Una agrupación del Carnaval de Cádiz.
Una agrupación del Carnaval de Cádiz.

Tiene seis siglos de historia y está como nuevo. Es el Carnaval de Cádiz, donde la ciudad se convierte en escenario y su gente en protagonista porque llega don Carnal. Aunque lo normal es que se celebre en febrero, este año será casi íntegro en marzo, ya que empieza el último día del segundo mes del año. Los barrios del casco histórico, y especialmente La Viña, acaparan la mayor parte de la fiesta, declarada oficialmente de interés turístico internacional.

Cabalgatas, tablaos, actos gastronómicos… es difícil definir el Carnaval y aún más en Cádiz. Aunque oficialmente el Carnaval empieza el día 28 de febrero, la ciudad ya está entregada a la fiesta desde antes. Tampoco el final real de la fiesta coincide con el oficial, ya que aunque el 10 de marzo es domingo de piñata y un castillo de fuegos artificiales dice adiós a la fiesta, el fin de semana siguiente tiene lugar el carnaval chiquito o carnaval de los jartibles, para los que todavía quieren más.

Primero, el concurso de agrupaciones de Carnaval —cuartetos, chirigotas, comparsas y coros— que ahora va por la fase de preliminares y concluirá el próximo viernes 1 de marzo, con la Final en El Gran Teatro Falla. Un concurso que repasa con coplas y actuaciones sobre el escenario –y después en la calle- la actualidad gaditana, andaluza, española y mundial, en clave de humor. Nadie se libra del ingenio y la ironía de los letristas del Carnaval de Cádiz. Ya no quedan entradas para ninguna sesión, excepto para la gran Final, para la que hay que apuntarse a un sorteo en esta dirección: https://sorteocoac.unientradas.es/janto/ Y si le gustan a lo largo del año, puede volver a Cádiz a conocer personalmente a sus autores a través de www.carnavalea.es.

 La Gran Final del Teatro Falla da paso al Carnaval en la calle y el pueblo se hace el único protagonista de esta fiesta. El sábado 2 de marzo las agrupaciones que han pasado por el Teatro Falla, algunas de ellas sin apenar dormir tras haber actuado en la Final del día anterior actúan en los diferentes tablaos de la ciudad donde puedes disfrutarlas de forma gratuita. Esa noche es el pregón del Carnaval en la plaza de San Antonio, en un acto multitudinario, que este año protagonizará el cantautor Joaquín Sabina. Esa noche la ciudad multiplica su población. La única regla es acudir disfrazado de lo que sea y con ganas de pasárselo bien. Sin lujos, con lo primero que se encuentre a mano. Porque este no es el Carnaval del glamur, sino el de las ganas de reírse hasta de uno mismo y de bailar en la carpa.

Pero en Carnaval no solo se pueden escuchar coplas de Carnaval. El Ayuntamiento de Cádiz organiza conciertos varios días. Este año aún no se conoce el programa, pero el año pasado se pudo disfrutar de India Martínez, No me pises que llevo chanclas, Coque Malla y Adexe & Nau, entre otros.  

De día y de noche

El día siguiente no es menos multitudinario. El Carnaval deja momentáneamente su carácter nocturno y se desarrolla con el calor del mediodía. El carrusel de coros toma las calles del centro y es un placer escucharlos, tomando una copa, animándoles y cantando con ellos desde las dos de la tarde. 

Los más pequeños prefieren disfrutar con la cabalgata magna que atraviesa la Avenida en un desfile de color, el domingo día 3 de marzo a partir de las 17:30. El lunes 4 de marzo, el carrusel de coros vuelve a tomar el centro con un público menos numeroso, al tratarse de un día festivo solo en la ciudad de Cádiz. 

En los días de entre semana el volumen de actos carnavalescos se reduce ligeramente al ser días laborables. Es una buena oportunidad para escuchar a las agrupaciones por los distintos tablaos que se instalan en la ciudad y disfrutar de las ilegales —agrupaciones que no participan en el Concurso oficial— en la Viña hasta altas horas de la madrugada.

El martes 5 será el pregón y la posterior quema del Dios Momo. El miércoles de Carnaval, el 6 de marzo, es el día en el que las ilegales toman las calles y es sin duda una de las mejores noches para oírlas por cada esquina. Es el Carnaval más auténtico, el más canalla, el más anárquico, libre e irreverente.

