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Aquí un once ideal con una selección exhaustiva de algunos de los mejores sitios jerezanos, del centro o la periferia, para ir de almuerzo en serio o tapeo informal este fin de semana. 

Fue un intercambio de comentarios en Twitter tras ver una de las entradas de su blog y al final acabé inmerso en lo que ahora están leyendo. Hace un año y este artículo apenas está revisado. Faltan sitios, que he ido descubriendo en el último año. Otros sobran, quizás. Para gustos... El caso es que el amigo gadita de gremio Pepe Landi, de tecla brillante y omnívoro y excelso paladar (por lo que le leo igual que yo en cuanto a lo segundo), repasaba su once ideal en lo que a sitios de papeo se refiere en la provincia. Y hete aquí que me saltó mi vena ombliguista y se me ocurrió recordarle sutilmente que en la campiña jerezana no sólo no muerden sino que hay un puñado de pequeños grandes sitios-garitos en los que dar grandes bocados. El ‘dream team’ que a continuación alineo parte de mi experiencia empírica, por lo que es personal e intransferible. Criticable, censurable y ampliable, of course. Todo lo comido y bebido ya está pagado y digerido por lo que no hay vuelta atrás. A algunos de estos sitios voy muy a menudo y otros hace tiempo que no los piso, por lo que desconozco si su calidad (al menos para mí) puede haber menguado en ese tiempo. Ahí va querido lector y, por supuesto, ahí tienes mi once ideal ‘Lovely’, por si se te antoja mezclarte con este lado de la provincia.

1. Gastrobar Albalá. Ya no está en pleno centro. El año pasado escribí lo de lo oscuro del local y lo de su pobretona decoración. Pero claro, estaban en un boquete de la plaza Monti. En este año se mudaron. No sé si hace la misma caja pero con el sitio ha ganado tela. Ahora sitio y decoración hacen justicia a lo luminoso de su carta. Le guardo siempre buen recuerdo porque allí empezó mi romance con los tintos de la tierra de Cádiz, aunque realmente descubriese el Barbazul en el Sopranis de la calle ídem de Cádiz (ahora sigo a tope con el Entrechuelos, jerezano de Torrecera). Pero el caso es que te preparan una hamburguesa de langostinos con fideítos y soja que es la bomba, por no hablar de las croquetas de rabo de toro y un carpaccio de buey con pistachos que quita, valga la expresión tan jerezana, las ‘tapaeras del sentío’.

2. Venta Esteban. Mítica. Pilla lejos del centro pero el viajecito merece la pena con tal de hincar el tenedor a fondo en su prestigiosa ensaladilla de gambas. De verdad, pruebo y repruebo y no encuentro otra parecida por estos lares. Yo generalmente no me ando con rodeos y, pese a lo profuso y bueno de su carta (por ejemplo, una berza jerezana de aúpa), pido lo que allí denominan ‘el Antojo’. Salgo casi en parihuelas tras la copiosa ingesta, pero lo degustado bien merece dos horas de siesta con pijama y orinal. ¿La fórmula? Dos huevos fritos como el techo de una furgoneta con jamón, patatas y lasquitas de cebolla rebozada. Dicho así no suena a ‘nouvelle cuisine’ pero te juro que se te caen dos lagrimones y siempre quieres repetir.

3. Bar Arturo. En una barriada periférica al sur de la ciudad. El bar es mínimo, toca esperar casi siempre mesa (buena señal), pero cuando te sientas entiendes que se puede oler la peste de la azucarera en agosto, no vivir junto al mar y comer el, probablemente, mejor pescaíto frito de la provincia. No tengo ni idea de cómo lo hago pero siempre voy por el pescado y acabo flipando con las almejas, el marisco, y, ojo, con un excepcional tomate colorao de Conil en rodajas, aliñado y con ajito picado. Llamadme simple pero para mí es un manjar que además siempre me recuerda a cuando me lo preparaba mi abuelo.

4. Restaurante La Carboná. Céntrico, en un bonito casco bodeguero. Con mucho encanto y con una cocina de fábula. No lo frecuento lo que debería pero estuve no hace tanto en su temporada del atún y fue un escándalo. El arroz negro con calamar y ali-olí también mola.

