"Hace 100 años pedir autonomía para Andalucía constituía todo un atrevimiento"

Manuel Ruiz Romero en la Fundación Blas Infante.
Manuel Ruiz Romero en la Fundación Blas Infante.

El 28 de junio de 1931 se celebraron las primeras elecciones a las Cortes Constituyentes tras la llegada de la Segunda República, proclamada el 14 de abril del mismo año tras unos comicios municipales en los que el pueblo español manifestó su preferencia por las candidaturas republicanas. Esas primeras elecciones posibilitarían que el gobierno provisional de la II República diera paso al primer ejecutivo elegido mediante sufragio universal, eso sí, masculino. No sería hasta 1933 cuando la mujer pudo votar, además de ser elegida en las urnas.

En un contexto de agitada tensión política pero también de ilusión por el advenimiento de un régimen democrático parlamentario y por la elaboración inminente de su Constitución, a cargo de las propias Cortes Constituyentes que iban a ser elegidas, sucedió un fenómeno que la historiografía ha denominado «Complot de Tablada». La historia oficial cuenta que durante la última semana de junio de 1931 algunos de los candidatos del Partido Republicano Revolucionario, entre los que se encontraba, entre otros, el aviador Ramón Franco —hermano de Francisco Franco—, el andalucista Blas Infante y el anarquista Pedro Vallina, fueron acusados de organizar un episodio revolucionario en la base aérea sevillana de Tablada. El ministro de Gobernación, Miguel Maura, envió al general Sanjurjo a Sevilla para sofocar esta supuesta rebelión de los militares de Tablada, que el propio Blas Infante calificó como forma de boicotear la campaña electoral del PRR.

Más de ochenta años después, el doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide Manuel Ruiz Romero (Sevilla, 1959) ha obtenido el Premio de Investigación Memorial Blas Infante 2017 por su trabajo El complot de Tablada (Sevilla 1931) que concede la Fundación Blas Infante. En esta obra, el historiador sevillano afincado en Jerez, también reconocido andalucista y miembro fundador del Centro de Estudios Históricos de Andalucía, desvela los secretos de ese episodio que tuvo lugar en junio de 1931. Según su investigación, este oscuro episodio no fue un complot sino un bulo que constituye el primer aviso de aquellos elementos reaccionarios que desde un primer momento ya venían a acabar con la Segunda República.

Este próximo fin de semana Manuel Ruiz Romero participará junto a otros investigadores y andalucistas en el XVI Congreso de la Fundación Blas Infante que tendrá lugar en la malagueña ciudad de Ronda, un siglo después de la Asamblea de Ronda, que fue decisiva a la hora de determinar los símbolos de Andalucía como proyecto autonomista.

Cartel del XVI Congreso de la Fundación Blas Infante, 'A cien años de la Asamblea de Ronda' en el que participará Manuel Ruiz Romero junto a otros distinguidos investigadores y andalucistas

¿Por qué se conoce tan poco el llamado Complot de Tablada?

Tradicionalmente, en torno a los hechos o al bulo, como yo lo llamo, de Tablada, se ha pasado de puntillas porque ha sido un periodo de muchas convulsiones y movilizaciones atípicas de la historia de España dentro de la República. Siempre se le ha dado un sesgo de orden público o andalucista pero no eminentemente político ni contrarrepublicano, como le doy en mi investigación. Hasta ahora, teníamos unas referencias de unos autores que han pasado de puntillas y han creído toda la doctrina oficial; es decir, que iba a haber un levantamiento jornalero apoyado por militares revolucionarios para conquistar Sevilla y dar un golpe de Estado. Por otro lado, teníamos el libro de Blas Infante, que escribe poco después de los sucesos y que lo escribe muy cabreado, sin aportar mucha luz. Lo que sí nos dice Infante es la intención y carácter que tenía esa candidatura política de la que formaba parte, alternativa para la época, confederal en su expresión máxima, republicana en el sentido de que la República quiere romper con todo lo que había sido la dictadura de Primo de Rivera y netamente andaluza, reforzando el papel político de Andalucía en una España que caminaba hacia la redacción de una Constitución. Se ha valorado más la opinión oficial del ministro conservador Maura, que nombra a un «pacificador», Sanjurjo, abiertamente antirrepublicano varios años después. A ello, hay que sumarle que muchos oficiales y mandos de la base aérea de Tablada durante la dictadura, a la llegada de la República, habían sido desplazados o desposeído de sus mandos; había un agravio laboral castrense que aumentó con la llegada de Ramón Franco a la base y su marcha tras las elecciones de junio de 1932.

