Juan, el buscavidas: pasteles y azar recorriendo Andalucía

Juan, con la baraja en una mano y los dulces de 'Pampín' en la otra. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Juan, con la baraja en una mano y los dulces de 'Pampín' en la otra. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Huele a mosto, a berza y a ajo campero. En un papel de estraza, varios trozos de morcilla y queso curado esperan un final que no llega. Guitarra en mano, uno canta y otro le acompaña. A las palmas, varios. Por la puerta hace su aparición Juan, "el de los dulces". Con una mano recoge monedas, con la otra alza una caja de pasteles que casi toca el cielo. "Yo reparto todas las cartas de esta baraja, y la otra la pongo aquí en la mesa; la cartita que salga esa es la ganadora". Una señora le da un euro. "Pampín", se escucha. Pero él recuerda que no es Pampín, que Pampín ni siquiera es el de los dulces.

"Pampín tampoco es Pampín", afirma, mientras va de un lado hacia otro del mosto recogiendo lo que le dan para la rifa. "Pampín es un obrador de Sanlúcar de Barrameda de una casa que era de un señor que le decían Pampín. Una casa muy grande y con muchos patios. Un día llegaron a un acuerdo, le compraron la casa y empezaron hacer dulces. ¿Sabes que están haciendo dulces en lo de Pampín? Ah sí, ¿en la casa de Pampín están haciendo dulces? Pues sí, en la casa de Pampín están haciendo dulces, unos dulces muy buenos. Y Pampín se le quedó".

Juan trabajaba la construcción, cuando se quedó parado empezó a vender dulces de 'Pampin' por las playas, ahora en la temporada de mostos se pasea por Trebujena con su peculiar rifa. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Juan, como el obrador Pampín y sus propietarios, los padres de los fundadores, es sanluqueño, y cada fin de semana de otoño se hace los mostos de Trebujena. "¿Yo? ¿A vender dulces? ¿Cómo voy a ir yo a la playa a vender dulces, Enrri? Que no, que no, que no voy a vender yo dulces", dice exaltado. Ya hace siete años que Enrri le convenció. Antes trabajaba en el campo, de albañil y de lo que le saliera. Durante un tiempo estuvo recogiendo papas, hasta que a la tercera, que va la vencida, le convencieron. "Yo iba a trabajar a la colonia con mi primo y eso fue en el 2008, no, no", hace una pausa. "En el 2009. No fallo. 2009. Porque yo me casé en el 2011", puntualiza. "Entonces en el 2009 estaba yo recogiendo papas allí y me viene un señor que yo no había visto nunca. ¿Juan José? Porque mi primo es Juan José. ¿Tú eres Juan? Sí. Es que mira me dice tu primo que eres buen trabajador. No soy malote, le dije. Y me dijo mira, que si te vienes conmigo a ganar dinero, a vender dulces", ríe. "Que no, que no voy a vender yo dulces".

Un hombre eleva una carta de la baraja. Juan acude hacia él. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Un año, otro y otro más. "Otra vez llegó el tío. Quillo, vente con nosotros a vender dulces, que si toma que si dale". Pero Juan no quería, hasta que se enteró de lo de su primo. "Yo me casé el día 18 de junio de 2011. Me casé y a , a la semana estaba yo trabajando con mi primo, ¿comprendes?", dice mientras recuerda el momento. "No me fui de viaje, me fui de viaje más tarde", apostilla. "Totá, que estaba trabajando allí en la colonia y me dice delante de una cuadrilla: Juan, ¿qué pasa? ¿Este año no te vienes conmigo? Chiquillo, vente conmigo, que vas a ganar dinero. Que sepas que tu primo que está ahí se está viniendo conmigo a vender dulces. A lo que dije yo... ¡¿Cómo?!", grita y mira a su alrededor. "Po ná, que estaba vendiendo dulces mi primo con el Enrri en la playa. Y me dice: mira, Juan te digo una cosa, que cuando salgas tú de aquí de recoger las papas te doy 70 euros, me da igual los dulces que tú vendas. Yo, que no tenía nada con eso de la crisis y 553 euros de hipoteca que pagar, más la comunidad, más comer, más vestir... me fui pallá".

