pero yo era el torero. No veas cuando yo lo vi salir con una muleta y mis pantalones nuevos”.

Su actuación en la madrugada del 2 de julio ha sido el broche de oro que la Venta ha puesto a los actos conmemorativos organizados con motivo del fallecimiento de Camarón. Cuando se le pregunta por aquel día, Rancapino cambia el gesto. “Yo estaba en Chiclana y no me lo podía creer”. “Camarón era más bueno como persona que como cantaor y eso que era el más grande”, dice el amigo. “Era muy noble, no le gustaban las bullas, se apartaba de la gente”. “La vida no debería haberse llevado a un genio como él”, dice el artista.

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Vanessa Perondi

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