Podemos decir entonces que no hubo un complot como tal...

Bueno, mi tesis es que no hay nada que demuestre que hubo ese complot. Hay, por un lado, información exagerada que relata que dos oficiales de la base cogen un avión y se plantan en Madrid curiosamente a sublevarse contra el Ministerio. Sí es cierto que hubo actitudes que estuvieron fuera de la lógica castrense, el hecho de que Ramón Franco llegara a Tablada y lo pasearan a hombros es extraño, esa admiración y ese seguimiento significaron que había elementos contrarrevolucionarios y antirrepublicanos que empezaron a ver fantasmas donde no los había realmente. Y sí que hay que decir que, cuando se detienen a algunos miembros de Tablada, hay una especie de levantamiento, ya que un grupo de militares hace una protesta colectiva ante uno de los oficiales que había repuesto el general Sanjurjo. Hubo conatos de desobediencia, de rebeldía, porque lo que planteaban la República y Ramón Franco era romper con los oficiales que habían estado haciendo del Ejército un monopolio y un ejercicio de poder privado. Hoy por hoy, aceptando que hubo motivos de desobediencia, en ningún caso hay pruebas que demuestren que esa insurrección fuera real.

Pero sí hubo dos testimonios que indican...

Dos testimonios, muchos años después, de Balbontín, el primer diputado comunista en Cortes, y Pedro Vallina, que recuerdan los hechos y vienen a decir que algo había. Con la lejanía, escribir unas memorias y acordarse de hechos tan puntuales en un contexto donde la memoria hace mala pasada... es muy fácil la confusión. No digo que no hubiese nada preparado pero que, a lo mejor, no fuera tan radical como se dijo que iba a ser. Lo que sí esperaba era un gran triunfo de la candidatura republicano federal andaluza y, sobre todo, que esa irrupción en Cortes se hubiera celebrado en la calle con gran parte del movimiento anarquista e incluso el incipiente comunista. La candidatura quería aglutinar esa incomodidad al oficialismo, pero, al final, acabó siendo moderada y actuó como defensa de la propia República. Aquí siempre se ha dicho que el 32 y el 34 son preparativos del 36, yo sostengo que lo que pasa en junio de 1931 fue el primer aviso del movimiento contrarrepublicano que triunfará el 18 de julio de 1936. La Segunda República en sus primeros instantes presta más atención al extremismo de izquierdas que al de derechas.

Una de las tesis por las que sostienes que el Complot de Tablada fue un bulo es porque solo fueron sancionados militares.

Solo se procesan a militares. El proceso, que consta de unos 1900 folios, lo he podido estudiar en el Tribunal Militar de la Segunda División de Andalucía, con sede en Sevilla, con unos archivos importantísimos, y que afortunadamente logramos en su día que no se fuera a Madrid. Y lo que la investigación viene a demostrar es que hubo una represión política hacia sectores revolucionarios, o por lo menos poco disciplinados, dentro del Ejército. Pero realmente, si hubiera habido un complot anarquista y comunista, lo lógico es que hubieran detenido a todo el mundo en la candidatura. Blas Infante, Vallina y el propio Balbontín se presentan en el Gobierno civil diciendo: «oye, que yo también soy culpable de lo que pensaba esa gente». Eso es muy importante. La arbitrariedad con la que usa sus máximos poderes Sanjurjo, que venía con cheque en blanco prácticamente, hace que algunos jefes de la base, que eran republicanos, se quiten de en medio y entren en la cárcel. Entonces, ¿cómo se explica eso? Pues se explica como un intento de las élites, incluso sevillanas, por recuperar ese prestigio y poner en determinados puestos todo lo que eran las clases elitistas y los militares de élite y corporativos, y, por lo tanto, conservadores, del Ejército en aquella época.

