Seis grandes sitios para tapear La Viña, turista o no

Del clásico inmortal hasta la última novedad, el barrio marinero de Cádiz siempre ofrece asombro y sabor

Una clienta muestra una rodaja de cazón en la mítica taberna Casa Manteca de la Viña.
Una clienta muestra una rodaja de cazón en la mítica taberna Casa Manteca de la Viña. MANU GARCÍA

Sí, el barrio de la Viña de Cádiz debe su nombre manoseado a las vides que acogía hasta el siglo XVI, ahí, a dos pasos del mar. El primero de muchos prodigios que reposan en los ojos y en los surcos de sus mayores, tostados por un caoba que sólo da La Caleta. Siguieron los milagros. Que si la Virgen de la Palma paró las aguas del maremoto del 1 de noviembre de 1755 dando con los pies en el suelo, como intimidaban las madres y abuelas antiguas. Castillos en mitad del mar. Un árbol milenario al que rezar. Un imponente hospicio con tres siglos de vida a la espera de resurrección.

También los lavaderos donde nació clandestina y diminuta esa forma de cantar y contar que ahora es canon sagrado en un Carnaval descorchado. Que si los trucos de los últimos mariscadores y las partidas de bingo rebozadas. Milagros diversos. Hasta niños pueden verse todavía jugar en una plaza que tiene nombre de profeta: Manolo Santander. El que quiera esencia, historia y prodigio, lo encontrará. Eso sí, como "la flor de la noche", para el que la merezca.

Sólo El Pópulo junta más años de presencia humana. Ahora resiste muy envejecido, castigado por otras olas secas e invisibles, demográficas, económicas, sociales. Apretado y estrecho para sobrellevar tanta luz, sus vecinos están entre los más añosos de una ciudad vetusta. Entre los que tienen menos recursos en una de las provincias menos ricas de España. Será que tanta verdad natural, en tiempos de inteligencia artificial, tanta supervivencia, resulta atractiva. Es un imán para turistas cada día de verano. Pero existe el resto del año. Buscan esas leyendas pero algo habrá que tomar durante la travesía.

Van seis sitios en los que tapear y comer a gusto, con buena relación entre lo que se recibe y lo que se da. Desde los canónicos que nunca fallan a la última novedad. Hay más pero es difícil que sean mejores. Quizás, iguales. Nadie se mosquee, son seis cuplés y no van por orden de preferencia.

Varias de las tapas de La Tabernita sobre uno de sus codiciados barriles.
Varias de las tapas de La Tabernita sobre uno de sus codiciados barriles.

La Tabernita

Tiene formato de bar cañí pero es un templo modesto para los que gusten de unas pocas tapas exquisitas bien regadas. Vista desde el extremo caletero de la calle La Palma, este sitio tiene aire de terraza en las islas griegas, con luces alrededor y esa cálida informalidad. Rafa atiende con amabilidad y paciencia, infinitas. Además, es igual de atento y facilitador en varios idiomas: inglés, alemán, francés, viñero... Sus padres, dentro, en la cocina, preparan unos platos que ofrecen una docena de exquisiteces, como poco. En formato pequeño, todo el racimo de croqueteo y rebozados, guisos clásicos, las albóndigas de choco, el cazón al coñac... Esplendido y a precio razonable. Conviene dejarse asesorar porque es un sitio que está en el extremo opuesto a los engañaturistas. Trata igual de bien a forastas y a lugareños, jóvenes y mayores. Maravilloso para parejas y grupos pequeños. Para los más grandes, ojo, las mesas son altas, o barriles, todo taburete y local algo estrecho. Tiene llenos crónicos desde hace una década. Se corrió la voz hasta Australia y ya se sabe. Hay que ir con buen talante.

El faro buena
Mario Córdoba, responsable de la cocina de barra y restaurante, en acción.

