La gastrotaberna que comanda Pablo Lázaro ha evolucionado el recetario tradicional jerezano gracias a una intensa fusión con la cocina asiática. Todo ello, en las antiguas caballerizas de una casa palacio del siglo XVIII que hoy son apartamentos turísticos, cerca del monumento que Jerez dedica a Lola Flores y muy cerca de la casa natal de la inmortal artista.
Hace siete años que empezó la aventura de Atuvera y cada vez es mayor el reconocimiento por su particular forma de entender y disfrutar la cocina. “Teníamos claro que teniendo a Lola Flores al lado había que hacerle un pequeño homenaje”, explica Ángel Villaescusa, que se encarga de la gestión del negocio.
En estos años, la carta de Atuvera han sufrido una profunda evolución, aunque preservando la ausencia de pretensiones y el alma de una propuesta de calidad pero desenfadada. Si algo sale de cocina son platos como los buñuelos de gambas de cristal de Huelva (con alga wakame frita, emulsión de aguacate y algas frescas y vinagreta cantonesa y espirulina), o el gambao. Un bao con un gambón macerado en curry rojo, con lechuga, cebolla morada, emulsión de kimchi y wakame, y con las cabezas del gambón salteadas al wok con polvo de tomate y kikos.
La ensaladilla ahumada con atún; el carpaccio de pulpo; la gyoza de carrillera; el brioche francés con cerdo desmigado y cebolla con tres texturas; los garbanzos al curry salteado con humus de remolacha —un must desde los inicios—; y el nido de chipirones con ajoblanco salteados al wok con encurtidos y crocantes, son algunos de los platos estrella.
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