Blas Infante dijo que el objetivo era el desprestigio y boicoteo de la candidatura.

El desprestigio es manifiesto. Los días antes de las elecciones, las consignas que vienen de Madrid son aireadas no solamente por los periódicos conservadores, sino también por los periódicos de la conjunción republicana-socialista. Son los periódicos socialistas curiosamente los que primero van a acusar a Blas Infante de posiciones muy cercanas a otros periódicos abiertamente católicos y conservadores, con lo cual, ahí hay una tremenda paradoja también.

Los resultados del PRR para nada fueron los esperados...

Los resultados electorales son simbólicos. Aun así, se obtiene un diputado, que es Ramón Franco, que también obtiene un escaño por Barcelona, renunciando al final al escaño de Sevilla. Me imagino que para sentirse más acogido allí, porque hay una mayor organización y un mayor respaldo revolucionario a ciertas ideas descentralizadoras o federales. Y tras esa circunstancia, Balbontín protesta. Su protesta no tiene más contenido, pero, por otras vicisitudes, se vuelven a repetir las elecciones en algunos puntos donde se habían anulado y saldrá. Saldrá Balbontín. Con lo cual, llega a ser el primer diputado de la historia del Partido Comunista. Más tarde, en Cortes, habrá un análisis provincia por provincia donde se examinan los sucesos que han habido, las impugnaciones. Al fin y al cabo, lo que queda de manifiesto es que Ramón Franco era muy popular, muy buen aviador, muy aventurero y famoso, muy buen piloto; pero realmente, de oratoria y de llevar las cosas preparadas, nada, al contrario. Entonces, con la oratoria de los primeros pesos pesados de la conjunción republicano-socialista, lo machacaron. Se aprobó la lista y se cerró ahí en falso toda esa polémica y nunca se investigó si electoralmente hubo algún pucherazo o no.

¿Cómo definirías a los radicales socialistas revolucionarios y a ese partido social-revolucionario donde estaban personalidades de sensibilidades tan dispares como el aviador Ramón Franco, hermano del que fuera luego dictador, el andalucista Blas Infante, José Antonio Balbontín o el anarquista Pedro Vallina?

No era un partido, era una candidatura totalmente atípica. Lo que había detrás era una sensibilidad. La idea era tocar los sectores discrepantes del Ejército, andalucistas, anarquistas tocando el liderazgo de Vallina y, por supuesto, el de Balbontín, que llegó a ser luego un líder comunista. Lo que intentaba esa candidatura era romper con los moldes de los partidos políticos tradicionales y dar carácter electoral a ese malestar oculto que nunca había emergido políticamente. El propio Blas Infante en su libro se declara culpable de este galimatías, de unir personas aparentemente muy dispares aunque tuvieran una finalidad y programa común.

Manuel Ruiz Romero junto a Rubén Pérez Trujillano, también galardonado por su obra 'Andalucía y reforma constitucional'.

¿Qué papel jugaba el andalucismo en aquellos momentos de nacimiento de la II República?

En aquellos momentos, no se tenía claro si la República podía ser unitaria y centralista. Euskadi y Cataluña desde el primer momento habían declarado su posición. En este caso, el intento andalucista de la candidatura no es sino un intento de participar en ese proceso constituyente para inclinar la balanza y que la República no fuera centralista. El lema era regenerar España desde los municipios. Esto rompía el modelo de mucha gente que veía el problema catalán o el vasco como único. Cuando Infante habla del «Estado Libre de Andalucía», habla de soberanía propia, compartida con otros pueblos de España y en un Estado cooperativo. Esa dimensión, quizá al mismo nivel político e ideológico que el catalanismo, no era compartida por muchos sectores en Andalucía, de ahí que el grito «¡Viva Andalucía Libre!», que llegó a pintarse en una avioneta y pasearse por los campos y pueblos de Sevilla, se interpretara como una invitación a la independencia. Hace 100 años y en aquellos momentos pedir autonomía para Andalucía constituía todo un atrevimiento. Otros temas importantes y de calado revolucionario eran la reforma agraria, la nacionalización de los bancos o el laicismo. E incluso la relación de la candidatura con el islam, por el mero reconocimiento del pasado andalusí y la idea de restablecer las relaciones diplomáticas con un Marruecos que hacía muy poco tiempo había sido pacificado. Estas tesis sirvieron para desprestigiar la candidatura por parte de una derecha conservadora y manipuladora, porque lo que defendía era algo muy complicado y estaban ante una candidatura inocente.

