Aida Rodríguez Agraso, escritora, periodista y responsable del Centro Andaluz de Flamenco, nos presentó al autor, Alejandro Pérez Guillén, una persona de mirada limpia y risueña, de hombre bueno y afable, de escritor que espera mucho de la vida, “de esa cotidianidad que se derrama ante él y de la que sabe recoger hasta las más minúsculas gotas”. Tanto Aida como Josefa Parra destacaron el carácter dinámico y entusiasta de este poeta de Benalup-Casas Viejas. Porque Alejandro, Licenciado en Filología Hispánica, es el encargado de la biblioteca municipal de su localidad y el animador cultural: organiza actividades de promoción de la lectura, creación literaria y encuentros con escritores. Y lo hace con tanto esmero que ya han acudido más de cincuenta escritores a su pueblo. Cada vez que recibe a un autor se lee todo lo que ha publicado hasta el momento. Así que cabe decir que Alejandro es uno de los lectores que más sabe de los poetas y novelistas de nuestro entorno.

Aunque escribe de todo, nos dijo Josefa Parra, en esta ocasión Alejandro nos sorprende, porque hasta ahora ha publicado sobre todo poemarios. En esta ocasión los textos que presenta abarcan varios géneros, como poesía, prosa poética o la reflexión breve, en forma de aforismos. Anteriormente había publicado Entrevista con la palabra (Ayto. Benalup-CV, 1997); Sueños de hadas sin hada madrina (Alhulia, 2003); Monedas de papel (Diputación de Cádiz, 2006); Matar a Narciso (Alfar, 2012) y En manos de Orfeo (Renacimiento, 2014). También es autor de los cuadernillos El cadáver dormido de la historia y Tardes en fuga, del libro de relatos La otra realidad (Aladena, 2009) y ya está preparando otros dos, según nos comentó el propio autor. Alejandro escribe y lee mucho. Además de los clásicos de la literatura, destacó a Pepa Parra y Pedro Sevilla entre sus escritores preferidos.

En Re-flexiones: ejercicios para el corazón, explicó Aida, el autor escruta los sentimientos, lo que nos rodea, la vida misma, con la sabiduría de quien se ha tomado la molestia de reflexionar sobre sí mismo, huyendo de la sensiblería y los lugares comunes, sin ningún rubor para reconocer los errores que uno puede cometer. Cuenta la vida de verdad, lo que a uno le duele de verdad en el alma. Hay valentía y sinceridad en estas páginas, por eso llega hondo. Es una huella vital. Como muestra del tono del libro, Aida nos leyó uno de los textos: “Hay quienes esperan en la comodidad de un sofá que la vida les llene los bolsillos de asombro, que el amor se derrame en la orilla de sus labios, como ese vaso de ginebra que ahoga bajo el hielo el grito enfermo de la soledad. Que el tiempo se apiade de los pusilánimes cuando las horas carecen de memoria. Hay quienes se dejan arrastrar por las circunstancias, como esa nube sin voluntad propia que no tiene más remedio que volar a merced del humor caprichoso del viento. Hay quienes enfocan cada paso como un desafío y cada desafío como el paso cotidiano de sus vidas. Hay quienes tropiezan sin miedo a la caída. Hay quienes caen por miedo al tropiezo. Hay quienes se ponen de pie antes incluso de besar el suelo. Hay quienes sueñan con la certeza de que el pulso se acelera con el riesgo. Yo no sé qué decisión van a tomar ustedes. Yo, definitivamente, me lanzo al vacío”.El título es un juego de palabras, un homenaje a uno de los escritores que admira, Quevedo, nos aclaró Alejandro Pérez. Le gusta jugar con la palabra, de hecho, el próximo libro, también de pensamientos, se titulará Arroparte o el arte de caminar sin ropa. “Uno no disfruta de la vida si no se la toma como un juego”, recalca. Pero éste es un libro que nace del dolor de Alejandro. Escribirlo ha sido para él una forma de terapia. Tras separarse de su pareja, durante cuatro o cinco meses se aisló del mundo: “O me asomaba a la intemperie otra vez o me volvía loco”. Por eso empezó a escribir sobre cómo se sentía, para expulsar aquello que no le dejaba respirar. “Y cometí la imprudencia de subirlo a las redes sociales”. La gente comenzó a interesarse por esas reflexiones, a identificarse con ellas. Le pedían que lo publicara en un libro. Y así lo hizo. El libro cuenta dos años de vida de Alejandro. Habla de sus sentimientos, de sus experiencias diarias, de viejos amores, de sus miedos, de salir a correr para liberarse, de sus amigos, de sexo, de un día de compras,…

El camino incierto de la herida

“Cuando el mundo le saca la lengua a la rutina, no es necesario cerrar los ojos para encontrarse. Cuando uno aprende a convivir bajo el paraguas de las lágrimas, aprecia en toda su magnitud la línea curva de una sonrisa. Re-flexiones: ejercicios para el corazón supone un exceso de imprudencia y de desnudez por mi parte. Aunque también el mapa del tesoro a través del cual he salido indemne de todas las ausencias. Tras la ruptura, el gesto torpe de la duda nos envuelve como esas nubes negras que nos impiden ver el horizonte. He actuado como un náufrago sin más estrella que el desencanto y la palabra ha acudido en mi auxilio, en un período de mi existencia donde no encontraba el norte, y el sur en el que resido no me servía de brújula. Lo más prudente habría sido no publicar Re-flexiones: ejercicios para el corazón, pero el silencio del papel me ha arrancado las espinas de la soledad y del desamor, cuando no contemplaba mayor salida que el desánimo. La literatura me ha salvado de la vida, de modo que, a pesar de confesar que soy una persona tremendamente vulnerable y llena de cicatrices invisibles, he apostado por derramar mis latidos de angustia ante otros ojos. Quizás para alimentar mi ego. Los poetas buscan constantemente el aplauso de los demás. Quizás, porque he conseguido que el dolor se me escape a través de la escritura y la palabra ha adoptado el atuendo sonriente de la esperanza. Quizás, porque confío en que mis páginas puedan llegar al oído de un lector desorientado. Para salvarlo de la misma manera que me he salvado yo. Me he sentido a gusto, sin necesidad de dispararme a los pies, puesto que me he negado a montarme en la noria de mis pensamientos. Me gusto con los cordones atados y el alma desenvuelta. Me gusto con la corbata desatada y el miedo acordonado. Me gusto con una lágrima de más y un abrazo de menos. Me gusto con un pensamiento de menos y un corazón de más. Me agrada compartir mi vida con alguien que me ayude a ver el mundo con sus ojos. Me desorientan los ruidos. Me desorientan los silencios. De la vida me gustan las faldas cortas y mi mirada larga. Para salir airoso de todos mis ataques he contado con el único recurso de la pluma.

Tal vez el amor esté tan cerca de nuestros ojos que no seamos capaces de verlo a primera vista. Tan cerca de nuestro pecho que olvidamos sentirlo, cuando lo tenemos a la altura de un abrazo”.

Sobre el autor:

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Juan Carlos González

Filósofo

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