Helena Maleno: "Los jornaleros andaluces siempre han sido explotados, pero negarlo no es el camino"

La periodista, investigadora especialista en migraciones y trata de seres humanos publica su primer libro, 'Mujer de frontera', en el que relata su experiencia tras ser acusada de tráfico de personas

Helena Maleno, posando con su libro 'Mujer de frontera'. FOTO: DIKOVRAZ
Helena Maleno, posando con su libro 'Mujer de frontera'. FOTO: DIKOVRAZ

Helena Maleno (El Ejido, Almería, 1970) llegó en 2002 a Marruecos con su hijo, dos maletas y un proyecto laboral de tres meses. Lo que entonces no sabía es que su vida no volvería a ser igual. Maleno empezó a adentrarse en los asentamientos provisionales de los bosques que rodean Ceuta y Melilla y empezó a denunciar las violaciones de derechos que se fue encontrando a su paso. Un día recibió una llamada desde una patera que se estaba hundiendo. La activista contactó con Salvamento Marítimo para que rescataran a las personas que iban en ella.

Desde entonces, en 2007, no ha dejado de hacerlo. Diez años después de esa primera vez se encontró con un extenso dosier elaborado por la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF Central) de la Policía Nacional que daba buena cuenta de todos sus movimientos, llamadas y acciones, por lo que fue investigada por supuesto tráfico de personas. En 2017, la Fiscalía de la Audiencia Nacional archivó las diligencias al no encontrar indicios de delito y dos años después hizo lo propio el Tribunal de Apelación de Tánger, donde se juzgaba la causa penal.

La experiencia y el mal trago le han servido a Helena Maleno, periodista, investigadora especialista en migraciones y trata de seres humanos y fundadora del colectivo Walking Borders (Caminando Fronteras), para escribir su primer libro, Mujer de Frontera (Península, 2020), donde recoge sus impresiones tras un proceso que casi le cuesta la salud. “El libro nace de la necesidad de que se comprenda mejor lo que sucede en la frontera y cómo se llega a criminalizar la solidaridad”, expresa en una entrevista concedida a lavozdelsur.es. “Decido contarlo en primera persona porque pensamos que las políticas son etéreas pero tienen un impacto en la vida de las personas. Esta también es la historia de mucha gente que ha estado conmigo, algunos de ellos perdieron la vida, y que ha sufrido racismo institucional. Hay gente que defiende la vida y es perseguida”, agrega.

¿Temió verse en la cárcel? ¿Qué era lo que más miedo le daba?

No sabía que había sido investigada por la Policía de control de fronteras española, que mandó dosieres a Marruecos para que me investigase. Me veo tan poca cosa que pensaba que iba a la cárcel, claro, aunque lo que contenía fuera falso. El dosier empezaba hablando de presuntas relaciones personales y sexuales. Mi baza fue que la Policía marroquí me investigó y no encontró nada. Estoy agradecida al juez marroquí porque respetó mi derecho de defensa, aunque fue un proceso largo y muy duro para mi familia, pero fui absuelta. Desde el principio conté con el apoyo de la ONU y con muchos movimientos, tuve un apoyo importante.

¿Ha salido reforzada o le sigue pesando?

Por un lado pesa porque ya no vives igual. La criminalización nunca termina. No hay una investigación del Estado, los policías que hicieron el dosier siguen ahí, no hay una reparación. Tu vida cambia. Ahora tomo medidas si tengo que salir de noche, he tenido intento de agresiones, amenazas… Pero por otro lado me considero afortunada por la gente que me ha acompañado y porque he aprendido mucho en este tiempo. Me ha permitido ver que se pueden hacer otro tipo de políticas y pelear por otro tipo de sociedad. En ese sentido, me siento reforzada.

La criminalización nunca termina. Tu vida cambia. Ahora tomo medidas si tengo que salir de noche, he tenido intento de agresiones, amenazas… Pero por otro lado me considero afortunada por la gente que me ha apoyado"

¿Cree que hubo un intento de buscar un castigo ejemplar?

Sí. ¿Por levantar un teléfono y llamar a Salvamento Marítimo te pueden condenar a cadena perpetua? Imagina el impacto que hubiera tenido en el trabajo y en la labor de otras personas, incluso de familiares, que trabajan por los derechos humanos. Es una locura pero así funciona el sistema. Mi caso no ha sido el único. En Europa hay más de 250 personas perseguidas por defender los derechos de las personas migrantes, como Carola Rackete —la capitana que rescató a medio centenar de migrantes desobedeciendo las órdenes del ex ministro italiano Salvini—, por prestar asistencia sanitaria, por dar comida, por dejar dormir en tu casa… sí que se busca un castigo ejemplar.

¿Le merece la pena seguir luchando?

Sí. Ahora más que antes. No era tan consciente del daño que hacen determinados cuerpos policiales y a lo que se dedican. ¿No hay problemas a los que dedicarse más importantes? Claro que los hay. Quisiera ver a las Fuerzas de Seguridad del Estado defendiendo el derecho al trabajo y la dignidad de los trabajadores en los campos, no haciendo dosieres judiciales a personas que hacen una actividad social.