El apellido materno de Juan es italiano, concretamente de la Toscana, "Sumariva... Juan Acosta Sumariva, 1965, Sanlúcar de Barrameda", pero su territorio es Cádiz... hasta Estepona, Málaga. "Y allí me llevó el Enrri, hasta la Cala del Cristo, la primera playa que te encuentras nada más que entras en Estepona. En aquel entonces nadie había vendido dulces en esa playa y empecé a vender pero claro, el Enrri se llevaba una comisión", recuerda. Un año, dos años y tres años. Al tercero "Enrri se fue y le dije yo no me voy contigo, yo no me voy de Pampín así que empecé con la rifa", asiente.

Una mujer elige una carta de la baraja para dar el premio de la rifa. FOTO: JUAN CARLOS TORO. "Ya me quedan poquitas, poquitas cartas, a ver a quien le va a tocar la cajita", grita en el mosto. "Cuéntala, cuéntala, aquí está la baraja", comenta a otro. La rifa va a comenzar y Juan eleva la baraja para que todo el mundo la vea. La pone sobre la mesa y solicita una mano voluntaria. "Ahora una persona que coja una cartita, la cartita que salga de aquí es la ganadora", explica. Un hombre le pregunta. "Lo va a ver usted ahora mismo, caballero".

"Yo no le quito prestigio a nadie", comenta en referencia al hábito de la rifa, que ya parece una tradición. "Hace años había uno que hacía rifa, y me dijo mi mujer, que es trebujenera, que ya que hay muchos mostos en Trebujena, que si toma que si dale. Un día me comentó que en vez de estar dando vueltas con el coche por los campitos vendiéndolo, podía rifarlo. Empecé a pedir permiso, en un bar y en otro bar. Todo el mundo me empezó a conocer, me lié a rifar, dando por lo menos veintitantas vueltas con las cajas y con el coche... y aquí estoy". Pero Juan no pide. Lo deja claro. Un euro, cuatro cartitas. "La gente me conoce y me dice venga una cartita Juan, que me va a tocar. Hay gente que me da 20 céntimos, otros un euro, y otros dos euros". Lo que en la tierra se conoce como la voluntá. "Otra gente me la compra, que la vendo muy barata".

Juan contando su historia a lavozdelsur.es. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Sin embargo, Juan no solo frecuenta los mostos de Trebujena. Cuando no es tiempo de mosto y lo es de otra cosa, Juan lleva los dulces de Pampín a donde sea. "Un día voy a los astilleros si hace falta. Ahora los mostos, luego Navidades, Carnaval, y cuando empieza el sol a calentar a Rota y a Chipiona", sostiene. "Pero todos los días no voy al mismo sitio, porque si estás todo el día ahí lo que se hace uno es más visto que un tebeo, te pones muy pesao, y la gente te da de lao".

Juan dice ser muy querido en los sitios que frecuenta repartiendo azar y pasteles. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Para el de Sanlúcar lo más importante es, en definitiva, que "los dulces son buenos" y que la crema de Pampín es única, porque "esta gente llevan haciendo dulces muchos años". Un día reconoce haber visto cómo se elabora. "¿Pero esto no tiene muy poco?", le preguntó al pastelero. "Juan que no, que tiene que ir exacto, exacto. Un poquito menos de harina y de lo otro. Buenísima", dice mientras se le hace la boca agua.

Uno de los participantes gana la caja y la alegría es compartida, como los pasteles. Juan recoge sus barajas y ordena las cartas. Las cuenta y se da cuenta de que falta alguna. "Cuarenta y cinco, cuarenta y seis...", para y echa un vistazo al mosto, a ver qué encuentra. "Así me busco yo la vida", reconoce. La tarde cae sobre Trebujena y sobre sus calles se pierde el rastro del de Pampín. Mañana, quién sabe dónde, volverá a repartir dulces... y un poco de suerte.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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