La Trattoria de Roma es propiedad del padre de un piloto de Moto3 al que enamoró la ciudad. Un restaurante en el que se habla italiano y los productos proceden, cómo no, directamente del país transalpino.
Es entrar por la puerta y dar la sensación de que se han recorrido 2.500 kilómetros. Los que separan Jerez de Roma. Y es que la decoración está llena de cuadros con monumentos italianos, la carta está en el mismo idioma y los camareros, del país transalpino, hablan entre ellos en la lengua de Da Vinci. “Por el ambiente parece que estoy en Cuba, por la comida estoy en Italia y el entorno es Jerez”, dice un camarero cubano que no para de dar vueltas preparando el bufé que tienen los días entre semana, en el que dan a elegir entre varios tipos de pasta, carne y ensaladas.
El restaurante hace poco que abrió sus puertas, pero sus propietarios dicen que está teniendo buena aceptación. La Trattoria de Roma –trattoria significa taberna en italiano– está al final de la avenida Juan Carlos I, pasando la rotonda número 7, y tiene su historia. Sus propietarios son italianos. Arcangelo Pizzoli es el patriarca. Su hijo menor, Davide, compite en el Mundial de Motociclismo en la categoría de Moto3 y al padre le gustó la ciudad. Se quedó tras el Gran Premio y decidió montar un restaurante, espejo del que regenta en Roma desde hace cinco años.
Los productos los importan desde Italia. “Todo es natural”, repiten una y otra vez los camareros. Y se nota. Raquel es la única trabajadora española que tiene el negocio. “Todo es importado de Italia, menos el pan y yo”, dice entre risas. Ella, que lleva trece años trabajando en la hostelería, valora el buen ambiente que tiene aquí. “Esto es como trabajar en familia, no hay tensión. Desde que vine aquí es diferente todo, soy feliz y se nota que cuando cocinas con amor sabe diferente”.
Amor y buen humor, las claves de un restaurante donde la lasaña, la pasta cacio e Pepe (queso con pimienta) y, de postre, la crostata –una tarta de queso–, son los platos que destacan los propios camareros y cocineros, que elaboran toda la comida de forma artesanal. “Aquí no hay nada congelado”, señalan. El esmero se nota en todo, en la comida y también en la decoración, obra de la mujer de uno de los propietarios, que es arquitecta. Al estilo minimalista y los paisajes italianos se suma una columna, recubierta de pizarra, donde los visitantes dejan sus mensajes, casi todos positivos, sobre qué les ha parecido la comida.
A los jerezanos les gusta la comida italiana, dice Alessandro, hijo de Arcangelo, que cuenta que sus clientes valoran la calidad de los productos. “Que todos seamos italianos transmite confianza”, señala, y asegura que todo el que va, repite: “Algunos han pedido ya cuatro o cinco veces en un mes”. “Todo es muy mediterráneo, muy sabroso y muy dietético”, señala el camarero cubano. Raquel, la única jerezana que trabaja en el restaurante, remata: “Al principio cuesta que venga la gente porque en Jerez, cuando ven un sitio bonito, todo el mundo piensa que les va a salir muy caro”. Pero, dice, no es así.
La iniciativa puede ser la avanzadilla de las que están por venir, porque los propietarios anuncian que ya están buscando otro local para abrir una pizzería, todavía no saben si en El Puerto o en Jerez, pero si es en la ciudad estaría en una ubicación más céntrica. La italianización de la ciudad ya es imparable.
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