'Puerto Shurry' estrena terraza con vistas en el renacido paseo marítimo pobre de Cádiz

El Navegante, una freiduría moderna, vive su primer fin de semana en el club Viento de Levante, a unos metros de la exitosa Tapería del Lulu y de la nueva pérgola de La Carnicería de Cádiz

Panorámica de 'Puerto Shurry' y el segundo puente desde la terraza de El Navegante.
Panorámica de 'Puerto Shurry' y el segundo puente desde la terraza de El Navegante. JUAN CARLOS TORO

La gente tiende a la clasificación. A diferenciar. Incluso en un término municipal minúsculo, con los barrios pudientes separados por 30 metros de los fastidiados.

Hay que hacer categorías y listas aunque ni quepan, siquiera con dos o tres elementos. Así, la insular ciudad de Cádiz tiene dos paseos marítimos —al margen del perímetro del casco antiguo— pero sólo uno parece digno de tal nombre.

El afortunado, el bueno, es el que tiene vistas al océano y abarca —con distintas y cambiantes denominaciones en el nomenclátor— de los pies de las Puertas de Tierra hasta el fuerte de Cortadura.

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Acceso al 'pescaíto bar' El Navegante, inaugurado este martes, desde la avenida de la Bahía.  JUAN CARLOS TORO

Las terrazas molonas, los bares cutres, las cadenas avariciosas, las gafas de sol, las jarras de cerveza, las copas de balón, las mesas oportunistas y los lugares fantásticos para comer placer se suceden en una retahíla de casi cinco kilómetros.

Enfrente, los caminantes blancos que esperan pasar pronto a colorados y morenos. Aprietan los ojos para resistir la luz o por si ven Cuba. Calibran la marea, admiran la infrecuente anchura de la orilla e intentan fijar qué viento es hoy.

La fauna más común corre o pedalea, alguna con cara de sufrimiento afortunado. Respira al modo budista por las mañanas y aplaude atardeceres sin mover las manos por las noches.

Hay pisos, muchos. Muy caros. Y subiendo como siempre. Acabarán alquilándose por minutos. Pasa el bus turístico. También tiene dos pisos. Hay tramos con hoteles, algunos muy grandes, alguno muy hortera.

Hay apartamentos turísticos —incluso en plantas bajas donde hasta hace un año había bares y restaurantes—. Pocos lugareños y mucho forastero llegado allende Guadalete y Zuazo.

Las bandas de erasmus y cruceristas se aventuran casi a diario. Les delatan sus idiomas eslavos y sajones sin rima. Con todo, la gran mayoría es mesetaria, extremeña, surtido de ibéricos, mucho valle del Guadalquivir.

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Miembros del club náutico Viento de Levante conservan espacios para el mantenimiento de sus naves.  JUAN CARLOS TORO

Aunque sea una versión antillana, frugal y hippie de bulevares similares, californianos y mediterráneos, es un paseo marítimo rico y potentado, atestado de arrendatarios y arrendadores.

Cádiz tiene otro paseo. El pobre. Al otro lado, en el perfil interno. Escondido, que no lo vean las visitas aunque está junto a la entrada del servicio.

Es una zona de estructura similar pero en versión humilde con histórica tendencia a la estrechez y las fatigas. El paseo marítimo de los tiesos, los gaditanos colindantes, transucurre por la avenida de la Bahía sin Atlántico ni vistas. Algún perro que le ladre sí que tiene. Bastantes.

De extensión mucho menor -no llega a los tres kilómetros ni aunque se amplíe hasta el parque Celestino Mutis (Norte) y barrio de Puntales (Sur)-, carece de playa pero cuenta con amplio paseo y hasta palmeras. El número de los deportistas efímeros es mucho más bajo. A cambio hay pescadores de fortuna.

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El Navegante, este miércoles 5 de junio, 24 horas después de su jornada inaugural.  JUAN CARLOS TORO

Esta lámina de agua carece de atunes y leyendas. Bueno, tiene el puente más alto (en gálibo) de Europa y el millón de recuerdos industriales de jubilados que los la cruzaban y la frecuentan. 

Las mojarras siempre tuvieron mala fama porque la balsa que limita con Puerto Real y San Fernando, con El Puerto de Santa María, siempre ha tenido mucho tráfico de barcos y trasiego de astilleros, con los desperdicios que eso supone.

Aquí no hay atardecer. Tiene peor luz que el otro y la sombra cae dos horas antes del ocaso. Ni horizonte tiene. Lo tapan la Península Ibérica, las grúas de Matagorda y otro paseo marítimo que también comparte melancolía y cierto feísmo -no tristeza económica-, el de Valdelagrana.

Al paseo marítimo pobre de Cádiz nunca llegan los turistas. Tampoco hay actuaciones, ni en carnaval, ni en verano. La hilera de altos edificios de viviendas no tienen pisos caros ni la gente se los disputa en internet para una quincena de vacaciones.

