Antonio El Pipa: "El aplauso es adictivo"

El bailaor jerezano, un clásico de la danza flamenca, estrena 'Estirpe', este sábado en el 24 Festival de Jerez. "Los artistas no somos marionetas. Somos independientes", advierte sobre la relación flamenco-política

Antonio El Pipa, tras la conversación con lavozdelsur.es en la sede del Consejo Regulador del Vino. FOTO: MANU GARCÍA
Antonio El Pipa, tras la conversación con lavozdelsur.es en la sede del Consejo Regulador del Vino. FOTO: MANU GARCÍA

Antonio Ríos Fernández, Antonio El Pipa (Jerez, 1971), va camino del medio siglo bailando. Bailaor, coreógrafo y maestro. Está fresco como el primer día, porque quizás ya es más consciente de las limitaciones y las ventajas de haberse convertido en eso que llaman un clásico. Sus ojos claros te miran fijos y sinceros cuando responde. Tras ellos, premios, éxitos, reconocimientos, Cristina Hoyos, Lola Flores, La Tati, Antonio Vargas y muchos otros grandes nombres y teatros que llenaron a su paso.

Desde que Manuel Morao lanzara a este gitano de Santiago al estrellato en el inolvidable espectáculo Esa forma de vivir, que incluso le llevó a la cartelera de Broadway, el nieto de Tía Juana la del Pipa no ha parado de reivindicar una forma muy personal y esencial de entender el arte flamenco, y una manera de ponerse las botas y moverse imperial por los escenarios.

Su compañía tiene ya más de dos fructíferas décadas a sus espaldas y regresa al Festival de Jerez, en su 24 edición, para estrenar Estirpe. Acompañado del cante de tres grandes voces jóvenes, Antonio Reyes, Jesús Méndez y Samuel Serrano, El Pipa promete bailar lo que le dé la gana, "sin más historias", y con el único convencimiento de seguir siendo fiel a sí mismo y a su público. No es que venga de vuelta es que ha entendido que, entrada la madurez, ya solo tiene que rendirse cuentas a sí mismo.

De nuevo en su tierra.

Gracias a Dios. Aquí estamos.

Incombustible. ¿No se cansa?

Espero no hacerlo. Creo que es imposible, el baile es la energía que necesito para seguir viviendo.

¿Qué queda del Antonio El Pipa de ‘Esa forma de vivir’?

Wow. Creo que, sobre todo, las ganas y la ilusión por bailar. Es lo que me hace seguir adelante; porque sigo teniendo las mismitas ganas de bailar que cuando era un niño, y eso es una alegría para mí, porque el día que no lo sienta, no lo haré. Hasta ahora es lo que me motiva: las ganas y la ilusión por seguir bailando.

¿Se le vienen habitualmente imágenes de esos comienzos?

Sí, por supuesto. Y además está ahí el maestro [señala a Manuel Morao, sentado en un banco cercano a donde se produce la entrevista, en la Casa del Vino]… imagínate, claro que sí. Él fue el que me dio la oportunidad. Ahí había un niño con muchísimas ganas de bailar, muy inquieto, que solo se quería desarrollar como persona, aunque no lo tendría claro entonces, pero que solo quería bailar. Era el juego que había tenido desde niño en mi barrio, en Santiago, donde se cantaba, se tocaban las palmas y se daban dos replantes por bulerías, y eso fue lo que me hizo llevarlo a escena sin ninguna otra pretensión. Era llevar mi juego de adolescente a un escenario, me sentía muy gallito y muy pavo real cuando bailaba porque me hacía sentir muy bien, llenaba mi ego como adolescente… sentaba muy bien.

Y el aplauso…

El aplauso se convierte en algo adictivo. Totalmente. Seguimos necesitándolo, yo sigo necesitando escucharlo, sentirlo. Y sentir los nervios como hoy mismo, un día antes del estreno en el que se me seca la boca cuando hablo. Eso sigue pasando y eso es algo que necesitas.

Era llevar mi juego de adolescente a un escenario, me sentía muy gallito y muy pavo real cuando bailaba porque me hacía sentir muy bien, llenaba mi ego como adolescente

¿El reconocimiento y el cariño del público están pagados?

Vivo de mi profesión, porque no he conocido otra, pero no solamente me refiero a nivel económico, sino a nivel emocional. Necesitas al público porque es parte de esa magia que se crea en el teatro, necesitas del cariño porque son finalmente quienes llenan el teatro, y entonces es una espiral donde entras y creo que no sales, ¿no?

El Pipa, en la rueda de prensa previa del Festival de Jerez, junto a Samuel Serrano (i) y Rafael Riqueni, este viernes. FOTO: MANU GARCÍA

Usted ya decía hace más de veinte años que sobraba técnica y faltaba pellizco en el baile. ¿El baile de alguna manera se ha convertido en un deporte en estos años?

