La pandemia no puede con el abrazo de la 'gran familia' flamenca del Festival de Jerez

De México a Singapur pasando por Kazajistán: Jerez cada año acoge a cientos de cursillistas que realizan una inmersión flamenca completa entre teatros, tabancos y estudios de baile. lavozdelsur.es asiste a una clase magistral realizada por Manuel Liñán, que entre la nostalgia y la alegría, ha enseñado la técnica y estilo de las guajiras con abanico

Cursillistas de 'Técnica y estilo de la guajira con abanico', impartido por Manuel Liñán en el Festival de Jerez.
Cursillistas de 'Técnica y estilo de la guajira con abanico', impartido por Manuel Liñán en el Festival de Jerez. MANU GARCÍA

Jerez repliega su magnetismo cuando todos los años atrae a cientos de cursillistas llegados de todas las partes del mundo en las semanas en las que se celebra el festival. Esta vocación de lugar de encuentro y abrazo, de casa hospitalaria y abierta, es el mérito más intangible y a la vez más palpable de los que posee el Festival de Jerez. Por mucho que se quiera, no es fácil que un evento transcienda de la parte programática y tenga un calado humano de tanto arraigo.

En Jerez, los cursos del festival, con sus talleristas y cursillistas, han provocado que se genere una comunidad afectiva con un vínculo casi indestructible entre los miles de aprendices y profesionales que cada año son atraídos por este imán flamenco llamado Jerez. Son ellas y ellos los que recorren medio mundo para venir, los que planifican sus vacaciones según el calendario del festival, los que aprenden de los mejores maestros y del resto de compañeros, los que llenan con respeto, curiosidad y admiración la ciudad, las salas y los teatros. Una comunidad que demuestra que el flamenco no tiene fronteras y que su lenguaje es universal.

Una de las cursillistas del Festival de Jerez, en la Sala Paúl.   MANU GARCÍA
Una de las cursillistas del Festival de Jerez, en la Sala Paúl.   MANU GARCÍA

Los artistas del festival, a veces vienen con sus espectáculos y otras dispuestos a compartir todo lo que saben; a veces enseñan y otras aprenden. Muchos de los artistas que hoy llenan el Villamarta, han crecido en el festival. Marco Flores o Mercedes Ruiz comenzaron su andadura como cursillistas. Quizás mucho de los que hoy vienen aspiren a ocupar en el futuro un hueco sobres las tablas del escenario principal de la ciudad.

Los cursillistas llegan desde Japón, Estados Unidos, Francia, Brasil, Canadá, México, Israel, Noruega, Singapur, Argentina, Corea, Finlandia, Sudáfrica, Kazajistán, Turquía, Guatemala, India o Taiwán, entre muchos otros. Angelita Gómez, Javier Latorre, Andrés Peña, Leonor Leal, Daniel Doña, Olga Pericet, Rafaela Carrasco o Ana Morales son algunos de los maestros que forman parte de la familia.

El flamenco tradicional y el más contemporáneo se dan la mano, cada vez más liberado y con menos prejuicios. Maestros de La Plazuela o del barrio de Santiago, de Sevilla, Granada, Córdoba o Madrid, se encuentran con esta multiculturalidad flamenca que siempre está en continua expansión. En los cursos se aprende técnica, tiempo y compás, pero también se habla de los sentimientos que impulsan cada movimiento. Como dijo el maestro Juan Antonio Tejero desde su estudio del barrio de San Mateo: “Tenemos que sentir que nuestro corazón bombea a un ritmo diferente cuando bailamos. El lenguaje del flamenco es el lenguaje de la vida”.

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Manuel Liñán impartiendo su curso de guajiras con abanico.   MANU GARCÍA

A pesar de esta pandemia, el Festival de Jerez tiene la suerte de no haber cancelado ninguna edición. La de 2020 culminó tan solo unos días antes del estado de alarma y la de 2021 está a punto de terminar, algo que sin duda hay que celebrar. Sin embargo, si hay algo que realmente llama la atención en este atípico 25 aniversario y que nos recuerda que algo ha cambiado, es que Jerez echa de menos a sus cursillistas. Han venido, sí, pero se nota el hueco de los que no están.