¿Qué piensa ahora cuando recibe una llamada de auxilio? ¿Mide sus palabras?

No, no se miden las palabras cuando alguien te llama en medio del mar. Lo primero que hay que saber es dónde están, si tienen teléfono, si se están ahogando, qué están viendo… Lo más importante es salvar vidas.

¿Cómo está influyendo el coronavirus en la frontera?

Me da miedo porque el control del movimiento es un negocio muy importante en el mundo. El coronavirus es una oportunidad para controlar aún más ese movimiento. Ahora hablan de corredores seguros para turistas. Temo que el derecho al movimiento se convierta en un privilegio para turistas y no para todo el mundo. El virus se puede convertir en una herramienta para que los sinvergüenzas que ganan dinero recortando derechos ganen mucho más. Tenemos que estar pendientes y seguir denunciando.

Temo que el derecho al movimiento se convierta en un privilegio para turistas y no para todo el mundo"

¿Qué ha cambiado en política migratoria con este Gobierno?

Lo único que se han visto son las deficiencias que tiene la política migratoria. Las imágenes del CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) de Melilla con mujeres y niños confinados en condiciones horrorosas, las personas durmiendo en el suelo en naves después de una travesía por el mar… La política migratoria es la misma y lo único que nos muestra es que hay que dignificar estas situaciones y tenemos fórmulas para hacerlo. Hay un señor de la Junta —el vicepresidente, Juan Marín— diciendo que estaba preocupado por el covid de los que llegaban en pateras, cuando casi no ha habido casos. Eso preocupa mucho a la Junta, pero no los vuelos chárter desde Bélgica para que un miembro de la familia real se vea con su novia. Ante una pandemia, las políticas tienen que poner los derechos humanos en el centro, no los privilegios.

¿Cree que situaciones de crisis como ésta aumentan el grado de xenofobia de la sociedad?

Hemos tenido a un enemigo, que era el virus, pero ahora en mitad de una crisis social y económica habrá odiadores profesionales que necesitarán ponernos delante otro enemigo. Si no está el virus, serán los más vulnerables, la gente más empobrecida. De una crisis se sale con solidaridad, con apoyo mutuo, con servicios sociales reforzados… El racismo existe, hay un racismo institucional que permite que un niño muera en Andalucía —en un centro de menores de Almería— o que se recorte en la atención a jóvenes inmigrantes. Estamos en un momento muy complicado y hay que estar alerta para que no aumente ese puntito de racismo social, de decir que son los enemigos.

¿Qué le parece el grado de crispación política que estamos viendo durante la pandemia?

Me parece que los políticos no han estado a la altura de lo que una parte de la ciudadanía ha hecho ni de lo que han hecho muchos trabajadores desde las administraciones. En otros países no ha pasado. Sabían que tenían que ir a una e iniciar un proceso de reconstrucción, porque ahora viene una crisis social y económica de la que hay que salir todos unidos sin dejar a nadie atrás, pero no ha sido así. Se ha quedado gente atrás y se han tapado las deficiencias del sistema en lugar de hacer una reflexión conjunta.

Estamos en un momento muy complicado y hay que estar alerta para que no aumente ese puntito de racismo social, de decir que son los enemigos"

¿Es de las optimistas que cree que saldremos mejor de esta crisis? ¿O todo lo contrario?

Hay temas que se han puesto encima de la mesa, como la solidaridad, el apoyo mutuo, poner en valor los servicios públicos que se estaban desmantelando… pero también hay muchos fantasmas, como el fantasma del odio. Es terrible que jornaleros migrantes que estaban trabajando en Lleida duerman en la calle poniendo en riesgo su salud por sacar cosechas adelante, cosa que no hacen quienes sacan las banderas. No he visto a gente con banderas haciendo fila en los invernaderos de Almería. Se ha despertado mucha esperanza, pero por otro lado mucho fantasma. Esperemos que la sociedad responda con el reconocimiento de los derechos y con más democracia, y no con más odio y enemigos. Estamos muy preocupados por Marruecos pero también por Andalucía, porque está cogiendo una deriva horrorosa, con un sistema de esclavitud muy importante en algunas zonas del campo andaluz.

¿Cree que hay esclavitud?

Lo dijo el relator contra la pobreza de la ONU en el informe que hizo de los campos de Huelva. Eso debería darnos una vergüenza terrible. Debería haber movilizado al Gobierno y a la Junta de Andalucía, pero el sistema de esclavitud está por encima de las políticas. El sistema subyace gracias a la esclavitud y no al reconocimiento de derechos. Es la verdad. Si hubiera una Ley integral contra la trata de personas, España saldría muy mal parada y Andalucía sería una gran vergüenza. Me da mucha pena porque es mi tierra. Mi familia ha sido jornalera y lo sabe bien. La esclavitud en Andalucía es histórica. Los jornaleros siempre han sido explotados, hasta que llegaron otros que los sustituyeron, que forman parte de esa Andalucía oscura y señorial. Ahora hay otros esclavos y esclavas —migrantes—, pero negarlo no es el camino.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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