Por último, el domingo de piñata (10 de marzo) el Carnaval finaliza con la quema de la bruja Piti, en la gaditana playa de la Caleta, mientras, a pocos metros, desde el Castillo de San Sebastián se lanzan los fuegos artificiales que ponen punto y final a las fiestas de don Carnal para la mayoría. Y decimos la mayoría, porque todavía queda un fin de semana de carácter oficioso. No es festivo ni está recogido en ningún calendario oficial, pero las ganas de Carnaval del pueblo han hecho que el domingo siguiente al de piñata, este año el 17 de marzo, se celebre el llamado carnaval chiquito o carnaval de los jartibles para aquellos que aún no han tenido bastante con 10 días de carnaval y siguen con ganas de escuchar coplas. Ese día las agrupaciones ilegales toman las calles e interpretan su repertorio ante un público menos numeroso que durante el Carnaval oficial. Es un acto más íntimo, diferente a los populosos días de Carnaval cuando es difícil andar por la calle. El público es en su mayoría de la propia ciudad o de localidades cercanas y es una buena oportunidad para escuchar las gracias y el humor de estas agrupaciones de una forma más tranquila.

El entusiasmo del Carnaval de Cádiz se ha extendido a otros puntos de la provincia, donde han ido naciendo celebraciones paralelas influidas por las fiestas de la capital, cada una con sus peculiaridades. Destaca la Gran Cabalgata del Carnaval de Chipiona.

Seis siglos de Historia

Los orígenes del Carnaval de Cádiz se remontan a la segunda mitad del siglo XV, con la llegada a la ciudad de comerciantes genoveses y se va consolidando en los siglos siguientes, sobre todo a raíz de que la ciudad se convirtiera en el principal puerto del Imperio Español hacia América. En aquellos tiempos la ciudad era un enorme crisol cultural, donde marinos de todos los rincones del mundo se cruzaban por sus calles. Era especial la vinculación de la ciudad con los puertos del norte de Italia y Venecia. Los esclavos africanos, que también había en la ciudad, aportaron también sus ritmos y músicas surgiendo una fiesta popular y anárquica.

Durante el siglo XVI la fiesta se consolidó, de hecho existen documentos de la época que hablan del arraigo de las fiestas de Carnestolendas en la ciudad. La Iglesia y su férrea disciplina nunca vieron con buenos ojos esta fiesta de tantos excesos y tan cercana a la Cuaresma, por lo que siempre presionó para eliminarla o rebajar su importancia, aunque el pueblo nunca lo permitió.

Durante el asedio de Napoleón a la ciudad a comienzos del XIX, cuando Cádiz era la única ciudad que resistió a las tropas francesas, nada pudo evitar que los gaditanos celebrasen sus carnavales como siempre. 

Durante la dictadura del general Franco entre 1939 y 1975, los carnavales fueron prohibidos por su carácter festivo y poco religioso, pero el pueblo de Cádiz una vez más desoyó las indicaciones oficiales, saliendo a la calle disfrazados aun a riesgo de acabar en el calabozo. En esos años la fiesta se trasladaba a los baches,  pequeños bares y tascas donde la gente se reunía para cantar y disfrazarse a escondidas de las autoridades. En esos años fue el propio Carnaval el que se disfrazó pasándose a llamar Fiestas típicas gaditanas. Para desvincularlas del Carnaval, el régimen dictaminó que se trasladasen en el calendario a mayo, con la excusa del clima lluvioso de febrero. En esos años sólo en la localidad de Trebujena, al norte de la provincia de Cádiz se mantuvo el Carnaval en el mes de febrero, lo que recuerdan con orgullo los trebujeneros.

Con la llegada de la democracia a finales de los 70, el Carnaval volvió a la calle y recuperó su esplendor. Desde entonces la fiesta ha evolucionado atravesando el marco de lo local porque cada año son más los aficionados de todos los puntos del país, y también de más allá de sus fronteras que vienen a Cádiz,  atraídos sobre todo por la fiesta en la calle. 

El origen de esta fiesta se basa en las fiestas de Don Carnal: unos días de desenfreno justo antes de empezar la Cuaresma, el periodo de 40 días anterior a la Semana Santa y donde los católicos se recogen y cambian sus hábitos cotidianos. 

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