Alucinante Wine, una 'bodega de garaje' en la tierra de los grandes nombres: "Estos vinos son el futuro"

La pareja formada por José Antonio Palacios y Mercedes García regenta esta pequeña bodega artesanal en su propia vivienda en Sanlúcar, desde donde hacen todo el proceso

José Antonio Palacios y Mercedes García a las puertas del garaje que alberga la bodega artesanal Alucinante Wine, en Sanlúcar.
José Antonio Palacios y Mercedes García a las puertas del garaje que alberga la bodega artesanal Alucinante Wine, en Sanlúcar. MANU GARCÍA

El municipio de Sanlúcar está íntimamente relacionado con el vino y, más específicamente, con importantes bodegas. Barbadillo, Hidalgo o Pedro Romero son nombres que resuenan cuando uno piensa en esta localidad, cuyos vinos son célebres en todo el mundo. 

En esta tierra de vinos y de grandes bodegas, en el garaje de una vivienda, se esconde una aventura artesanal a más no poder que impulsó José Antonio Palacios hace ya cinco años, en 2019, y que regenta junto a su pareja, Mercedes García. Las palabras 'Bodega artesanal' y 'Alucinante', pintadas a mano en la fachada, dan la bienvenida al visitante, que al atravesar las puertas azules se encuentra con todo un universo bodeguero, pero 'en miniatura'.

"De toda la vida, y más en otras zonas, los vinos de garaje han tenido siempre unas características muy especiales y están muy valorados. Aquí, en la cuna del vino, en la que todas las bodegas suelen ser grandes y donde no hay tanto ese conocimiento de bodegas de garaje, tener una así, tan pequeña, tan artesanal y haciendo las cosas de esta manera, es una diferencia grandísima y un valor añadido", explica José Antonio.

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Palacios sostiene una botella de su vino más conocido y que da nombre a su bodega, Alucinante; de fondo, los depósitos para el vino.  MANU GARCÍA

Este emprendedor ha trabajado toda su vida en el mundo del vino. Se formó en enología en Madrid y trabajó en Pedro Romero, Bodegas Alonso, Delgado Zuleta, la cooperativa La Caridad... Hasta que en 2015, cuando Pedro Romero cerró, un amigo le propuso una idea: él estaba haciendo un vino semidulce en León con uvas de la zona (prieto picudo y verdejo, entre otras). ¿Por qué no hacía José Antonio algo similar, pero con las de aquí? 

"Hice esa pequeña prueba, salió bastante bien y tuvo buena aceptación, porque la verdad es que es un vino muy natural y un poco distinto a lo que puedes encontrar en el mercado", afirma Palacios. 

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Uno de los barriles destinados al Fernando Poo, un vino de cacao, una de las variedades de Alucinante.  MANU GARCÍA

Siguió trabajando, vendiendo su vino a distintas empresas, y en 2019 constituyó su propia bodega. A ese primer vino, y a la bodega, los llamó Alucinante Wine, por un caballo del mismo nombre que tenía su abuelo, trabajador de viña, que fue quien le transmitió el amor por el mundo del vino. "Y porque sabía que sería un vino alucinante", añade su pareja, Mercedes.

Actualmente, saca entre unos 3.500 y unos 4.000 litros de uva en total cada vendimia, que terminan en unas 4.000 o 5.000 botellas. Lo hace en cuatro depósitos que tiene al fondo del garaje, que luego pasan por unos conductos pegados a la pared, los cuales llegan hasta una máquina de frío, "lo único que tengo un poco más industrial", apunta.

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José Antonio Palacios muestra la etiqueta de Alucinante. En esta bodega también hacen el etiquetado a mano.  MANU GARCÍA

Esa máquina le permite, a través de unas planchas, generar "un frío adicional" para el vino. Así separa la parte sólida de la líquida, trabaja "con el vino más limpio", y luego hace una fermentación mucho más lenta, según detalla.

