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Le han hundido la mirada que arrastra por el suelo, baldosas grises y negras, la punta de sus zapatillas de fieltro. Mira sin ver, abotagada en tranquilizantes. Bajo la luz turbia de las claraboyas, su silueta va y viene a lo largo del pasillo, pidiéndole un cigarrillo, una y otra vez, a los mismos celadores, a cualquier otro interno.

Abro el cigarrillo,

como si fuera una hoja de tabaco

y aspiro ávidamente

la ausencia de tu vida

En la confusión de su cabeza, la poesía no le abandona, tampoco las ganas de fumar. Tendrá que esperar a que llegue el día de visitas y alguien le regale alguna cajetilla. A veces le visitan amigos o familiares, otras sombras: su padre difunto con su  traje beige y su maltrecha carpeta de cobrador de seguros, evanescentes fantasmas que se asoman a su pasado… Su calvario comenzó en 1947, allí se abriría el expediente clínico de Alda Giuseppina Angela Merini, natural de Milán, con fecha de nacimiento el 21 de marzo de 1931.

Una enfermera  le requisaba sus pertenencias, su bolso de piel, un pañuelo de raso, su collar de perlas… La desnudan y le visten una camisola cuyas mangas se atan a la espalda, certificando su ingreso en el viejo manicomio de la ciudad.  “Terror, odio, sombra y muerte” más de treinta electroshocks de bienvenida, “salir viva de allí era un milagro, allí se entraba para morir”. Toda su vida la pasó entrando y saliendo de psiquiátricos, su estancia más prolongada de 1961 a 1978. La apartaron de sus cuatro hijas. “Me castraron mis sentimientos, me hicieron un vegetal”. Decía que se volvió loca por el dolor.

La marca de sangre que deja el poeta sobre la tierra,

son siempre huellas de martirio y de soledad

Descubierta como poeta por Giorgio Manganelli, fiel amigo en los peores momentos que la llamaba “La revivida”, siguió una rara línea anti moderna, lejos de las tendencias que ocupaban la fluctuante actualidad. Sólo unos pocos visionarios pudieron romper con las petrificadas vanguardias, reducidas ya por aquel entonces  a vacuos experimentos nihilistas, tan instauradas  como los academicismos que atacaron. El impulso de su poesía de dos polos, erótico y místico, sí fue un escándalo perdurable, el que provoca los que son capaces de sacrificar su vida a la belleza.

Los más bellos poemas se escriben

sobre las piedras

con las rodillas ulceradas

y  las manos afiladas por el misterio

En su libro de poemas más conocido, “Terra Santa”, las voces surgidas en los abismos  de la locura devuelven  ya un eco de trascendencia. Pero no es hasta el final de su vida que su poesía se hace nítidamente religiosa.

Jesús,

por los que han perdido la mente

y  los principios de la razón,

por los oprimidos

bajo el duro silencio de los mártires,

por los que no saben gritar

porque nadie los escucha (…)

Por los que le suplican al mundo

que no los devaste más

por los que esperan una señal de amor

que nunca llega

Todas las biografías  recogen premios importantes, su nombre estuvo propuesto al  Nobel, pero la verdad es que unos pocos amigos la libraron de la indigencia. Gracias a ellos, pudo morir entre aquellas sus cuatro paredes  pintarrajeadas  con números de teléfono, como una agenda, con sus abalorios, su collar, pintándose los labios, un cigarrillo prendido y un libro abierto.  Alda Merini,  mística y provocadora, alma profundamente carnal,  salía de este gran manicomio del mundo, el día de Todos los Santos  de 2009.

Sobre el autor:

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Eusebio Calonge

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