Espectros de la movida. Por qué odiar los años 80 es el nuevo ensayo del periodista y ensayista Víctor Lenore, una apelación a la década de los ochenta de quién ya revolucionara la discusión cultural con el célebre Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural, publicado por Capitán Swing.
Este nuevo nadar a contracorriente de Lenore, especializado ya en estas lides, desmenuza con tino la construcción sociocultural de los años 80, despojándola del mito y dejándola en cueros de cara al lector. Lejos de la nostalgia que impregna cientos de productos culturales hoy en día, el autor presenta un elaborado documento que sirve, cuanto menos, para repensar los discursos oficiales en torno a “la movida” y sus actores principales.
Todo su espectro cultural pasa por el polígrafo de Lenore, que no duda en señalar nombres y apellidos de lo que considera una década que sirvió para adormilar a la población en cuanto a aspiraciones políticas transformadoras se refiere. Lo que se llamó —y se llama— despolitización del sector cultural, lo renombra el autor como la semilla del neoliberalismo (políticos españoles que cogieron con gusto el testigo de Reagan y Thatcher), conformando un pacto tácito entre viejas élites franquistas con la efervescente clase “progre”.
Ese hilo que explica lo desgraciados que somos actualmente a partir de los vivido en los ochenta está muy bien traído y explica algunas claves de la ideología dominante. Es cuando se asocia a la cultura como puro instrumento político cuando el ensayo coge vuelo.
Siendo el PSOE el principal blanco de las críticas, un partido que no dudó en hacer del clientelismo y el tráfico de influencias su forma de vida, también pasan con más pena que gloria Pedro Almodovar, Alaska y Mario Vaquerizo, Joaquín Sabina, Mecano, Calatrava, Antonio de Felipe y muchos otros actores que el tiempo los ha dejado en un lugar tan acomodado económicamente como moralmente reprochable. La cultura se elitizó y se alejó del pueblo (rock vasco o rumba flamenca) para presentarse como una postiza promesa de modernidad.
El primer tercio del ensayo es especialmente demoledor, como si el autor hubiera urdido el discurso mucho tiempo en su cabeza y lo hubiera escrito casi de corrido. El uso de abundantes referencias a entrevistas de las época, enfrenta a los mismos protagonistas del ensayo con sus fantasmas presentes, y no los deja precisamente en buen lugar. Esto desvía la mirada del dedo acusador del autor, para ponerla sobre los progres del momento. Ellos mismos se señalan.
El brutal ensayo de Lenore (nuevo columnista de VozPópuli), acusado por sus detractores de falta de rigor, se alinea a una corriente crítica con la transición española y saca los colores de nuestro pasado no tan reciente, del que de alguna forma, todos formamos parte. Segmentado en un gran número de episodios y con una cuidada edición en Akal, Lenore sigue postulándose como un crítico sin complejos contra las corrientes culturales dominantes, mal que le pese al sistema. No muchos se atreven a dar ese paso.
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