Un poco acrobático, ¿no? Yo creo que la técnica tiene que estar a favor del arte, por y para el arte, nunca al contrario. Desde hace muchísimo tiempo creo que la gente pelea por ser más técnico y por tener más conocimiento de la técnica; yo siempre, desde muy pequeñito, quise conocer la técnica para poder despedirme de ella, para poder decirle: encantado de conocerla, ha sido un placer. Después de haberla conocido, decidí ser más amigo de quien yo quiero, que se llama arte. Esa siempre fue mi forma, mi motivación, mi manera de sentirlo, y hoy, después de no sé cuántos años más tarde, nada ha cambiado. Sigo estudiando en mi estudio, sigo en mis ensayos, sigo intentando corregir mis hombros, mi pelvis… pero para que eso después me haga sentirme seguro en escena, me permita desarrollarme como bailaor, no para estar pensando en eso.

¿Se echa en falta bailar sin más historias, sin más argumentos?

Las reglas del mercado, quizás, hacen que los artistas estemos siempre en qué hacer nuevo para sorprender. No me siento excluido de esa historia, y claro que me pasa, si no, no habría cerrado dos décadas con la compañía. Siempre estás buscando qué hacer, qué no hacer, cómo impresionar, pero después de haber cumplido veinte años con la compañía me lo pregunté: ¿y ahora qué? Pues ahora sencillamente lo que quiero es bailar, y bailar como me dé la gana, como me apetece, sin pensar más que en mí. Para eso cojo un elenco artístico que me daña las tripas, que me provoca y me hace sentir el baile. Espero que esto que te digo realmente funcione, y que primeramente funcione para mí. Con Estirpe solo quiero compartir lo que siento después de tantísimos años en esta profesión, o mostrar una nueva visión después de volver a empezar como compañía, bailaor, aspirante, ilusionado… como si tuviera lo que no tengo: 20 años. Pero así me siento y eso es lo que quiero.

Las reglas del mercado, quizás, hacen que los artistas estemos siempre en qué hacer nuevo para sorprender. No me siento excluido de esa historia

¿La madurez da otras ventajas, no?

Por supuesto, por supuesto. 

A lo mejor uno ya mete menos los pies, pero hay otras poses y silencios…

Por supuesto. Ya mi preocupación no es hacer dobles, ni triples con los pies, como podrás imaginar… para eso, que lo hagan los niños que tienen veinte años…

¿Eso también hay que asumirlo?

Claro, por supuesto. Creo que la vida, como todo, es cíclico. Y el arte lo es. Los artistas sentimos por ciclos, según te lleva la vida. No es lo mismo tener 18 años y querer bailar, a tener 30 o 40. No es lo mismo. Afortunadamente. En mi caso, son muchos años en esta historia y de algo me habrán servido. Cómo has ido creciendo, cómo ha ido evolucionando mi forma de sentir y pensar el arte, espero que hayan servido para algo y espero que el público lo sienta. Aunque sería falsa modestia decir eso: no lo espero, me lo ha ido demostrando y me ha ido respondiendo en estos años. Así que ojalá se vuelvan a emocionar conmigo porque el primer emocionado sea yo. 

¿Ahí está la verdad, ser fiel y creer en uno mismo?

Creo que sí. Lo primero en esta historia es sentirla, creerla, gozarla. Y si esas cositas tan bonitas te pasan y las compartes con el público, ¿qué más queremos?

Los tóxicos dejaron de ser y dejaron de estar en el momento en el que sentí que eran tóxicos

En el balance de tantos años, ¿ha habido mucho elemento tóxico?

Haberlo haylo; ha habido de todo, y afortunadamente ha habido mucha más gente buena para mi compañía y para mí que mala. Pero los malos, por supuesto, que ya no están. Los tóxicos dejaron de ser y dejaron de estar en el momento en el que sentí que eran tóxicos.

¿Sobra politiqueo en el flamenco? Se ha hablado recientemente de que su nombre sonaba para dirigir el Ballet Flamenco de Andalucía, aunque finalmente seguirá al frente Úrsula López.

Creo que sobra politiqueo en el arte en general. El flamenco no escapa de ello.

¿Falta más interés y menos manoseo?

Los artistas no somos marionetas. No necesitamos que nos manejen con hilitos desde arriba. Los artistas somos independientes, somos creativos, somos creadores, somos luchadores. Llevamos al mundo nuestro propio arte. El artista comparte su arte y es ahí, a los que corresponde, donde tienen que tomar nota. Nosotros no tenemos que hacer más de lo que hacemos. Desgraciadamente, no entiendo de política. Y te digo desgraciadamente, porque me encantaría saber y conocer, y me encantaría algún día tener un debate político, pero soy lego en la materia. 

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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