El Faro

Sobre esta piedra, ostionera, construyó la ciudad su iglesia del tapeo. Sobre esta barra se construyeron las demás. Referencia absoluta. Leyenda. En La Viña since 1964. Ya van tres generaciones al frente y siempre en la cumbre local, provincial. Ahora dirige una cocina excelsa Mario Córdoba, nieto del fundador. Desde una de sus puertas se ve el monumento a Paco Alba y la entrada al paseo que lleva por el mar al Castillo de San Sebastián. Su logotipo lleva el faro de la fortaleza. Pocos lugares más viñeros. Es fundacional, canónico. Todo lo bueno que se ha dicho y escrito sigue vigente. La atención en la barra, dirigida por David Benito (Paul Scholes de Cádiz), da para un máster internacional. Ejemplar. Tras una gran renovación estética en 2019 mantiene una carta amplísima y esplendorosa, con creaciones imitadas hasta la saciedad en  parte de Andalucía. Ahora hay más mesas altas. Para qué hablar de fideos con caballas, tortillas de camarones, un pescado a la sal, una tosta determinada, el atún rojo así o asá, gambas o langostinos de una u otra manera, canutillos o cualquier otro postre. Es mucho. Es todo. Con una bodega apasionante, diferente, que mima los vinos de Jerez. Todo Cádiz se sabe de memoria platos o platitos que recuerda de algún encuentro allí, los puede recitar como un buen pasodoble. Obviamente, el nivel medio de precios es más alto porque se trata de la barra de un gran restaurante, por si alguien acaba de llegar de Neptuno. Siempre fue destino turístico pero en los últimos años cuatro de cada cinco clientes no viven en Cádiz, al menos de mayo a octubre, según David Benito. Hay que ir preparado para la posibilidad de hacer cola y esperar para entrar. Pero merece la pena. Aunque pena, ninguna. 

Periquito
Muestra del pescado, el marisco y el pulpo que trabajan a diario en Periquito.

Multibar Periquito

Desde su puerta se ve el árbol del Mora y se huele La Caleta. Un clásico reciclado en la esquina de San Rafael y la calle de la Rosa, nada menos. Su historia se remonta 125 años atrás. Hay documentación del local abierto, con el mismo nombre, desde 1898. Hasta muy avanzado el siglo XX fue ultramarinos. Tras su reconversión en bar alcanzó celebridad primero entre los vecinos y con la explosión turística empezó a recibir forasteros. Agustín y Santiago, ya jubilados, fueron los encargados de mantener con buena vida un bar de tapas de siempre, cabal y auténtico, con la lista que cualquiera sabe de memoria y un ramo de platos de sabor casero. Esa etapa transcurrió desde la Transición hasta 2022. Poco antes de este verano de 2023 se presenta con una gran renovación, conserva el nombre, Periquito, pero ahora es "multibar", más amplio, luminoso y despejado. Sirve de refugio a cualquier hora. Grandes desayunos, hasta churros propios, con bocadillos para la playa vecina. En su nueva vida conserva los sabores de siempre, tapas de mercado con espléndidos guisos, marineros o terrestres, y pescado, frito o en otras presentaciones. Ahora con algún toque creativo sin alterar esencias. Nueva imagen, alma intacta.

Dioni, el propietario, sirve un tapeo en Casa Pepe, un revivido clásico de La Viña.
Dioni, el propietario, sirve un tapeo en Casa Pepe, un revivido clásico de La Viña.  JUAN CARLOS TORO

Casa Pepe

Uno de los favoritos de muchos cocineros y camareros profesionales de la ciudad. Sello de prestigio. Abrió en 1982 en la calle de La Rosa pero lejos del árbol del Mora y La Caleta. Dionisio Amaya Melero mantiene alta la buena fama que le dejaron sus padres, María de la Luz y José, hace pocos años. Siempre fue muy valorado por los viñeros, por los vecinos, en 41 años de vida, pero desde la década anterior -con la pausa obligada de aquello- cada vez hay más y más turismo. Ahora puede ser de los pocos sitios de la zona en los que lugareños y visitantes aún están igualados en número. Pescado frito, pero bien. Guisos marineros que tienen feligreses, como los garbanzos con langostinos y las papas con chocos. También un buen surtido de tapas de carne y frías. El local es pequeño, especialmente el salón, y casi todo está consagrado al taburete, la barra y las mesas altas. A pesar de las limitaciones físicas ha logrado ser destino para muchos que lo buscan y se encuentran con los que siempre estuvieron por allí. 

