Antonio Chulián Romero, dueño de la mítica pescadería, narra la historia de cómo llega su padre a Jerez y abre en el año 51 del siglo pasado su negocio con género fresco de Sanlúcar.

El olor a pescado y la vitrina que gotea agua helada es vital en el callejón de la Pescadería Vieja, al igual que la mobylette roja que está postrada todas las mañanas debajo del pasadizo que desemboca en el Arenal. Vetusto vehículo que vale oro para algunos de los que trabajan en esa callejuela. Es una "reliquia" para Antonio Chulián Romero, dueño de la mítica pescadería Sallago y heredero de esta moto vintage. Todo el que pasa por ese trocito de sombra la observa fijamente. ¿De quién será? ¿Cómo siguen utilizando ese polvoriento trasto? Pues bien, su propietario lo guarda todas las tardes en el local cuando cierra el negocio a eso de las dos y media de la tarde. "Recogemos, limpiamos, cerramos las puertas, y para Sanlúcar. Tiramos para la subasta sobre las cinco y media de la tarde. Allí entran los barcos y compramos lo que nos haga falta”, apunta Antonio Chulián con su voz rasgada.

“Mi padre empezó a traer el pescado a Jerez sobre el año 49. Venía desde Sanlúcar, con la bicicleta o en la moto, él y muchos pescaderos de aquel tiempo”, recuerda con nostalgia el dueño de la pescadería, a lo que añade: “Cogía el tren de antes, el que era de carbón; montaba la bicicleta y echaba el pescado en un cubo. Otras veces iba en bicicleta o en moto y cuando pasaban los camiones que iban a las viñas aprovechaba y echaba la bicicleta y los cubos en los camiones. Eso es lo que me contaba a mí. Ya después se compró su cochecito… iba evolucionando”. Antonio Chulián Sallago, su padre, llegaba desde la vecina localidad de la costa Noroeste para vender el pescado en la jerezana y céntrica Pescadería Vieja. Su hijo señala que la policía llegaba y le impedía dicha comercialización, por lo que tuvo que buscarse un local y legalizar el asunto. Y fue en 1951 cuando este pescadero decidió establecerse en el espacio que hoy ocupan su hijo y sus nietos, quienes también trabajan en el negocio familiar.
"Cuando me hice mayor me vine aquí y seguí yo con el negocio", indica Antonio. Con las manos saladas y llenas de escamas cuenta que su padre falleció hace diez años en Nochevieja, justo el día de su cumpleaños, cuando cumplía 74. Y si por si fuera poco, declara que fue también en un fin de año cuando le entraron a robar por primera vez en la pescadería. Las navidades son un poco amargas desde que el patriarca falta, pero él sigue adelante con el establecimiento, famoso en la zona por su género fresco y de máxima calidad. Antonio tiene la ayuda de su primo y de sus hijos, quienes trabajan cuando sea necesario. Con el estallido de la crisis perdió una parte de la clientela. Bajo mínimos y con "la cosa mu mala", el propietario de El Bichero le ofreció alquilarle un espacio de su restaurante, frente por frente en la misma callejuela, para que él lo trabajase y le abasteciera de productos frescos del mar. "Pero vamos, que hago lo mismo que antes: yo compro y yo vendo”, aclara Antonio. 

"Antiguamente los pescadores ponían los cuernos y ahora nos los ponen a nosotros. Hay una ruina muy grande”

Con una pescadería con 65 años de antigüedad, la familia Sallago sigue adelante gracias —en gran parte— a la venta a diferentes bares y restaurantes de Jerez. "Aquí compran pescado la mayoría de bares de Jerez: Las Banderillas, las Bridas, La Marea, La Bocacha, La Mezquita de Carmelo, el Bodoski, y El Bichero. Pero aquí a todo el que llega le atiendo”. A día de hoy dice que tiene su "clientela habitual, y la que se fue durante la crisis está volviendo”. Aun así critica que el género "está caro, no hay dinero y sigue estando la cosa fatalSi antes se ganaba 10, ahora se gana 2. Antiguamente los pescadores ponían los cuernos y ahora nos los ponen a nosotros. Hay una ruina muy grande”. 
Llega a Jerez sobre las seis y media de la mañana de martes a sábado para colocar la mercancía que compra en la subasta del día anterior. Pero no abre sus puertas de madera al público hasta las ocho y media, unas dos horas después. Antonio comenzó a trabajar junto a su padre con 14 años, y hoy cuenta 52. "¿Cuándo empiezan las carreras de caballos, Toni?", pregunta un cliente habitual al sanluqueño. La mayoría de clientes que suben los escalones del establecimiento son asiduos y conocen de cerca a su propietario. "¡Lo mejor que sabe hacer es robar!", dice Manolo Sierra entre risas. Comenta que es "uno de los clientes más antiguos", ya que abastece su bar —Las Bridas— con el pescado de Sallago desde hace prácticamente 30 años. Jamás le falla.

Al preguntar tanto por su padre, saca una sonrisa amplia y nos relata una de las anécdotas graciosas que mantuvo junto a aquel pescadero de la Mobylette: “Una vez estuvo aquí El Juli haciendo un spot publicitario de la cerveza Coronita", a lo que continúa: "Y el pescao no se vendió porque estaba la calle cortá. El jaleo que montó mi padre fue chico: Compare, el pescao no se ha vendío. Y la productora le compensó con 1.000 pesetas”. 

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Claudia González Romero

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