A galopar con Marea llena de sorpresas en "San Fernando de mi Camarón"

El grupo de rock duro llena de energía el festival Bahía Sound en el centro comercial Bahía Sur con sus letras poéticas de antaño y de su último trabajo 'Los potros del tiempo'

Espectacular ambiente en el festival Bahía Sound.   Foto: BAHÍA SOUND
Espectacular ambiente en el festival Bahía Sound.   Foto: BAHÍA SOUND

Pureza. Lo que estaban a punto de presenciar las personas que esperaban en el aparcamiento de Bahía Sur en San Fernando era rock español. Sin trampa ni cartón. Sin adornos ni arreglos. Voces desgarradas, riffs de guitarras y poesía. Es la fórmula mágica que este sábado ha hecho temblar al Bahía Sound a la luz de una luna casi llena que parecía haber cogido el mejor sitio para dejarse llevar por la Marea. No sin antes coger una buena Bocanada de aire.

La Isla ha arropado a estos dos grupos navarros, de Berriozar, que llevan un puñado de años de giras, carretera y muchos, pero que muchos cigarros a sus espaldas. Una madre sujetaba a un niño, de unos 8 años, en sus hombros. Su pequeña camiseta anunciaba a quién habían ido a ver mientras Martín Romero ya se había quitado la suya. 18 años y más de 200 conciertos cumple Bocanada, telonero con vida propia que lo dio todo y más.

Sudor, tabaco y cerveza caracterizaban a un público que, diría que no esperaba —o sí— que Martín, el hermano pequeño de los Romero, se echara agua en la cara, se tomase un chupito y acabase exhausto y empapado. Eso sí, sin perder una enorme sonrisa que transmitía buen rollo hasta a las moscas. Risueño y dando vueltas sobre sí mismo, el músico gozó. Se tiró al foso, haciendo sudar al personal de seguridad, y cantó entre un público entregado que no pudo resistirse a pedirle “otra, otra”.

Martín Romero, de Bocanada.
Martín Romero, de Bocanada.   BAHÍA SOUND

Martín cumplió, y una hora más tarde, allí estaba de nuevo, pegando saltos por el escenario junto a su hermano de sangre, José Carlos Romero, Kutxi, con el que entonó Como los trileros. Después, acabó lanzándose al público a lo estrella de rock duro. Pero antes de ese momentazo, Marea comenzó a cabalgar en Los potros del tiempo, su octavo disco en más de 25 años Sin riendas por las tablas.

Saliva convertida en versos con los que la banda demostró que es una superviviente en una marea de desconcierto musical o de infinita creatividad. Ya no existen esos grupos que estaban en la escena cuando en 1997 los cinco jinetes del apocalipsis asomaron la cabeza. “Queremos mantener el ascua viva por si a algún chaval se le ocurre arrimar el palito y encender de nuevo una hoguera de rock and roll”, dijo Kutxi, copa en mano, en mitad de este viaje frenético que arrancó con la taranta del cantaor flamenco El Cabrero, palabras que inspiraron este último trabajo.

“Los potros del tiempo pasan, que nadie los puede parar, parece que no te alcanzan pero te dejan atrás, porque son de pura raza”, resonó junto al centro comercial y la marisma. Después brindaron Otra cicatriz, Más me duele a mí o Se acabó el baile, temas nuevos que se fundieron con los clásicos, esos que ya han cantado hasta la saciedad. “No os vais a enterar porque son iguales que las viejas”, dijo el navarro en referencia a las canciones con tan solo un año de vida.

Kutxi Romero presentó 'Los potros del tiempo'.
Kutxi Romero presentó 'Los potros del tiempo'.   BAHÍA SOUND

Mierda y cuchara, El temblor, Manuela canta saetas o Que se joda el viento enloquecieron a fans veteranos, a abuelas y a niños que no quitaron ojo a los dedos de David Díaz, Kolibrí, el guitarrista. “Díselo con las manos”, le decía Kutxi a su compañero mientras se encendía otro cigarro y un séquito de melenas se movían al ritmo de las cuerdas.

El mayor de los Romero —un Leiva, si recordamos a otros hermanos juntos en escenarios— caminaba sosegado como Pedro por su casa. “Qué dice San Fernando de mi Camarón”, comentó mostrando orgulloso el rostro del creador de La leyenda del tiempo que tiene tatuado en su brazo derecho. Y “qué alegría mi Andalucía de mis podridas entrañas”.

Estaba a gusto. En su salsa, disfrutando de ese aniversario en el que prometió cantar “dos millones cien mil de canciones”. En la lista no faltó Corazón de mimbre, tema con el que sorprendió cuando su hijo Aaron Romero subió al escenario confirmando la sangre que corre por sus venas. De tal palo, tal astilla. Marea tampoco se olvidó de desear Buena muerte a los presentes ni de hacer vibrar con La rueca o La luna me sabe a poco.

Eduardo Beaumont 'El Piñas', durante el concierto.
Eduardo Beaumont 'El Piñas', durante el concierto.   BAHÍA SOUND

Unos saltaban, otros sudaban y otros, con los ojos cerrados, se dejaban llevar por un directo que tenía a todos embobados entre buchito y buchito. Sin soltar el bajo, la voz de Eduardo Beaumont, al que coreaban “El Piñas”, irrumpió con Trasegando. Después, Kutxi volvió a tomar las riendas del micro para dedicar su particular versión de El Trompo, de Barricada, a Javier Hernández, alias Boni, fundador fallecido de esta mítica banda. “El pájaro de fuego se nos fue”, pero su guitarra sigue sonando en los conciertos de Marea desde que su compañera se la cediera.

Kutxi acabó arrancándose con un fandango que cantaba su abuelo y que le recordaba a Boni, quizá porque sus pies pisaban suelo andaluz o simplemente se dejó guiar por el corazón. Porque como defiende el rockero, hace las cosas tal y como las siente. Por eso, lo mismo tarda ocho años que tres en hacer un disco.

Cuatro minutos “para mear” en los que al público le dio tiempo de cantar a pleno pulmón El vals del obrero de Ska-p, ese que sonó en Barbate hace unas horas. Después hubo tiempo para Esa puta soledad, En tu agujero, unos versos del poema El pez más viejo del río de Miguel Hernández y hasta Caí de la Niña Pastori.

Los acordes de 'Kolibrí' revolucionaron al público.
Los acordes de 'Kolibrí' revolucionaron al público.   BAHÍA SOUND

También hubo otra sorpresa. Albertucho subió al escenario poseído por una camisa roja de lunares para entonar una versión aflamencada de Nuestra fosa, otro de los temas del álbum nuevo. Pero eran los acordes antiguos los que revolucionaban al público. “No os olvidéis en vuestra puta vida que soy y seré el perro verde”. Un derroche de energía que no pudo con la banda, que unas horas antes se había puesto las botas en La Casería. Tortillitas de camarones, coquinas, gambas blancas, ortiguillas, cazón en adobo y “43 jarras de tinto con limón” para poder aguantar las cerca de dos horas de concierto. Una lluvia de púas y abrazos para el final de una cita rockera, de esas que aceleran las pulsaciones, disparan los sentidos y dejan agujetas para el día siguiente.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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