'El País' publica un extenso análisis sobre la "revolución" que viven los vinos del Marco.
“El jerez es de los mejores vinos del mundo. Si en vez de ser español fuera francés, sería imposible beberlo, cada botella costaría mil euros”. La frase es del chef Ricardo Sanz, responsable del mejor japonés de España, el Kabuki Wellington de Madrid. El diario El País ha publicado este domingo un jugoso reportaje que titula La revolución del jerez, a través del cual analiza en las páginas nacionales de la sección de Economía la luz al final del túnel que empieza a vislumbrar el motor económico tradicional de la quinta ciudad de Andalucía. De los años locos de las bodegas a finales de los 70 del siglo pasado a la reinvención progresiva del modelo, previo hundimiento brutal del sector, el análisis recoge las impresiones del director general del Consejo Regulador del Vino de Jerez, enólogos, bodegueros y reputados chefs nacionales.
“La facturación ha subido un 3% y las ventas de botellas han descendido un 4%”. Es el camino. Pero aún falta mucho para remontar la crisis en la que el sector se sumergió en los años ochenta", asegura Saldaña en El País, a propósito también del enorme impacto que ha tenido en la Berlinale el documental El misterio del palo cortado, de José Luis López Linares, y en el que Pitu Roca -dueño del mejor restaurante del mundo-, Eduardo Ojeda y Antonio Flores, enólogos de Grupo Estévez y González Byass, entre otros, ensalzan las virtudes del caldo al que Shakespeare recomendaba darse por entero, abjurando, ya saben, de toda bebida insípida.
“El reto es revalorizar cada botella de jerez y convertirla en un producto de lujo”, asegura Helena Rivero, de Bodegas Tradición, que eligió el camino de la exclusividad desde 1998. Con 16 empleados, cada litro de vino es embotellado manualmente y firmado, vendiendo unas 16.000 botellas al año, que están presentes en los mejores restaurantes del país, se asegura en el artículo del rotativo generalista. El sector, en el que llegaron a trabajar unas 30.000 personas entre empleos directos e indirectos, da faena hoy en día a menos de 1.500 personas, por lo que se espera que este renacer, impulsado también por la edad de oro de algo tan ligado al negocio bodeguero como los tabancos y el turismo, estreche lazos pronto con la generación de empleo estable y de calidad, y riqueza para la ciudad del vino, la capital del Marco y del sherry.
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