Así lo expresa Manuel Liñán, que durante esta semana ha impartido en la Sala Paúl el curso de ‘Guajiras con abanico’. Manuel Liñán marcó un hito la edición pasada con su ¡Viva!, que obtuvo el Premio de la Crítica.

"La motivación de los cursos es constante"

Fue casi lo último que vivimos antes de entrar en el confinamiento. De ese momento apoteósico con un Villamarta repleto, a este curso con límite de aforo en la Sala Paúl, han pasado 14 meses de incertidumbre, pero aun así, Manuel reconoce la importancia de que el festival y sus cursos hayan podido celebrarse: “Ha ido bien, pero echando mucho de menos el festival al 100%, la gente andando por la calle con la ropa de ensayo, las clases llenas… pero por lo menos se ha hecho, y eso ya es un gran esfuerzo”.

“Los cursos te hacen estar en un círculo donde no tomas una clase y te vas a tu casa, luego te vas al teatro. La gente sale muy motivada y luego llegan a clase con muchas ganas de aprender. Hasta yo mismo cuando salgo con ganas de meterme en un estudio o en una clase a bailar”,  añade Manuel. “La motivación es constante. Además, las clases de aquí con música en directo son muy importantes para la formación”, concluye.

También hablamos con Colin, parisina que vuelve por segundo año al festival, aunque en Jerez ha estado más veces, ya que se introdujo en el mundo del flamenco hace siete años y desde entonces ha venido a lo largo de varios veranos. “El nivel es un poco alto para mí, la memoria y la velocidad a veces me fallan, pero da igual, estoy aprendiendo mucho y eso es lo que importa”.

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Cursillistas del Festival de Jerez en la edición del 25 aniversario.   MANU GARCÍA

Algo que resulta sorprendente es el nivel de conocimiento que tienen los cursillistas. En las conversaciones que se forman en la puerta del Villamarta o en el bar La Manzanilla o el tabanco La Reja, siempre analizan los espectáculos hablando de si les ha gustado más tal o cual palo que han bailado los artistas. Colin, por supuesto, también despliega su conocimiento: “He visto a Rocío Molina, a La Moneta y a Andrés Marín, me han gustado mucho por motivos diferentes, pero lo que más me sorprende es que este año parece el año de la farruca, los tres bailaron farrucas increíbles”. ¿Su próxima parada en Jerez? Este verano, para bailar con Mercedes Ruiz.

Magdalení viene de Grecia. Una amiga, otra cursillista, le recomendó la experiencia y aquí se ha plantado. Como decía Fermín Lobatón en una entrevista reciente, “los cursillistas son unos grandes embajadores”. En este caso se cumple, y desde Atenas a Jerez, la inmersión está siendo completa: “Me gusta muchísimo todo, no podría elegir”.

"Lo mejor del festival son los amigos que te llevas"

A su lado está Gabriela, otra cursillista que lleva nada menos que 15 años viniendo a Jerez: “Estoy muy feliz, lo decidí a última hora por la situación tan complicada que estamos viviendo, pero aquí estamos. Por la mañana en clases con La Moneta y por la tarde con Manuel Liñán”. ¿Lo que más le gusta? La atmósfera tan especial, conocer a gente de tantos países y que se conviertan en amigos.

Hay algunas afortunadas que este año han podido estar presentes, pero muchas otras viven el festival con nostalgia desde fuera. Lola es una extremeña afincada en Berlín, cursillista ya habitual del festival. Tanto es así, que en La Reja preguntan por ella, “¿este año no viene la chica de los rizos?” apunta el camarero. Ni Lola ni tantas otras han podido hacer su parada habitual, a abarrotar de aplausos un teatro que seguro también se pregunta dónde están. La calle Mesones, el callejón entre El Pasaje y La Reja, tiene menos gentío del habitual, no se escucha tanto acento y lengua diferente por la ciudad, no vemos ese ambiente tan particular que otorga este fenómeno llamado los cursillistas del festival. Nadie tiene dudas que muy pronto volverán. 

Sobre el autor:

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado en la gestión y comunicación de proyectos como el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, la Feria del Libro de Sevilla, el Festival de Jerez o el Festival de Cine Europeo de Sevilla; en espacios como la librería Caótica y en proyectos como Luces de barrio. Con especial interés por los programas que unen diferentes puntos de la cultura a través del encuentro, la investigación y la mediación, así como plena vocación por el mundo editorial, librero y literario.

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