Aunque la candidatura fuera popular...

No había masas pero era popular, arrastraba a mucha gente por curiosidad. Los mitines eran terribles. Hay gente que era más técnica hablando, pero otros decían que había que tirar a los caciques a los pozos. Se dijo de todo sobre la candidatura, de que había que repartir las mujeres o que se iba a instaurar un poder islámico, algo muy lejos de la realidad. Había sectores del Ejército que no veían con buenos ojos la figura de Ramón Franco, nombrado director general de la Aviación, y que lo quitaron luego de en medio con lo del bulo de Tablada. Luego, como he dicho, hubo manipulaciones electorales que se denunciaron por parte de la candidatura. En aquella época, no había un órgano que vigilara la pureza de las mesas electorales. En muchos pueblos, había una extraña contundencia de que casi todos los votos iban para la conjunción republicano-socialista.

Todo este episodio influirá notablemente en la figura de Blas Infante...

Blas Infante, por un lado, se convierte ideológicamente en el más anarquista pero también en el más republicano, abogando ya por una Tercera República en sus escritos, porque esta Segunda República no valía. Por otro lado, en su opción personal, lo que hay es un posibilismo. Posiblemente, Infante no estaba de acuerdo con todo lo que estaba pasando en esa dinámica en favor del autogobierno andaluz que hubo. Pero él aceptó de buen agrado porque era lo único que era posible. En cualquier caso, ese lastre de conspirador contra la República se le marca un poco los primeros años de la República, del Gobierno republicano federal, hasta que ya en 1936 se le reconoce como ilustre precursor y se le da un poco una presidencia de honor en esa comisión promotora en el referéndum que iba a haber en septiembre de 1936.

Un referéndum y un estatuto de autonomía que el golpe sublevado del 18 de julio truncó...

Precisamente por eso lo matan, porque al final es una figura que está ahí, empujando, empujando, hasta que... Él, por supuesto, era mucho más revolucionario en cuanto a contenido de lo que se refleja en los diferentes estatutos y lo que se pone negro sobre blanco. Pero él lo acepta como forma de no perder lo que tenemos. Si le haces una foto a Blas Infante en el año 1916, le haces una foto a un Infante que está buscando, definiéndose; si se la haces en 1931, se la haces a un Infante que es radical, que es filocomunista, filoanarquista, y que es un heterodoxo y, por lo tanto, difícilmente identificable en una línea ideológica convencional u otra. Lo que quería Infante era dar a luz a una nueva España a través de las regiones y los municipios y, en ese sentido, Andalucía no podía estar ausente en el debate y proyecto constituyente. Es lo que también decimos hoy.

Hace más de un año entrevisté a José García, general de brigada retirado, y afirmó literalmente que «los ejércitos son muy peligrosos en este país, más que en ningún lado». Imagino que es de una opinión similar...

Yo siempre digo que la historia de España está marcada por tres elementos singulares: la Iglesia, la monarquía y el Ejército. En la historia contemporánea, más aún, con dos dictaduras militares. Precisamente es una de las bazas de la Segunda República, que acoge a muchos hombres de armas enfrentados a la dictadura de Primo de Rivera. Hay sectores del Ejército que participan en la llegada de la República y, de alguna forma, una de las primeras medidas importantes de la República va a ser poner orden en el Ejército, que tenía un número ingente de oficialidad llevándose un montón de presupuesto público para, de alguna forma, depurar el Ejército y quitar de en medio a los golpistas. Al propio Francisco Franco lo mandan a Canarias. Pero, a pesar de ello, el Ejército se convierte en un elemento importante, como demuestra la figura del propio Sanjurjo. Hay movimientos muy extraños que nos hacen ver que el poder del Ejército es omnívoro y que se come todo, hasta a un régimen democrático. Todavía existe una vinculación real entre lo nacional, lo católico, el patriotismo y el Ejército.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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