En la vida nunca se sabe, ni aunque se esté ya en los 50 ó 60 años. Se tiende a pensar que todo está encarrilado, que no va a haber sorpresas a la vuelta de la esquina y, de repente, cambian las circunstancias o simplemente algo hace ‘clic’ en tu interior y llegan cambios profundos. En lo personal. En lo profesional. En la suma de los dos. Algo similar debió pensar Álvaro Domecq Romero –don Álvaro en la equitación, Alvarito en la familia… lo que tiene llamarte como tu padre– cuando en 1998, el jinete, el rejoneador, decidió ponerse al frente de una iniciativa empresarial con otras ramas de la familia y volver al negocio bodeguero. Volver… no se puede volver a donde nunca se ha estado, así que cuando decimos ‘volver’ hablamos de la familia, no del jinete. Pero ya saben el lema, la leyenda: ‘Domecq obliga’.
Todo comenzó unos años antes, en 1994. Por entonces, los accionistas de Pedro Domecq decidieron vender la compañía a la multinacional británica Allied Lyons, que luego pasaría a llamarse Allied Domecq. Pedro Domecq era el principal grupo del Marco de Jerez, sin duda, y uno de los 'grandes' de España, ya que englobaba a lo que es propiamente Domecq y a Terry, un nombre clave sobre todo si hablamos de brandy de Jerez. También nombres hoy por hoy menos conocidos, como Agustín Blázquez. En definitiva, un emporio con marcas como La Ina, Río Viejo, Carlos III, Carlos I o Centenario, con intereses también en La Rioja, la propiedad del whisky DYC o la distribución nacional de grandes marcas internacionales de espirituosos (Ballantine’s o Beefeater, sin ir más lejos). Por entonces, Allied ya era un accionista de referencia en la compañía, con aproximadamente un tercio del capital, pero quiso tener el control absoluto del negocio y después de poner sobre la mesa cerca de 100.000 millones de pesetas (unos 600 millones de euros) lo consiguió.
No vendieron todos los accionistas, al menos no de manera inmediata –el propio consejero delegado de la compañía, Ramón Mora-Figueroa, tardó un tiempo en vender su paquete– pero al final casi toda la familia terminó por hacerlo. Era, como diría aquella película de Coppola, una oferta que no se podía rechazar. Mucho dinero, muchas pesetas. Allied, que también tenía ya empresas como Harveys o Palomino & Vergara, comenzaría entonces una reestructuración de su negocio en Jerez –y también a nivel nacional– que no termina de funcionar, que en absoluto da los resultados esperados... y en 2005 es absorbida por la multinacional francesa Pernod. El resto es la historia de los últimos veinte años, del paso de Beam Global, Suntory y finalmente Fundador, todavía con buena parte de los activos inmobiliarios de Domecq Jerez pero después de que muchas marcas históricas (La Ina, Carlos III, Carlos I, 51ª y el resto de la antigua gama de VORS) se hayan quedado por el camino. Y eso centrándonos en el Marco de Jerez, que al fin y al cabo es lo que interesa.
En definitiva, volvemos a 1994-95. Tenemos a decenas de exaccionistas de Domecq con dinero fresco y comienzan las conversaciones entre algunos de ellos, que quieren volver al negocio. Domecq Ybarra, Domecq Solís… se habla de cinco ramas de la familia –ahí está también Domecq Romero– que verían con buenos ojos comenzar un nuevo proyecto en el sector bodeguero con un paraguas que durante siglos ha demostrado ser infalible: el apellido Domecq. Ya saben, ‘Domecq obliga’.
