Sánchez se pone su traje más 'rojo' y descoloca a un PP que olvida la inflación y se centra en ETA

El líder socialista se erige como el salvador de la clase trabajadora en un primer día de Debate sobre el Estado de la Nación donde la banda terrorista ha sido el principal argumento del PP; Vox ha insistido con la Agenda 2030

Aplausos de la bancada del Gobierno y de otros miembros de la izquierda tras la intervención de Pedro Sánchez en el Debate sobre el Estado de la Nación, este martes.
Aplausos de la bancada del Gobierno y de otros miembros de la izquierda tras la intervención de Pedro Sánchez en el Debate sobre el Estado de la Nación, este martes.

El bombardeo demoscópico ya dejaba una conclusión después de unas elecciones andaluzas en las que el Partido Popular había logrado una mayoría absoluta en el feudo socialista. Alberto Núñez Feijóo será el próximo presidente del Gobierno. Pero la realidad es tozuda y una intervención en el Congreso es muy larga. Sobre todo si no se está bien entrenado para ello. Pedro Sánchez ha visto peligrar el poder y ha reaccionado. Quizás la inflación haya llegado a una cifra insostenible con la que no tenía otra salida. Quizás las encuestas mencionadas le han tocado la fibra. O quizás ha visto a miles de votantes coqueteando con la idea de votar al proyecto de Yolanda Díaz bautizado como Sumar.

La política al final es como la vida. Uno no reacciona hasta que no le ve las orejas al lobo. Este martes hemos dado marcha atrás en el tiempo. Era el primer debate del Estado de la Nación desde 2015 y ha sido como ver al Pedro Sánchez de 2016. Aquel que se sentó con Jordi Évole para 'rajar' de Prisa y de Telefónica. El Pedro Sánchez más 'antisistema'. El Pedro Sánchez más 'rojo'. El Pedro Sánchez que sólo se ve y se conoce en las primarias socialistas. Aquel que plantó cara al aparato de Susa Díaz y luchó contra los "poderes ocultos", que resultaron no ser tan ocultos como ha reconocido recientemente Antonio Caño, director en ese momento de El País.

Ya sea por convencimiento o por necesidad, de repente, Sánchez ha aceptado las medidas que solicitaba Unidas Podemos. La gratuidad de los abonos de Cercanías y Media Distancia ha sido bien recibida. Pero la ovación ha llegado con el anuncio del impuesto a las grandes energéticas y a las entidades bancarias por los beneficios extraordinarios y por la subida de los tipos de interés. El Íbex mientras tanto se desplomaba, pero a un 'rojo' no le importa el Íbex. Sánchez había conseguido marcar el ritmo del debate y dejar su huella en el terreno. Se esperaban medidas, aunque ha sorprendido que sean mirando a la izquierda de forma tan clara.

La inflación aprieta. Las encuestas también. La izquierda pedía valentía y Sánchez ha sido valiente dentro de los límites de sus siglas. Satisfacción y agradecimientos desde Podemos. Ver para creer después de unas semanas convulsas.

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El presidente Sánchez, en primer término, y otras miembros de su Gobierno.   CONGRESO

Todo ello ha descolocado al PP. O puede ser que ya viniera descolocado de casa. La presencia de Feijóo era intimidante. Como cuando España ponía a Ibaka al lado de Gasol. Con la salvedad de que Cuca Gamarra ha quedado lejos de Gasol. Cualquiera de ellos. Su primer discurso ha sido un batiburrillo sin demasiada estructura. Lo que estaba destinado a ser un debate económico acabó siendo un debate sobre Memoria. Y Sánchez pudo acariciar su gatito. Las familias asfixiadas, él con medidas 'antiestablshment' y el PP sin hacer sangre. El golpe de efecto de Gamarra llegó nada más empezar. Todos los diputados populares llevaban un lazo azul en recuerdo a las víctimas del terrorismo.

Al poco de iniciar el discurso, la portavoz del PP convó un minuto de silencio en memoria de Miguel Ángel Blanco. Puede ser que con el objetivo de que Bildu no participara y pudiera dejar en evidencia a Pedro Sánchez y sus socios. Pero los diputados de Bildu se pusieron en pie y lo respetaron como el resto de diputados. Luego, la presidenta de la Cámara, reprochó a Gamarra la improvisación por no haber seguido los cauces reglamentarios. La estrategia del PP había fallado desde el inicio. Nadie había quedado en evidencia y, para colmo, había dejado la iniciativa económica a Sánchez. En el escaño del líder de la oposición, Feijóo ensayaba las caras que hubiera puesto Rajoy. Sánchez pedía medidas sin recibirlas. A su vez, lanzaba un dardo haciendo público que la Junta de Andalucía había pedido al Gobierno de España la compensación por la bajada del IVA.

