Por los pasillos del Palacio de Justicia de Sevilla, ubicado en el Prado de San Sebastián, además de abogados, jueces, presuntos delincuentes y periodistas, también se mueve, desde hace unas semanas, un personaje cuya presencia no es nada habitual en sedes judiciales. Pusky se llama, es un perro labrador de dos años, y actúa como perro guía del juez Luis Gonzaga de Oro-Pulido Sanz, el primero de España en trabajar con esta ayuda.
Pusky y Luis llevan conviviendo desde no hace mucho tiempo, pero nada más conocerse hubo una conexión especial. “La primera reacción fue emocionante, le gustó muchísimo, le quiere un montón y establecieron vínculo muy pronto, ha sido muy gratificante desde nuestra perspectiva”, cuenta Nuria García, instructora de la Fundación ONCE del Perro Guía.
El magistrado Luis Gonzaga de Oro-Pulido Sanz (Madrid, 1962) se afilió a la Organización Nacional de Ciegos Españoles en 2004, cuando padecía una retinosis que pronto le produjo una pérdida progresiva de la visión. En 2018 inició el procedimiento para conseguir un perro guía y hasta hace poco no se le asignó a Pusky.
Luis de Oro-Pulido, padre de cuatro hijos, viene de una familia de juristas. Su abuelo Fidel y tres hermanos de su padre han sido jueces, y dos de los suyos también lo son. En casa eran seis hermanos, la mitad de ellos con problemas de visión, que no le impidieron progresar en sus carreras profesionales.
"En general lo he llevado relativamente bien. Mis padres no hicieron que tuviera una relevancia grande, restaron importancia al problema que teníamos. Nos hicieron ver que un problema deja de ser un problema cuando no tiene solución. Y lo nuestro no tenía solución, había que tirar hacia adelante", explica De Oro-Pulido.
A la hora de estudiar oposiciones, sus problemas de visión tampoco le han supuesto un impedimento. "Nunca me ha frenado. Mi madre y mi padre siempre me han enseñado que la fuerza, el tesón y la constancia y el esfuerzo da sus frutos y efectivamente los da", señala el magistrado, cuya madre superó tres cánceres, uno de ellos de piel, y al día siguiente de recibir el alta trabajó en su propia farmacia.
Desde que comparte vida con Pusky, a Luis le ha cambiado considerablemente la suya. Antes iba en tensión y con estrés en el autobús para evitar chocarse con otras personas –"yo siempre pido perdón, aunque no siempre tengo yo la culpa"—. "Creo que con el perro además de ir mucho más seguro y tranquilo seré mucho más visible", dice el juez, que ha tenido incidentes con varias bicicletas.
En el viejo Palacio de Justicia de Sevilla, Pusky ya es uno más. Las compañeras de Luis hasta le han regalado una cama para que descanse en su despacho mientras trabaja, además de una manta, un bebedero, un cepillo y juguetes. "No ha entrado todavía en una sala para una vista por la huelga de los letrados de Justicia, pero entrará. Que tengan cuidado los acusados", dice el magistrado entre risas.
El juez Luis de Oro-Pulido no cree que la presencia de un bastón o un perro guía en un tribunal se pueda interpretar como un signo de debilidad. "No sé si alguien se puede plantear que una persona puede hacer bien su trabajo con esta deficiencia, pero yo llevo muchos años así y he desempeñado el trabajo con suficiente soltura. A nivel judicial ya me conocen en Sevilla, llevo muchos años, lo digo más a nivel de los ciudadanos y del público que puedan pensar, ¿cómo es posible que este hombre resuelva? Pero el mundo jurídico, abogados, procuradores, fiscales saben de mi problema. Y ser el primer juez de España con perro guía no le doy mucha importancia", apunta.
Hasta conseguir que le asignaran a Pusky, Luis había sufrido muchos golpes, choques con bolardos y tropiezos en el trayecto hacia el trabajo. Y después de cuatro años y medio de espera —lo solicitó en 2018—, y de una semana de convivencia en Boadilla del Monte, la Fundación ONCE del Perro Guía entregó el labrador al magistrado. "Luis ha sido un alumno disciplinado, que no todos son así, a algunos hay que repetirles las cosas muchas veces", cuenta Nuria García, instructora de la fundación.
Seis meses dura el periodo de adaptación, durante el que Luis mantiene contacto directo con la Fundación ONCE del Perro Guía. "Es duro. Hay buenos días y malos, porque se tienen que hacer amigos, crear un vínculo, y ese vínculo no está creado y hasta que no esté 100% la movilidad no puede ser buena. Él tiene que fiarse del perro poco a poco para darse cuenta de todos los obstáculos que le está quitando", relata Nuria. Para Luis, que nunca ha tenido perro en casa, el cambio no ha hecho más que comenzar. Pusky ya es uno más de la familia.
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