5. Reino de León. Junto al Ayuntamiento, en el centro y en un precioso espacio rehabilitado. No es que haya explorado tan a fondo a su carta, pero la verdad que cada vez que he ido no me ha defraudado. Tiene un poco el rollo de la cocina de diseño: ya saben, se tarda más en leer el nombre del plato que en comértelo. Pero luego en verdad te deja satisfecho en todos los sentidos. Los escalopines de cerdo a los tres quesos están de altura y a mí me encanta la ensalada criolla de pollo sazonado con fulfur bhar (ni zorra qué es), polvo de kikos y salsa de yogur y mostaza.

6. Chihuahua. También muy céntrico. Es la primera aportación ‘exótica’ de esta lista. Fijo que no es lo que te comerías en el DF, pero yo que disfruto tanto con la comida internacional me lo paso pipa con sus nachos con tres salsas (como mínimo los mejores de Jerez) y me resulta obligado pedir el pollito machacao. El margarita que hacen se toma hasta en la Feria del Caballo. Con eso lo digo todo.

7. Mar Ali. Cerca de la plaza del Caballo. Aspecto de cutre-bar oriental de propietarios filipinos pero que es un fijo por la alta calidad de sus platos. Si nos ponemos tiquismiquis y ortodoxos podemos pedir una ternera con ajos y un arroz de la casa, pero si ampliamos el espectro y guarreamos como si no hubiera mañana yo casi siempre apuesto por las lumpias (unos pequeños rollitos con carne picada) bañadas en salsa agridulce, los tallarines con atún picante y langostinos, y el sándwich club. Sí, el sándwich club. ‘Fíte tú’ que tontería, llámame exagerado, pero cuando lo pruebas ya sabes que no lo encontrarás igual en otro sitio del globo terráqueo.

8. Albores. En pleno centro comercial y administrativo (es broma) de Jerez. Su chef era antes el de la vecina Cruz Blanca y el tipo lo borda con la brandada de bacalao con confitura de tomate. Altamente recomendable, como los arroces y las patatas fritas con tomate casero y huevo. Ya ven, así de simple soy.

9. Bar Volapié. En La Asunción. No es un restaurante ni es un gastrobar pero no se lo pierdan. Auténtico. Nunca el guisoteo volverá a parecerte lo mismo tras degustar alguna de sus cazuelitas de barro. No lo pienses, compra omeprazol (si lo necesitas como yo) y ponte de menudo hasta las cejas. Te sale bigote y puede hasta que se te aparezca la Virgen. Una experiencia inolvidable entre fotos de toreros antiguos y flamencos de un barrio castizo.

10. El Gaitán. Vivió una época dorada en la ciudad y creo que hasta el Rey abdicado rebañó sopones en sus platos. Hace tiempo que no voy pero aún recuerdo con orgullo y satisfacción su arroz negro con alioli. Sí, ¿qué pasa? Me gusta el arroz.

11. La Callejuela. Como su propio nombre indica está en una callejuela entre Plateros y calle Eguilaz. Es difícil descubrir a qué hora abre. Una vez su dueño me explicó el horario pero me dejó claro que él trabaja para vivir, no al revés. Eso se nota en su carta de tapas, que es para chuparse los dedos y en la que todo es fresco y sin presiones. Probé un pollito en salsa de almendras que aún recuerdo con cariño. Y una carne con setas sin parangón a varios kilómetros a la redonda.

El anterior es un once ideal al que se le podrían sumar otros locales suplentes, explorados y por explorar (con la duda incierta del posible y desagradable clavazo), hasta completar una ambiciosa plantilla capaz de competir con mucha solvencia en la Liga de Campeones de la gastronomía provincial. Enumero a continuación algunos de ellos aun cuando con muchos tengo cata pendiente: Las Banderillas, Barra Gula, Cachirulo, Bar Rody, Mesón del Asador, Ajo Negro, Don Pepe, San Juan, La Cueva, La Piedra, Botavino, Tendido 6,  Chamaleo, Majareta Franklin Burger, y un largo etcétera. Buen provecho a todos y feliz fin de semana.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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