"Queda solo un lagar abierto en todo el Marco de Jerez", decía en Onda Jerez la mañana de este lunes Salvador Espinosa, presidente de la cooperativa de las Angustias y presidente de la bodega Díez-Mérito, dando a entender que la vendimia se puede dar prácticamente por concluida y que poco se va a mover ya de los 34.4 millones de kilos de uva que se han molturado (hasta el viernes 5 de septiembre) en los 35 lagares que, en algún momento, han abierto en toda la comarca.
Este medio ya avanzó que la primera semana de septiembre iba a ser 'la de la verdad' y así ha sido. Así lo alertaban los partes que emite el Consejo Regulador, que habían pasado de aumentar por millones a cientos de miles y, la semana pasada, ya se movían apenas por decenas de miles, lo que anunciaba bien a las claras que la campaña entraba en su recta final.
En 2024 y 2023 la vendimia concluyó en el Marco a mediados de septiembre porque, como es costumbre, los pagos más cercanos a la costa van siempre con retraso respecto a los de interior en lo que se refiere al grado, pero es que este año ni siquiera ha sido así. Chiclana y Chipiona superan los 12 grados baumé (potencial de la uva para convertirse en alcohol) mientras que Sanlúcar se queda muy cerca, con 11,8 grados, lo que lleva a todo el Marco a tener una media altísima, 12,4 grados. Rota, por ejemplo, alcanza ni más ni menos que 13,28 grados... el propio Espinosa afirmaba que en la cooperativa de Jerez han entrado distintas partidas a 14 grados, lo que es una auténtica barbaridad.
Con esto queremos decir que es normal que no haya rush final en los municipios costeros por la sencilla razón de que su fruto ha ido esta campaña casi casi a la par, incluso en tiempo, que la uva de interior.
Primero fue el mildiu, la plaga que asoló buena parte del Marco en primavera debido al calor de mediados de mayo tras las fuertes lluvias, y después la ola de calor de comienzos de agosto (no solo por el calor en sí, sino también por la extrema sequedad con la que se presentó) son los que han llevado a la viña a esta situación.
Esos 34,4 millones de kilos (como si se alcanzan finalmente los 35 millones, tanto da) suponen, números redondos, un 45% menos que los 62,4 millones de kilos recogidos la campaña pasada, un desastre sin paliativos que se vio venir cuando comenzó la vendimia y quedó claro que lo que había en el viñedo era aún peor que las previsiones de 44 millones (30% menos) que ya barajaba el Consejo Regulador, una cifra complicada pero que era suficiente, contando las reservas de varios miles de botas, para que el sector pudiera afrontar sus necesidades de reposición de vino, vinagre y materia prima para el 'sherry cask'.
Ya habrá tiempo de llevar a cabo un análisis profundo de la situación... y también de las causas, por qué no. Sin caer en alarmismos, lo normal es que suba el precio de la bota de mosto y vuelva a colocarse entre los 900-1.000 euros (las cooperativas producen aproximadamente la mitad de esos 34,4 millones de kilos, probabablemente más, ya que los viticultores suelen dedicar, por norma general, más cuidados a sus viñas que las bodegas). Esto no implica un subida automática y en proporción del precio final del vino para el consumidor porque hay que tener siempre en cuenta que el vino de Jerez y la Manzanilla embotellado proceden de distintas campañas, lo que ayuda a ponderar cualquier subida. Eso sí, el alto grado que presenta la uva –y que, en consecuencia, tendrán los mostos– hace que se necesite menos alcohol para encabezar los vinos.