Con el Alucinante, que sigue siendo su vino más conocido y más vendido, aclara que "lo que hago es una fermentación parcial con una parte de azúcar natural y otra de alcohol". Como trabaja en cantidades pequeñas, puede tener una fermentación "mucho más controlada".

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Todas las variedades de vinos de Alucinante.  MANU GARCÍA

Partiendo del Alucinante, su pequeño gran éxito, José Antonio y Mercedes han ido sacando nuevos vinos, como el Amantillada (manzanilla y amontillado), la Riparia del Abuelo, el Palotel (ambos de uvas palomino y moscatel) o el Fernando Poo, el más original: un vino con cacao. Todos los nombres y los diseños son ideas suyas.

El Fernando Poo, por ejemplo, viene de cuando las abuelas decían a los nietos "¡Te voy a mandar a Fernando Poo!", en referencia a la provincia española del mismo nombre que estaba en territorio de lo que ahora es Guinea Ecuatorial, y que era frecuente destino para hacer el servicio militar en la época.

Todo lleva su signo personal. La ilustración del caballo de la etiqueta de Alucinante, por ejemplo, lleva unas gafas de sol porque el mismo José Antonio suele llevarlas siempre.

Un control exhaustivo de todo el proceso para cuidar y mimar sus vinos

La palabra 'artesanal' no hace casi justicia a todo lo que llevan a cabo Mercedes y José Antonio. "Mantener esa tradición, esa forma de trabajar, mimando al producto desde que nace hasta que sale por la puerta, es algo muy diferente al resto", apuntan.

Todo lo hacen ellos: desde la vendimia hasta la producción, el embotellamiento y también el transporte de los pedidos. Para embotellar los vinos, usan una máquina que es un pequeño filtro con unas mangueras finas. La entrada va al depósito y la salida a otra máquina, en la que se introduce la medida de la botella y llena con la cantidad exacta de forma automática. 

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José Antonio encorcha una botella en el garaje donde se ubica su pequeña bodega artesanal.  MANU GARCÍA

Posteriormente, encorchan también ellos mismos en una máquina manual. Dejan el encapsulado (a mano, usando un secador de pelo) y el etiquetado (también a mano, botella a botella) para cuando van saliendo los pedidos, por una cuestión de eficiencia y de artesanía. Así lo explica Palacios: "Lo sigo haciendo así por mantener la tradición y sobre todo también porque así llevo un control de cada botella. Al etiquetarla, observo si está bien. Es una forma personal de mantener esa seguridad de que cada botella va en buen estado al cliente".

Por eso, para poder mantener esa forma de trabajar, tienen muy controlado cuánto pueden producir y vender, para que no se les vaya de las manos. Sus clientes principales son restaurantes, aunque también tienen algunos clientes particulares. Solo venden por la zona de Sanlúcar y otros sitios de la provincia de Cádiz (Jerez, Cádiz y El Puerto, sobre todo), algún cliente en Sevilla y algún pedido que les llega de Madrid a través de la página web. 

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El Alucinante es un vino semidulce, que nació con una propuesta entre amigos.  MANU GARCÍA

"Todos los años intentamos hacer cada vez más viable y rentable el negocio", señala Palacios. Para eso, una de las cuestiones en las que se han centrado es en la diversificación, haciendo también catas para darse a conocer, pero siempre dentro de unas limitaciones. "A la hora de distribuirlo y venderlo, lo que tenemos es lo que tenemos. No podemos irnos a un mercado internacional que de repente nos pida 5.000 botellas. Tenemos que vender de forma que nos genere un beneficio, pero que al mismo tiempo no genere una producción excesiva que no podamos tener", apunta el emprendedor.

Por eso también se inclinan por ampliar el negocio con más productos, de forma que puedan seguir vendiendo lo mismo de Alucinante, su buque insignia, y vender más de los otros vinos. Pero siempre sin salirse de los vinos tranquilos y naturales, que son su registro. "Sigo pensando que estos vinos son el futuro, porque cada vez se demandan vinos con menos graduación y más naturales", se sincera Palacios, desde este rincón de Sanlúcar, que es a la vez su proyecto y su hogar.

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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