Hasta 23 denuncias por hurtos en comercio acumuló en 40 días, si bien el número de robos que llevó a cabo pudieron ser muchos más, sospecha la Policía.

Dieciséis años lleva en el Cuerpo Nacional de Policía Carlos Durantez y en sólo un mes como inspector jefe de la comisaría de Sanlúcar de Barrameda ya se ha encontrado con el caso más insólito de toda su carrera. Una mujer, Cindy E.C., de 36 años, acumuló en apenas 40 días 23 denuncias por hurto. “Eso es lo que nos consta. A saber lo que se ha podido llevar sin que se hayan presentado denuncias”, afirma el policía que, reconoce, “nunca había visto algo así en mi vida”.

Cindy E.C., natural de Chiclana pero afincada en Sanlúcar, se ha hecho famosa en toda España a raíz de la medida cautelar que el titular del Juzgado Mixto de Instrucción número tres de Sanlúcar ha decretado contra ella: la prohibición de pisar suelo sanluqueño, un destierro en toda regla, una medida que suena más a novela de caballería y que pese a no ser común está prevista en el Código Penal. “El ritmo de delitos leves era de tal frenesí que había creado gran malestar entre la población”, señala el juez a través del gabinete de prensa del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.

Este frenesí delictivo lo explica su gran dependencia a las drogas. Según Carlos Durantez, algunos de los hurtos, que solía cometer en la zona centro de Sanlúcar, eran por encargo, con el objetivo de hacerse con un dinero que le sirviera para pagarse sus dosis: perfumes, cremas solares, leche materna, prendas de ropa… Lo más destacado es que conforme iban pasando los días, su actividad se incrementaba. “Me incorporé a mi puesto a mediados de mayo y por entonces su ritmo era de un robo al día, pero ya la última semana fueron nueve, tres un mismo día, más otros dos que aún se están investigando que sean también de ella”.

En la calle Ancha, sin duda la más comercial del centro de Sanlúcar, los comerciantes ya respiran más tranquilos, aunque reconocen que la ‘desterrada’ no es la única que se dedica a merodear por la zona para intentar robar. “Entraba todos los días de una a una y media de la tarde para intentar llevarse lo que pudiera, desde perfumes a barras de labios y esmaltes de uñas. Un día la pillamos intentando arrancar la alarma de un producto”, explica Patricia Seco, encargada de Súper Perfumería, que destaca también el carácter violento de la ladrona. “Una de las veces empezó a decir que por qué la mirábamos, que ni que se fuera a llevar algo. Fíjate qué cara”. Curiosamente, señala Patricia, un día llegó a pagar un tinte, un champú y una mascarilla. Pero claramente eso era algo inusual. “Es que cada vez que la veíamos ya estábamos con las carnes abiertas, sobre todo porque ahora hay más movimiento de turistas y hay que estar pendiente de todo en la tienda”.

A escasos metros de allí, en Duldi Chucherías, Cristina Ceballos, la propietaria del negocio, destaca el “descaro” de Cindy. “No tenía reparo ninguno, venía cuando la tienda estaba llena para aprovechar que no podía estar pendiente de ella. Pero es que pasaba tres kilos de lo que le dijera, porque al día siguiente ya estaba aquí para llevarse lo que fuera”. Cristina, al igual que la policía, piensa que actuaba por encargo. “Aquí vino un día y del tirón se llevó un reloj de Frozen, lo más caro que tenía en la tienda, de 35 euros. Ya un día la cogí y le dije que yo entendía que estuviera enganchada, que llevaba muy mala vida, pero que tenía que pensar que me estaba quitando el pan de mi casa”. Aún así, reconoce que “es digna de lástima, porque está metida en un mundo muy malo. Un día se me puso a llorar y se fue”.

Era tal su ritmo de robos que los comerciantes se vieron obligados a crear un grupo de WhatsApp para comunicarse unos a otros su presencia en la zona, e incluso se repartieron silbatos que hacían soplar cuando la veían. Pero sin duda, los negocios predilectos de Cindy eran las farmacias. En la de Carlos Piña, en la Calzada del Ejército, estaban aburridos de su presencia. “Aprovechaba cuando estábamos hasta arriba para llevarse botes de crema solar y productos de higiene”, afirma Lucía Piña. Hasta tres intentos de robos fueron capaces de evitar, sin contar los que sufrieron y no hayan tenido constancia de ello. Y aunque afirma sentirse aliviada de la prohibición que ha recibido de pisar Sanlúcar, considera que “la medida no sé si es la más adecuada. Deberían retenerla en algún sitio, porque esto al final es echarle el muerto a los comerciantes de otras ciudades”.  

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Jorge Miró

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