Los que ocupan son vecinos. Algo bueno tiene la modestia. No hay que preocuparse de la avaricia de los alquileres por fines de semana. El paseo marítimo de la avenida de la Bahía, en Cádiz, limita con el llamado triángulo de la pobreza.

Los barrios de Cerro del Moro, Guillén Moreno y Barriada de la Paz muestran los niveles más bajos en todos los índices sociales y económicos de la ciudad. Están entre los más preocupantes de la provincia.

El remozado paseo marítimo, con palmeras y sin pisos de alquiler, está situado junto al 'triángulo de la pobreza', los tres barrios con peores indicadores sociales y económicos de Cádiz

Renta per cápita, esperanza de vida, nivel formativo, abandono escolar, desempleo, familias desectructuradas, auxilio social. Todos los números, de cualquier tipo, rojos y negros, salen cruz en esta zona. Todos se concentran en las manzanas que tienen este paseo marítimo como su límite litoral más cercano.

Los vecinos de la zona, como es costumbre extendida en la ciudad y la provincia, prefieren tragarse el sapo con unos buches de humor. En la zona del paseo marítimo más cercana al puente nuevo (Constitución de 1812) hay un club náutico con cuatro décadas de vida.

Recibe como nombre Viento de Levante. Sus muelles (ahora en reforma) y sus barcos son más pequeños y sencillos que los yates o veleros asociados por el tópico a otros puntos de atraque en Andalucía. Digamos que está lejos de parecerse a Sotogrande, Puerto Banús o Puerto Sherry.

De ahí que tenga el sarcástico sobrenombre de Puerto Shurry para los miles de gaditanos del entorno. La confesión, la autoparodia, no implica resignación.

La Tapería de Lulu triunfa en la misma zona desde finales de 2023 y La Carnicería de Cádiz inaugura carpa junto al parque Celestino Mutis 

El paseo marítimo interno de Cádiz también tiene síntomas de progreso y avance. Inaugurado tras la última rehabilitación en dos fases distintas, 2015 y 2017, siempre ha estado lastrado por el vandalismo, especialmente en lo más cercanos al barrio de Astilleros.

El Ayuntamiento no se rinde y presentaba este febrero un plan "para dignificar" este paseo. La inversión privada, la hostelería, también parece decidida a creer en el potencial de la zona más allá de las dificultades sociales del entorno.

Este fin de semana, 8 y 9 de junio de 2024, será el primero en el que esté abierto El Navegante. Inaugurada este martes, 4 de junio, es una terraza totalmente restaurada respecto a su anterior etapa.

Con más de 20 mesas orientadas a una vista espectacular al viaducto y un salón con mesas altas, ofrece una carta casi monopolizada por el pescado frito. Algunas especialidades se sirven en tapas. De hecho, el local tiene como subtítulo "pescaíto bar".

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Los muelles del Viento de Levante registran obras de mejora paralelas a la apertura del recinto hostelero. JUAN CARLOS TORO

El antiguo local, regentado por Ramón y Antonio Nuñez desde 2003 hasta 2023, se ganó prestigio por la calidad de su fritura de pescado. La idea de los nuevos propietarios, los hermanos Toro y los hermanos Veiga, es mantener esta misma fama en un entorno estético completamente mejorado.

Estos empresarios ya cuentan con una larga lista de establecimientos abiertos en Cádiz, aunque concentrados en el paseo marítimo afortunado y en la Punta de San Felipe.

Regentan locales como Momart, Ykebana, Babylonia y Ozzio. Además, suelen explotar la carpa de carnaval y organizar el ciclo de conciertos en el puerto, cada verano.

Apenas a 200 metros, también en sobre el paseo pobre, triunfa desde finales de 2023 otro establecimiento, La Tapería del Lulu, propiedad del célebre chirigotero del grupo del Sheriff.

Instalado sobre la acera, heredado de una fallida explotación anterior y con formato de "chiringuito" metálico y acristalado, este local ha iniciado una trayectoria de diez años de concesión municipal. Sus llenos son constantes y diarios, especialmente en el horario de desayunos.

A esta oferta se sumará la próxima semana, segunda de junio, la apertura de la terraza de La Carnicería de Cádiz, en la unión de la calle Emilio Castelar y el parque Celestino Mutis, en el barrio de Astilleros.

El local que regenta Adrián Páez comenzó como carnicería. En octubre de 2021 se mudó de local, en la misma calle. Amplió con éxito para pasar a ser tienda-restaurante y ahora presenta, en este mismo perfil marítimo de Cádiz, una terraza que tendrá capacidad para más de 50 comensales.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'Guía Repsol', 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o tertulias de Canal Sur radio y tv, Cadena SER, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción 'Ya vendrán tiempos peores' (2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blogs como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el podcast de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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