Veinte alumnos de Primaria del CEIP Adolfo de Castro viajan a Madrid y Castilla La Mancha gracias a un programa del Ministerio de Educación concedido sólo a 16 colegios españoles.

La escuela pública como herramienta de transformación social, resiste. Aguanta con pesadumbre que para el próximo curso, por ejemplo, el CEIP Adolfo de Castro, en pleno barrio del Cerro del Moro, no haya recibido ni una sola solicitud de ingreso. Y, “aunque ya no sabemos qué hacer para quitarnos esa fama”, Amparo Butrón, la directora, y toda la comunidad educativa del centro, se recomponen para que la educación que imparten siga siendo inclusiva, integradora y compensadora de las desigualdades sociales en las que se desenvuelven sus alumnos.

Porque el contexto de los barrios del Cerro del Moro, Barriada de la Paz, Loreto, Puntales o Guillén Moreno, es que el 61% de los hogares cuenta con alguna persona parada o inactiva, la economía sumergida se ha convertido en un modo de subsistir a falta de iniciativas empresariales y de industrias, la tasa de analfabetismo alcanza el 16,27% y los niveles de absentismo escolar son del 23,3% sobre la población escolar del municipio, según recoge el proyecto Edusi Cádiz 2020 y que finalmente ha avalado la Unión Europea.

Una zona —la zona Edusi— donde la falta de los niños a clase está asociada en algunos casos a otras problemáticas, como la no atención de las necesidades básicas, es decir, a no tener cubiertos la alimentación, el vestido o los materiales escolares. Y ahí está el CEIP Adolfo de Castro, el único que desarrolla en la zona el programa de Refuerzo, Orientación y Apoyo de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, el que tiene un programa de compensatoria para hacer frente a esas desigualdades y el que, un año más, ha peleado para que sus alumnos no sólo tengan sus necesidades básicas cubiertas, sino para que viajen, descubran, disfruten, aprendan más allá de su barrio, para que miren en igualdad de condiciones.

Los niveles de absentismo escolar en los barrios de Cerro del Moro, Barriada de la Paz, Puntales o Guillén Moreno son de casi el 24% sobre el total de la población escolar de Cádiz

Por tercer año consecutivo, el Adolfo de Castro ha sido uno de los dieciséis colegios elegidos por el Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte para participar en la iniciativa Rutas artísticas, científicas y literarias, un programa educativo subvencionado que pretende, además de dar continuidad a los conocimientos recibidos por los alumnos en el aula, mejorar y presentar de forma más atractiva la formación recibida en sus respectivos centros, a través de entornos más experimentales y visuales. El objetivo no es sólo favorecer la formación artística, literaria, científica, cultura, histórica, medioambiental y social de los pequeños, sino sobre todo, su desarrollo integral.

Y así lo han hecho durante siete días. De ruta por Madrid y Castilla la Mancha, María, Samuel, Ángel, Paula y los demás alumnos de 5º y 6º de Primaria han descubierto Las Meninas de Velázquez en el Museo del Prado, el Guernica en el Reina Sofía; han paseado por el Madrid de los Austrias, el Retiro y la Cuesta de Moyano; en Alcalá de Henares, han visitado la Casa de Cervantes, su Universidad y el Centro de Investigación Tecnológica.

Tras los pasos del de Lepanto y la obra cervantina más importante —El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha—, tomaron rumbo a la tierra de los gigantes de brazos largos, esos contra los que luchaba Don Quijote y que no eran más que molinos, como le advertía Sancho. Y de Campo Criptana a Valdepeñas donde conocieron una de sus famosas bodegas y comenzó la parte más medioambiental del viaje con dos jornadas en los Parques Naturales de Tablas de Daimiel y Lagunas de Ruidera.También tuvieron tiempo en La Mancha de conocer la otrora capital del reino del Imperio Español, Toledo, donde se empaparon de historia de las culturas visitando las termas romanas, la Sinagoga del Tránsito o el Museo de los Concilios Visigodos. Y cómo no, la casa-museo de El Greco.

Y para terminar, teatro, representación, arte, literatura, historia... en un escenario al que se subieron para interpretar los diferentes personajes de la novela en Argamasilla de Alba y otro en el que contemplaron como aquel público de la época un espectáculo en el Corral de Comedias de Almagro.

Una semana en la que la vista no les alcanzaba para ver tanta cultura junta y de manera tan divertida, puesto que cada una de las visitas a los museos estuvo adaptada a los niveles de los pequeños, los paseos por Madrid se hicieron con actores y hasta tuvieron tiempo de conocer a un youtuber, como ellos lo recuerda. Bueno al escritor —también youtuber— Juan Gómez Jurado que les contó cada uno de los pasos que debían dar para crear sus propias historias.

Siete días en los que los móviles estuvieron custodiados por las profesoras Amparo Butrón y Elena Franco que los repartían después del almuerzo para que se comunicaran con los padres. Porque, en esta semana, había que viajar, ver, reír, conocer y conocerse. “Muchos de estos niños no tendrían oportunidad de hacer un viaje como éste sino es por el programa y por el trabajo que hemos hecho para que nos lo concedan”, recuerda Amparo.

Aprendizaje emocional

“Y no sólo han visto que hay cientos de sitios bonitos, sino que han visto otras cosas más allá de su mundo y se han enfrentado a situaciones nuevas”, como por ejemplo, los dos días que almorzaron en la Universidad Complutense de Madrid a modo de self-service, recuerda. Han aprendido además el valor de la autonomía personal y el de la amistad puesto que compartieron ruta con el CEIP Padre Manjón de Montijo (Badajoz), siguiendo el objetivo del programa de entrelazar centros educativos de distintas comunidades autónomas.

Samuel, María, Ángel y Paula tienen clarísimo que volverían a repetir y relatan de un tirón los nombres de los molinos que visitaron en Campo de Criptana y los cuadros más famosos del Prado y el Reina Sofía cuando se les pregunta qué es lo que más les gustó. Eso y el compañerismo, sus nuevos amigos extremeños de los que se despidieron hasta con lágrimas.

También hubo un pero: “La comida… regular”, coincidieron todos: “Menos mal que un día hubo pizza y otro espaguetis”, decían convencidos mientras que sus profesoras asentían con el problema de la comida pero no porque no fuera buena ni saludable. Todo lo contrario: “Nos ponían demasiada cantidad y era una pena que se desperdiciara”. Tanto las comidas, el alojamiento como las visitas estaban incluidas en este viaje en el que los padres han desembolsado solamente el desplazamiento. Y en algunos casos, el colegio ha becado a alumnos con mayores dificultades económicas. “Para eso estamos nosotros”, dice Amparo.

Cansadas por el viaje, ella y su compañera Elena valoran esta experiencia. “Cuando los ves a ellos, cómo se comportan, cómo disfrutan, cómo nos han felicitado adonde hemos ido, sientes la satisfacción personal de hacer bien tu trabajo y de la responsabilidad que tenemos con nuestros alumnos”. Esa que las mantiene alerta para que sus pequeños tengan las mismas oportunidades que los demás, para que la escuela pública tenga más sentido que nunca.

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Vanessa Perondi

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