Saborear un trocito de Honduras en Jerez es posible gracias a Mildred Joan, la mujer que abrió hace apenas tres meses El Rinconcito. Con esfuerzo y dedicación, la mujer hondureña ha conseguido conquistar a todos los jerezanos que han dado bocado a sus platos caseros.
“Llegué a España en 2013”, recuerda la propietaria del bar, situado en la calle Túnez. Su historia comienza mucho antes, en Honduras, donde trabajó desde los 13 años en restaurantes y hoteles de cinco estrellas. “Siempre soñé con tener mi propio negocio, pero me daba miedo dar el paso”, confiesa a lavozdelsur.es.
Ese sueño tomó forma en la localidad jerezana, donde ha encontrado no solo su hogar, sino también un proyecto vital. “Yo ya no quiero volver a Honduras. Me he enamorado de España, aquí me casé y aquí he rehecho mi vida. Pero sigo cocinando con las costumbres y sabores de mi país”, afirma.
Un pedazo de Honduras en Jerez
El pequeño local abrió hace apenas unos meses y ya se ha ganado al público. “Hoy en día siempre tengo las terrazas llenas, dentro lleno… la gente repite”, asegura, orgullosa y advierte de que lo mejor es realizar una reserva para asegurarse una mesa. Su pareja, Jaime —que también es de Honduras, casualmente—, le acompaña en el proyecto: “Él se encarga de unas cosas y yo de la cocina. La verdad es que trabajamos muy bien juntos”.
En la carta destacan platos hondureños como la yuca con chicharrón, los tacos o la sopa marinera que prepara los domingos. “Esa receta la aprendí de mi madre. El otro día vino un guardia civil, la probó y me dijo: ‘Te felicito, es lo mejor que he comido en mi vida’”, cuenta emocionada.
El plato estrella por un precio reducido
Si hay un plato que define la esencia de El Rinconcito es la baleada, la cual sorprende por su reducido precio de apenas dos euros. “Se hace con tortilla de trigo, frijoles, huevo revuelto, aguacate, queso y mantequilla. Es sencilla, barata y muy saludable. Todo el que la prueba quiere repetir”, explica la mujer.
Una trabajadora incansable
Mildred reconoce que abrir el bar no fue sencillo. “Siempre me decían que debía abrir un bar porque cocinaba muy rico, y al final me lancé”, comenta. Ella misma se define —y muchos coinciden— como una curranta. “En mi antiguo trabajo me dijeron: cuando tú renunciaste, tuve que contratar a dos personas para sustituirte”, recuerda orgullosa.
En El Rinconcito todo se hace de manera casera. “Mi receta de frijoles es única y la gente lo nota. Hasta mis hijas me dicen: ‘Mamá, no quiero un mollete, quiero dos baleadas’”, sonríe.
Una vida nueva sin olvidar las raíces
Su historia personal también explica su determinación. “Me vine a España porque el padre de mis hijas me hacía la vida imposible. A los cuatro años de estar aquí él murió, y yo ya decidí no volver a Honduras. Mi madre falleció también y yo ya me quedé en Jerez”, relata, apenada porque siente que no le queda nada en su tierra.
A pesar de ese pasado duro, Mildred afronta el presente con optimismo. “Estoy muy contenta. España me lo ha dado todo, pero sigo cocinando como en mi tierra, con la alegría y los sabores de Honduras. Esa mezcla es lo que hace especial El Rinconcito”.
