Del bocado más elaborado a la comida callejera más simple (pero no por ello menos sabrosa). Entre las tradiciones de la Semana Santa también están, obviamente, las tradiciones gastronómicas. Aquí no hablamos de bacalao en tomate o torrijas, sino de puntos clave en los recorridos diarios cofrades en los que repostar. Porque estas jornadas interminables para el capilla más pro, o para el visitante que se aventura a adentrarse en la magia de un espectáculo de calle único en el mundo, no pueden salvarse con éxito si no se hacen las pertinentes paradas técnicas de avituallamiento.
En general, los días de la Pasión, en medio de desfiles procesionales atestando el centro de la ciudad, con curiosos, propios y extraños, devotos y profanos, no son días de mucho terraceo o de cartas largas. Muchos bares incluso cierra su zona interior y se ponen con mostrador a la calle para aligerar el paso (nunca mejor dicho). Esta pequeña guía con recomendaciones gastronómicas en diferentes puntos del centro de Jerez va dirigida expresamente a quienes buscan ese tentempié ideal con el, en poco espacio de tiempo, reanudar la marcha y seguir la estela de las procesiones allende la Carrera Oficial.
A mí personalmente me encanta en esta época, si uno ve La Coronación o Loreto por la zona —Domingo de Ramos y Viernes Santo, respectivamente— un par de paradas imprescindibles: el Mesón de Paco, en la calle Arcos con Gaspar Fernández; y Don Vito, en plaza San Andrés. El primero oferta un catálogo de tapas y medias raciones de altísima calidad, con platos tradicionales pero muy bien elaborados. Con más de medio siglo de historia, este mesón tiene, como mero ejemplo, unas croquetas de bacalao con queso (ideales para los muy cafeteros en este tiempo litúrgico) imprescindibles. Cerca de allí, el bar Don Vito es una parada obligatoria en Semana Santa desde hace más de 30 años. Sus montaditos son un auténtico clásico en estas fechas. En su larga lista de estos deliciosos bocados destacan el San Francisco, un pepito relleno de pollo, ensalada, bacon y queso fundido; el parigüela, con pollo, pimiento, tomate y salsa verde; y el monaguillo, un panecillo con queso manchego y tomate untado.
Sin irnos demasiado lejos, volviendo de hecho a la calle Arcos, está la freiduría gallega El Nuevo Jerezano, parada ideal tras el paso de Las Angustias o la Amargura por calle Medina (Domingo de Ramos y Miércoles Santo, respectivamente) para tomar una caña bien fría con una tapita de cazón en adobo o de choco frito. Desde allí se puede saltar a uno de los epicentros previos a la Carrera Oficial, la plaza Aladro, donde pueden contemplarse multitud de cofradías enfilando el palquillo de toma de hora en Cristina. Nada mejor que un vermú y unas excelentes gildas en la Tasquita de Aladro (antiguo Bar Tigre), comandada con mucho acierto por Ramón y Eliseo Benítez Aránega desde hace poco más de un año.
En el otro extremo del centro, en la Calzada del Arroyo, encontramos un punto clave para esperar, por ejemplo, la multitudinaria recogida entre bengalas del Cristo de la Viga por el reducto de la Catedral. Sí, algunos ya sabrán que me refiero a El Molino. El bar famoso en el mundo entero por su montadito de carne mechada única y por una ensaladilla de gambas que es otro nivel en el noble arte de la ensaladilla de gambas (que no rusa).
Será difícil llegar, pero la plaza del Progreso tiene desde hace algunos meses la versión ampliada del Burger Centro y merecerá la pena sortear algún embudo de público en el centro para degustar sus patatas fritas caseras con cheddar y guacamole, así como alguna de sus múltiples hamburguesas (también tienen versión vegana). Eso sí, el bar reduce su carta estos días, como la inmensa mayoría de establecimientos hosteleros, y atenderá desde la barra a los numerosos clientes que se acerquen en una de las zonas de paso clave de la Semana Santa jerezana.
Clave es también la calle Larga en su arranque desde Cristina y hablar de esta zona en la semana de Pasión es hablar del bar de los hermanos Pacheco, La Moderna. El que no ha visto una procesión desde La Moderna se ha perdido un placer inmenso de la Semana Santa de Jerez. Ya sea al paso del Nazareno en la Noche de Jesús, o al paso del Mayor Dolor en las horas previas del Jueves Santo, una copa de Río Viejo con su ensaladilla es un mix perfecto para reponer fuerzas.
Acabamos la semana en la Cruz Vieja, en la Abacería. Allí aguardaremos al regreso del Cristo de los Gitanos, el Cristo de la Expiración, de vuelta a la Ermita de San Telmo. Nada mejor que hacer más liviana la espera con un fino bien frío y alguna tapita de este bar de gran pureza en el corazón del barrio de San Miguel: no fallan los riñones al jerez, alguna tapa fría, alguna buena conserva y una de chicharrones.
Llegados a este punto, aparte de la multitud de buenos negocios hosteleros, no hay que desmerecer en esta celebración jerezana, declarada de interés turístico nacional, algunos de los muchos puestos de comida rápida que pueblan el centro de la ciudad durante estos días. En puntos como Asunción o Alameda Vieja, no se puede pasar una Semana Santa sin comerte un perrito caliente. Un apetitoso mordisco que siempre sabe especial en estos días de duras caminatas y esperas de pie en calles estrechas. Otra opción son los montaditos de lomo o las hamburguesas de estas tartanas, igualmente con un sabor que, nadie entiende por qué, es diferente al habitual.
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