Fue hace no mucho cuando la principal arteria de Jerez fue devuelta a los peatones.

Fue hace no mucho cuando la principal arteria de Jerez fue devuelta a los peatones. Concretamente dos décadas. A partir de las obras de adaptación de esta vía al uso exclusivo del peatón, la calle Larga ha cambiado mucho: desde su adoquinado —más moderno , sin acabar de conjugar con el entorno del centro histórico— hasta su oferta comercial, tan distinta hoy de la de décadas atrás, en la que eran protagonistas los cafés y los grandes almacenes. Pese al revuelo e indignación que causó en un primer momento su peatonalización —un debate que se extiende desde la Transición—, nadie entiende ya este espacio sin estar a disposición del peatón.

Paralela a la muralla —en algunos bares aún se puede tocar—, desde la Puerta de Sevilla hasta la Puerta Real, y anexa a la judería de la ciudad, se empezó a construir en ella de forma adosada ya en el siglo XVI. Desde entonces y hasta la actualidad, se ha conocido como calle Larga, pese a que durante algunos años del siglo pasado llevara el nombre de Duque Almodóvar del Río —por José Manuel Sánchez y Gutiérrez de Castro, político liberal jerezano en la época de la Restauración—, Manuel Azaña —solo en los últimos meses de la II República, en el transcurso del gobierno del Frente Popular— y José Antonio Primo de Rivera —a partir de 1937, tras el golpe y durante la dictadura—.

En esta vía se siguen conservando grandes y hermosas obras de arquitectura civil jerezana, algunas más modernas que otras, como el Gallo Azul, obra de Aníbal González y que data de 1928. También fincas y palacios, como los que se sitúan en torno a la Rotonda de los Casinos o los que han sido o son utilizados por multinacionales del sector textil en toda la calle, por ejemplo el Palacio del Marqués de Villamarta, del siglo XVI, reformado por el arquitecto municipal Hernández Rubio en los años 20. La casa natal del compositor jerezano Germán Álvarez Beigbeder, en los números 54 y 56, la mítica farmacia del número 28, el propio Gallo Azul como establecimiento hostelero o La Moderna son algunas de las singularidades que, pese al paso de los años, se siguen conservando en pleno siglo XXI.

No en vano, es muy difícil imaginarnos el bullicioso y ajetreado ambiente que tendría la calle Larga a comienzos del siglo XX, con sus casinos, sus joyerías, sus librerías o sus numerosos bares, restaurantes y/o cafés cantantes. Cosas que van y vienen y que pese a todo, se siguen conservando, a duras penas, en la memoria colectiva de los jerezanos.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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