El centro neurálgico de la solidaridad jerezana

El pabellón Kiko Narváez acoge a unos 150 voluntarios, en tres turnos diarios, que organizan los alimentos que llegan a más de 1.000 familias vulnerables que más están sufriendo la crisis del coronavirus

Voluntarios seleccionan alimentos en el pabellón Kiko Narváez. FOTO: MANU GARCÍA
Voluntarios seleccionan alimentos en el pabellón Kiko Narváez. FOTO: MANU GARCÍA

Aceite, pasta, atún, jamón york, leche, galletas, tomate frito, fruta, berza, boniatos, zanahorias, fruta, huevos y, si hay niños en casa, potitos y salchichas. Básicamente, en eso consisten los menús que se distribuyen cuatro veces en semana a más de 200 familias de Jerez en cada reparto —más de 1.000 en total— desde el polideportivo Kiko Narváez, centro neurálgico de la solidaridad jerezana desde que se decretó el confinamiento de la población por el coronavirus. Las cantidades varían dependiendo de los miembros de cada unidad familiar. Y de sus necesidades. Hace un mes que las instalaciones cambiaron los partidos de baloncesto, fútbol sala o balonmano por estanterías con alimentos y vehículos aparcados en su interior, dispuestos a repartirlos.

La actividad es frenética en el pabellón. Los voluntarios —más de 150 colaboran en los tres turnos de cuatro horas establecidos cada jornada— se afanan en que todo funcione a la perfección. Las estanterías están repletas de alimentos, clasificados perfectamente, y separados de los productos de higiene personal y limpieza que también distribuyen. Sofía, Willy y Abraham fueron los primeros en llegar. Lo hicieron el domingo 15 de marzo, ni 24 horas después de que se decretara oficialmente el estado de alarma.

Guillermo de la Calle quiere que lo llamen Willy —“Guillermo es mi padre”— y cuando le llegó un mensaje informándole de que se buscaban voluntarios para ayudar a personas con dificultades, no se lo pensó dos veces. Él, como sus compañeros Sofía y Abraham, son scouts, “y se nos inculcan valores de acción social, todos somos hermanos y todos tenemos que salir juntos de todo”, explica Willy, quien señala que en el pabellón Kiko Narváez se han unido "muchas personas que no han tenido miedo de ayudar”.

Un grupo de voluntarios ayuda a descargar un camión con alimentos que trae una donación. FOTO: MANU GARCÍA

Sofía Morales es de las voluntarias más jóvenes —apenas 19 años—, y también de las más implicadas. Junto a Willy y Abraham forma el trío que pasa más horas en el pabellón, casi toda la jornada. “Como somos los que empezamos, cuando llega alguien tenemos que explicarle cómo lo estamos haciendo, aunque cada día es algo nuevo, siempre surgen problemas que hay que ir solventando”, relata. Ella también es scout, concretamente de la Agrupación Esperanto, por lo que tampoco se lo pensó mucho. “Le pregunté a mi padre, que es grupo de riesgo, y me dijo que sin problema. Así que aquí estoy”, sostiene. Sofía estudia Realización Audiovisual y compagina sus estudios con el intenso voluntariado que desarrolla. “Estoy todo el día haciendo cosas, porque no estamos solo aquí, también vamos a San Pedro a ayudar al cura, hacemos descargas de camiones de alimentos o colaboramos con la fabricación de mascarillas de Acoje (Asociación de Comerciantes del Centro de Jerez).

Abraham, los primeros días, aportó hasta su vehículo personal. En él llevó alimentos a las primeras familias que se beneficiaron de la labor desarrollada en el pabellón Kiko Narváez. “Apenas había comida, tuvimos que abrir los paquetes de atún para dar latas porque faltaban, y no había Nesquik para todas las familias con niños”, recuerda. Abraham Soto, que pertenece al grupo scout Los Descalzos, es trabajador social y terminó la carrera hace unos meses. Quizás por eso, dice, esté “más volcado de la cuenta”. Con Willy y Sofía es de los que más horas pasa seleccionando alimentos, preparando bolsas, cargando comida… “No nos vamos a casa en todo el día”, dice, a pesar de las recomendaciones del personal organizativo.

La labor es incesante en el Kiko Narváez. FOTO: MANU GARCÍA

“Nosotros estamos en primera línea, pero hay compañeros que no vienen y que están en casa haciendo mascarillas o realizando otras tareas”, señala Willy. “Nos metimos de cabeza”, confiesa el joven, señalando que estos días están conociendo "muchas realidades y formas de trabajar muy distintas”, por lo que “siempre se está mejorando”. “Hay gente que estos días está conociendo a sus vecinos, aquí estamos descubriendo asociaciones que no sabíamos que existían”, agrega. “Seguimos aprendiendo, todo lo que podamos mejorar, bueno es”, complementa Abraham. Su compañera Sofía apunta que “es gratificante, porque sé que estoy haciendo algo bueno”.

“El domingo —15 de marzo— abrimos sin nada, con dos voluntarios y apenas comida”, recuerda Ana Hérica Ramos, delegada de Igualdad, Políticas de Juventud e Infancia y Coordinación de Distritos. “Estoy muy contenta por el refuerzo técnico municipal y el del voluntariado”, agrega. El Ayuntamiento de Jerez, además de los alimentos frescos —carne, berza, huevos o verdura— aporta personal de las delegaciones de Coordinación de Distritos, Participación Ciudadana, Deportes, Seguridad, Movilidad o Infraestructuras, y cede vehículos para el transporte de los alimentos. “Este dispositivo aglutina la diversidad de Jerez, por aquí han pasado moteros, hermandades, scouts, inmigrantes, religiosos de diferentes sensibilidades…”, enumera la delegada. También hay aportaciones particulares de ciudadanos que colaboran con la causa, así como de empresas y asociaciones de toda la ciudad que aportan productos perecederos que complementan los menús, elaborados por la alcaldesa, cuenta Ramos, quien insiste: “Seguimos pidiendo esa colaboración, es muy importante”.

Los repartos de alimentos se realizan, ahora, cuatro veces por semana, cuando los voluntarios se montan en los vehículos y se distribuyen las zonas de la ciudad que visitarán. Previamente, las cajas con la comida están preparadas de forma particular, atendiendo las necesidades de cada familia, y organizadas según el distrito donde residen. “Hemos ido creciendo dentro de un orden”, cuenta la delegada, quien relata que se está trabajando con “personas que pasan por una situación de precariedad”. “Este dispositivo nace —agrega— para atender a aquellas familias que a raíz de la crisis sanitaria se han visto más afectadas”. Eso sin contar con las que atienden los servicios sociales. “Estamos cruzando datos y nos derivan algunas familias, vamos contrastando por si hay alguna que no tiene ingresos y es necesario un apoyo de alimentos”, reseña, consciente de que “no es la solución al problema que atraviesan”.

Eva Cordón, técnico del servicio de coordinación de Distritos, organiza al voluntariado del pabellón Kiko Narváez. “Hay mucha gente implicada”, dice, “por mi trabajo sabía que Jerez es una ciudad muy solidaria, porque estoy en contacto con voluntariado, pero ha sido sorprendente el nivel que ha alcanzado en cuanto a variedad de sectores que se han volcado”. Cordón confiesa que, cuando acaba la jornada, se lleva el trabajo a casa y “la cabeza no para” de buscar mejores soluciones para los constantes problemas a los que se enfrentan. “Es inevitable buscar alguna fórmula para que la labor sea más fácil para todos”, agrega, porque “es una situación muy nueva para todo el mundo”.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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