Gamarra insistía en los pactos y equiparaba el espíritu que se opuso a ETA con el espíritu que se opone a Sánchez. En la réplica, el presidente del Gobierno preguntaba si el PP estaba dispuesto a apoyar las medidas anunciadas. Antes, la portavoz del PP había afirmado que Sánchez no había hecho ninguna propuesta, pero las propuestas ya llevaban dos horas en los titulares de los medios de comunicación. Grandes y pequeños. El error común de llevar los discursos escritos. Puede ser. Mientras daba las gracias a Estados Unidos por el gas, reprochaba a Sánchez la situación de la sanidad. La sanidad que gestionan las comunidades autónomas que presiden Juan Manuel Moreno o Isabel Díaz Ayuso. Una mezcla sin demasiado fundamento. 

Precisamente Ayuso fue la primera en reaccionar. Antes de que le tocara a Gamarra, incluso. Sánchez ha advertido del duro invierno que puede llegar si continúa la guerra en Ucrania. De hecho, los primeros 30 minutos de Sánchez fueron ofreciendo contexto, a pesar de que se había comprometido a hablar de presente y de futuro. El invierno puede ser duro con la limitación de gas. Sin embargo, esto ya lo había advertido Ayuso. Y lo había hecho antes de que comenzara la guerra. Ella ha aprovechado para echarse flores. Adivinar guerras y falta de suministro no está al alcance de todos. La presidenta de la Comunidad de Madrid también ha estado presente con el tema becas. Sánchez ha preguntado a la bancada popular si las familias de más de 100.000 millones son clase media. Ha dado la cifra de que en España tan sólo llega al 5%. Ha encontrado el silencio. El tema de las becas parece incomodar a una derecha que no se atreve a desautorizar a Díaz Ayuso.

Entre anécdota y anécdota, el Partido Popular pasaba de puntillas sobre la inflación, Sánchez aprovechaba el tono dubitativo y el discurso desordenado de Gamarra para contraponer modelos. Una crisis con despido libre y austeridad en el gasto y la otra con una reforma laboral de empleo estable y protección de los más débiles. Lo curioso es que la portavoz del PP ha dado la razón en esto diciendo que había dos formas, la "reducción del gasto improductivo" o "aumentando la recaudación". Ha quedado claro que para los populares sólo se forra Sánchez. El líder socialista volvió a dar un capotazo, "esos 15.000 millones de euros son los que están revirtiendo en las familias". El atropellado argumentario de los populares ha permitido a Sánchez erigirse como un salvapatrias. En la vía de los hechos está por ver, en la vía del relato lo ha tenido fácil. No sólo en economía, también en Memoria cuando ha mencionado y citado a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pedro Sánchez tomando apuntes durante la intervención de Gamarra.
Pedro Sánchez tomando apuntes durante la intervención de Gamarra.

El intercambio con Vox no ha sido mucho más allá. Más bien lo contrario. Las excentricidades de la extrema derecha parece que sigue sin poder superar su techo. El partido de Abascal se encuentra en el bloqueo entre las ansias lepenistas que le permitan captar a la clase obrera y su espíritu más neoliberal. Cada defensa que Abascal hacía de la clase obrera, la desmontaba él mismo en la frase siguiente. Sánchez sudaba aún menos que antes, "si ustedes defendieran a la clase obrera hubieran votado a favor de la reforma laboral". Las becas son mijagas y el impuesto a los grandes bancos un golpe al bolsillo. Tarde o temprano tendrá que elegir un camino. De momento, las contradicciones vuelven a dejar en evidencia el quiero y no puedo de Vox.

Mientras Sánchez se vestía de salvador y repetía una vez lo de proteger a los más vulnerables, Abascal se empeñaba en la Agenda 2030. No sé si alguien puede presumir de tener en su entorno a familiares cuya principal preocupación sea precisamente la Agenda 2030. No es mi caso, pero a Abascal el tema lo trae de cabeza. El presidente del Gobierno no necesitaba ni regatear. Con pasar fácil ya superaba líneas. Ningún apuro, ninguna preocupación. La derecha ni siquiera ha usado sus turnos de dúplicas, con gastar saliva una vez ya era suficiente. Antes, el líder de Vox sí había tenido tiempo para mostrar su preocupación por el discurso de Héctor de Miguel sobre el derrivo de la cruz del Valle de los Caídos, "levantaremos todo lo que derriben". Y Quequé de vacaciones y con el programa renovado.

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Emilio Cabrera.

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