Tortilla de camarones en Casa Manteca.
Tortillita de camarones en Casa Manteca.  MANU GARCÍA

ArtePuro de Casa Manteca

Desde 1953, Casa Manteca es la taberna por definición en La Viña y una de las tres esenciales de todo Cádiz. Convertida en imán turístico imponente desde los años 90, pasó de tener un aire bohemio y canallita -entre taurino, flamenco y carnavalesco- a ser lugar de peregrinación de masas. Ya sean las citas alrededor de Navidad, el Concurso de Carnaval, la fiesta misma, Semana Santa o verano. Es un hervidero lleno de alegría y curiosidad. Siempre hay cien clientes nuevos guiados por internet. Felices por el simple hecho de estar allí. Fue lugar de reunión de generaciones de gaditanos que ahora tienen entre 99 y 40 años. En la última década, como toda la ciudad, fue tomada por los visitantes. Tan es así que la oferta del local ha crecido sin cesar. Al recinto original -con estantes, carteles y fotos que merecen una revisión de muchas horas- se sumó en 2019 un freidor enfrente. Este verano 2023, la familia que lideran Pepe y Tomás Ruiz, los hijos del fundador, suman un tercer espacio. El que fuera Bar Trinidad es ahora ArtePuro y sirve para degustar, con algo más de comodidad, en mesas, la misma oferta sencilla e imbatible que en Casa Manteca. Entre sala y terraza tiene aforo para 80 personas, un alivio ante la frecuente multitud. Allí, en este novedoso anexo, es posible tomar también todo el surtido de las típicas propuestas del freidor -chocos, cazón, tortillitas, boquerones, croquetas- de muy buena factura. 

Barra de la recuperada taberna Las Banderas, colindante al colegio La Salle Viña.   GERMÁN MESA
Barra de la recuperada taberna Las Banderas, colindante al colegio La Salle Viña.    GERMÁN MESA

Las Banderas

Otra de las novedades de los últimos meses. En realidad es un lugar tradicional, con más de un siglo de historia y muy popular hasta los años 80, pero se había perdido. Reabrió en noviembre de 2022 tras una cuidadosa rehabilitación y después de 30 años de cierre. Entre los Callejones de Cardoso y Virgen de las Penas, desde una de sus puertas casi se puede tocar el colegio La Salle Viña, en el corazón y la memoria de casi todos sus vecinos. Su propuesta gastronómica es propia de taberna fina, de tabanco bien, de güichi actualizado. Hay poca cocina pero siempre algo de marisco cocido, un guiso del día o la ensaladilla de la casa. El surtido amplio llega en lo que llaman laterío, conservas de gran calidad como con los embutidos y quesos. La bodega es aquí más protagonista que el papeo. Entre una carta con más de cien referencias, destaca la veintena larga con procedencia gaditana y tres botas bien visibles, a modo de altar: Manzanilla Virgen de Las Penas (una de las imágenes más adoradas del barrio), Amontillado Paco Alba (creador de la comparsa, mito del Carnaval) y Palo Cortado La Caleta (en este lugar del mundo, la playa, la única posible). A su oferta para gaditanos y visitantes une una función cultural curiosa. Tiene una intensa actividad social, con numerosos debates, coloquios y presentaciones. Si algún visitante tiene la desviación de conocer la burguesía gaditana (teóricamente similar a la de cualquier otra ciudad de similar tamaño) tiene ocasión de observarla con afán investigador.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o integrado tertulias de Canal Sur Radio, Cadena SER, Canal Sur Televisión, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción ("no sabía que existiera ese género", dice) 'Ya vendrán tiempos peores' (Editorial Cazador, 2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blog como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el 'podcast' de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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