Cuestas y maniobras de infarto en la Sierra de Cádiz: "Cada gotita de sudor es un alivio para los enfermos"

Los callejones de Arcos brindan escenas singulares como la salida de la Hermandad del Perdón, atractiva por la dificultad a la que se enfrentan los costaleros al salir del templo

La Hermandad del Perdón en Arcos de la Frontera.
La Hermandad del Perdón en Arcos de la Frontera.

Cada callejuela tiene su encanto en la Sierra de Cádiz, una característica que resulta mayor en primavera, cuando huele a incienso y a penitencia. Por sus pronunciadas cuestas que a más de uno les ha hecho sudar, pronto procesionarían las tallas de una cofradía que aviva la devoción desde 1929, año de su fundación. Todavía quedan dos horas para que el Santísimo Cristo del Perdón, María Santísima de la Piedad y San Juan Evangelista atraviese la puerta de la Basílica Menor de Santa María de la Asunción, imponente desde el siglo XIV en Arcos de la Frontera.

Mientras que varios costaleros le dan el último sorbo a una cerveza, algunos vecinos ya se han cogido el mejor sitio para contemplar una salida singular. Impresionante por la bella estampa que regala el esfuerzo de los que van debajo del paso. Plantadas en la calle Gradas, unas mujeres saludan con entusiasmo a la mayoría de nazarenos que llegan al templo con sus capirotes en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Se nota que esto es un pueblo y que aquí todos se conocen.

Bajada de los penitentes en Gradas.
Bajada de los penitentes en la calle Gradas.   P. MERELLO
Expectación por la salida de la Hermandad del Perdón en Arcos.
Expectación por la salida de la Hermandad del Perdón en Arcos. P. MERELLO 

“Mi hermana se ha vestido este año por primera vez”, le dice una vecina a otra que corre detrás de un pequeño ataviado con la túnica. Las 20.00 horas se acerca en este Míercoles Santo de una Semana Santa declarada de Interés Turístico Nacional. Siete siglos de tradición que sigue reuniendo a los fieles frente a las escaleras de entrada a la basílica. Esas que los abuelos suben a duras penas con una mano en los riñones. Esas que van a bajar una serie de personas con varios kilos a cuestas.

El mágico rincón se empieza a llenar de locales y visitantes, más de los que el recoveco puede acoger. “Este debe ser un buen sitio”, dice un inglés chapurreando el español señalando a un cámara de televisión. Algunos aplican la picaresca para quedarse en los huecos que se distinguen entre aquellos que llevan bastante tiempo de espera. Otros, se agachan o se asoman a los balcones de las casas colindantes.

Las cornetas y tambores irrumpen en el alboroto formado anunciando que ya no que da nada para el esperado momento. Y llegó. Una marea blanca y morada comienza a salir de la iglesia. Los penitentes miran hacia los escalones con cuidado para no tropezarse bajo la atenta mirada de los vecinos que se han pegado a un extremo de la escalera.

El paso, a punto de bajar por las escaleras.
El paso, a punto de bajar por las escaleras.  P. MERELLO
El paso se aleja por las callejuelas del pueblo.
El paso se aleja por las callejuelas del pueblo.  P. MERELLO

Enseguida sale el paso. Nada de extensas filas interminables de hermanos, ni frutos secos para amenizar la espera del misterio. Tras la primera levantá, estallan los aplausos aunque nadie suelte el móvil. Después, el paso se coloca al borde y los presentes piden silencio. Habla el capataz.

“Venga. Cada gotita de sudor es un alivio para cada enfermo”, anima a la cuadrilla que, con todas sus fuerzas, avanza, como si levitara, permitiendo que el paso se incline. Una maniobra compleja que emociona, que inquieta y que mantiene sin respiración a los que temen a los batacazos.

Vecinos y visitantes esperan en la Cuesta de Belén.
Vecinos y visitantes esperan en la Cuesta de Belén.  P. MERELLO
Atardecer en Arcos el Miércoles Santo.
Atardecer en Arcos el Miércoles Santo.  P. MERELLO

Una vecina exclama: -Si tuviera un poquito de arte le cantaba con todo mi corazón. La mujer de su derecha se gira y le incita a ello deseando que alguien regale su voz al crucificado. Pero no tuvo la suerte que tuvieron las personas que esperaban en la Cuesta de Belén, donde se escuchó la primera saeta. Ante un agradable atardecer, El Perdón baja con maestría las vías empinadas, salteando los pedruscos del suelo por este pueblo blanco. Magnetismo puro y duro en un escenario donde las miradas se quedan en el interior del casco antiguo, alejadas de ese balcón al que nadie quiere asomarse en un día especial.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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