En 1998 finalmente, surge la oportunidad y se lanzan. Se trata de un negocio pequeño, pero se ve como una piedra de toque y, sin género de dudas, se valora tanto en Jerez y fuera de Jerez como el regreso de la mítica familia al negocio bodeguero. Se trata de la compra de Pilar Aranda, una pequeña bodega almacenista. Pilar Aranda fue una auténtica pionera en el Marco de Jerez, la primera mujer bodeguera, capataz (o capataza, elijan) también. Se trata de un modesto negocio fundado a mediados del siglo XIX que tenía siempre muy buenos vinos para vender a los exportadores que lo necesitaran. Tras la compra, Álvaro Domecq es el principal accionista y, en consecuencia, se decide que la bodega lleve su nombre. Algo que parece fácil, de cajón, no lo fue tanto. En un principio, hubo varios impedimentos para utilizar dicho nombre, ya que la multinacional Allied Domecq no estaba de acuerdo en el uso del término ‘Domecq’, pese a ser el apellido de un señor, y punto. Finalmente, este tema se subsana, pero ya con el proyecto comenzando a rodar. La bodega se posiciona en una línea media, media-alta de producto, con el respaldo de los vinos de Pilar Aranda, las marcas que salen nuevas –básicamente el fino La Janda y el oloroso Alburejos y los brandies Veragua y Duque de Veragua, marcas que adquieren ya por entonces.
Pero, llegados a este punto, hay que hacerse esta pregunta: ¿Álvaro Domecq afronta este reto por romanticismo o, como dicen los anglosajones, business is business? Pues probablemente, al comienzo, por un poco de todo. Este cronista mantuvo una conversación informal con él por entonces y sí, pesaba la familia, su afición al vino de Jerez y las ganas de sacar adelante un proyecto que le parecía, como es lógico, muy bonito, pero al final, de lo que se trata es de sacar una empresa adelante.
Desde un principio, Álvaro Domecq cuenta con la colaboración de varios de sus familiares –principalmente Huberto Domecq, que además sigue estando ahí– y también de profesionales reputados del sector, como Manuel Mateos. La Janda consigue rápido una importante presencia en la hostelería de Jerez… pero de Jerez no se vive. La empresa se lanza a la exportación, explora nuevos mercados, incluso algunos en Latinoamérica, donde la palabra Domecq aún puede tener fuerza, ser un ‘aval’ tanto por el recuerdo de la bodega tradicional, Pedro Domecq, como por el toreo de Álvaro y de su padre, Álvaro Domecq Díez… pero son años difíciles para el vino de Jerez en general, el mundo del vino ha cambiado y la bodega es un proyecto nuevo en un sector que no deja de caer en sus ventas año tras año. De hecho, comenzará a dar por entonces un giro estratégico al comenzar a sustituir volumen por valor añadido (cuidado, sin echar las campanas al vuelo), con el problema, claro, de que la decisión de reducir volumen no fue propia, fue de los consumidores...
Entrada de Inverante
En 2007, casi diez años después del inicio del proyecto, se produce un nuevo hito, como es la entrada en el capital de Alvaro Domecq SL de Inverante, el grupo empresarial creado por Manuel Jove después de la venta de Fadesa (que llegó a ser la principal constructora de España). Inverante se caracteriza por su diversificación en distintos sectores económicos, entre ellos el bodeguero (Terraselecta, que funciona a modo de filial). Inverante se convierte por entonces en el accionista de referencia de la compañía tras hacerse con el 55% del capital al efectuar una inversión de seis millones de euros (informó La Voz de Galicia… hay que recordar que el empresario Jove, fallecido en 2020, era de La Coruña). La entrada de Inverante vino a reforzar este proyecto en momentos complicados, pero claro, la empresa dejó de ser un proyecto 100% Domecq, Desde entonces, aunque Álvaro Domecq siguió siendo el presidente hasta su fallecimiento, los Domecq comparten la propiedad de la bodega con la sociedad de la familia Jove.
Álvaro Domecq SL, en la actualidad, está presente en 35 países. La bodega sigue centrada en un segmento alto, tanto del vino como del brandy de Jerez, también trabaja el enoturismo y los eventos, forma parte de un proyecto sólido y no cabe esperar que haya problemas en su futuro inmediato, lleve el apellido que lleve su próximo presidente…
