La mítica panadería y pastelería jerezana, regentada por Antonio Fernández, cumple casi cuatro décadas como referente en la ciudad de comercio 100% artesano que da oportunidades de trabajo a jóvenes sin experiencia. 

Son las nueve y media, y como cada mañana, Lola Romero entra y se sienta en la primera silla vacía que ve. María José Cuenca aún no se dio cuenta de su llegada, pero es alzar la mirada y empezar a sacar su comanda. Manchadito y un pepito con mantequilla y mermelada de melocotón, el desayuno de siempre. "La señorita Mari es muy agradable", sonríe ahora Lola mientras agita un poco la caña que tiene entre sus manos. Es la una de la tarde y regresa a Los Reyes, su establecimiento favorito, para refrescarse la garganta con cerveza después de una mañana de mandaos. 

La mítica Pastelería Los Reyes, la que Antonio Fernández Sánchez inauguró en San Agustín en 1980, abre de siete y media de la mañana hasta las nueve de la noche ininterrumpidamente. "Aquí hay gente que igual viene a tomarse el café a las dos de la tarde", expresa Rocío Piñero, encargada del primer local desde 2011. Ella mamó la filosofía de este comercio desde que cumplió la mayoría de edad. "Fue mi primer trabajo. Estuve como dependienta en la panadería de la calle Almendral", cuenta recordando viejas escenas. 

Por aquel entonces, en la década de los 90, Antonio Fernández logró instaurar su pequeño emporio de la panadería y pastelería artesanal abriendo cuatro locales en Jerez: en Las Torres de Córdoba, en Torres Blancas, en El Almendral y en San Agustín. Y una en Chipiona. Más tarde inauguraría otra céntrica en calle Corredera —establecimiento que abandonó recientemente—. Desde sus inicios, Los Reyes se caracterizó por ofrecer un sabor tradicional en sus dulces y por una miga jugosa y duradera, además de la atención amable hacia la clientela. Fueron estas sus tres patas para conseguir el éxito y poder sobrevivir a la entrada de la globalización: pan precocinado y bollería industrial. Un cambio de modelo alimenticio que consiguió cerrar numerosos obradores de mollete y pastelería artesanal en Jerez. Lo bueno resultaba caro y lo malo una ganga que no se podía desaprovechar. Casi cuatro décadas después, Antonio Fernández sigue capitaneando tres de los cinco comercios que llegó a regentar: El Almendral, Las Torres de Córdoba y San Agustín. En la actualidad, Antonio Fernández continúa en su mima línea, con una filosofía marcada donde ensalza tradición y nuevas oportunidades. Según cuenta Rocío, él siempre apostó por darle trabajo a aquellos que venían sin experiencia laboral. El mismo Antonio les daba cursos de formación. "Él entraba y te lo enseñaba todo. Te inculca unos valores de trabajo que te marcan de por vida", destaca Rocío y añade: "Es difícil que, si eres joven, te den una oportunidad de trabajo. Eso es raro a día de hoy". Eso hizo Antonio con María José en 2012, cuando esta no tuvo más remedio que cerrar su peluquería por culpa de la "crisis" económica y buscarse otro empleo. "Empecé en la pastelería, en el obrador que tienen en la propia cafetería de San Agustín. 

"Él entraba y te lo enseñaba todo. Te inculca unos valores de trabajo que te marcan de por vida"

Antonio Fernández es uno de esos románticos que se niegan a abandonar el arte de la gastronomía para convertirse en meros vendedores que no creen en su producto. No hace más que ser fiel a lo que en su día le enseñó su padre Paco Fernández en su panadería La Milagrosa, ubicada en calle Campana, en San Miguel. "Él quiere mantener la tradición a toda costa", insiste Rocío. Es por ello que no solo continúan con el mismo procedimiento desde 1980, sino que también tienen una extensa oferta de dulces tradicionales que ya casi no se vislumbran en las vitrinas pasteleras. Carmelitas, cordobesas (hojaldre relleno de fruta glaseada), merengue horneado, japonesas, piñones, hojaldres de manzana... Pero sobre todo, hay quien se recorre la ciudad entera con tal de probar sus deliciosas palmeras de chocolate con yema. "Como las vuestras en ningún sitio. Se nota la calidad del chocolate", le dicen algunos clientes. La tradición se puede oler nada más cruzar el marco de la puerta, esa que está enmarcada por unas preciosas vidrieras verdes. En Los Reyes son tan tradicionales que tienen las típicas tartas de siempre: queso, manzana, Santiago y San Marcos. ¿Para qué innovar? Pero también se actualiza y hoy oferta teleras de quinoa, dulces árabes, bombones 100% hechos a mano, picos de aceite, pasteles sin azúcar y sin lactosa. Por otro lado, durante las diferentes temporadas, produce ricas torrijas, jugosos roscones de reyes, y eso sí, el postre jerezano por excelencia, el tocino de cielo, no lo cocinan solo por Navidad, sino que está durante todas las estaciones del año.

Si bien hubo una vez que el pan precocinado estuvo en todas las teleras a principio del actual siglo, es ahora cuando la ciudadanía ha vuelto a reclamar un pan con olor a pan, esponjoso y no chicloso, que cruja cuando se tuesta y que no esté como una piedra al día siguiente. "La gente está cansada de comer pan congelado. Quien viene prefiere pagar algo más y llevarse algo rico", incide Rocío mientras Lola charla con nuestro cámara sobre el lamentable estado de las calles de Jerez. "Qué malos olores dejan algunos bares de por aquí en las pocetillas...", critica la vecina de la calle Caballero mientras se termina la cerveza en su vaso de tubo. 

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Claudia González Romero

Periodista.

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