Dice la teoría de la Historia del Arte –de un vistazo en Google, nadie se haga el interesante– que burlesque es un estilo artístico nacido entre finales del siglo XIX y el XX. Apareció en el centro rico de Europa –Milán, Roma, París, Londres, Berlín...– y saltó de la literatura a la música, al teatro y la moda.
Consistió, básicamente, en provocar, epatar a través de la exageración de bailes, ritmos, gestos, colores, vestuario, maquillaje, comedia y bastante erotismo para formar una mezcla que impactara. Pariente muy cercano del cabaret, el music-hall, las varietés, que dirían las abuelas. Reinó en grandes ciudades del hemisferio Norte en los años 20 y 30, hasta que las guerras lo jodieron todo.
Desde los primeros días de este agosto agonizante, muy lejos de su lugar de nacimiento, en el extremo Sur del continente, en Cádiz, Burlesque también pasa a ser un local impactante, infrecuente por dimensiones y propuesta. Restaurante, sobre todo. Terraza y coctelería lujosa. Café-teatro con escenario ambicioso.
Todo, en una ubicación estratégica, en el corazón turístico del casco antiguo. En la calle Plocia que cruceristas, turismo nacional y residentes en Cádiz han convertido en una de las calles con más vida de Andalucía.
Para encontrar referencias similares en la provincia, pocas aparecen, sólo sería comparable –con características muy diferentes cada uno– al romántico Café Royalty, al activo y canalla Pay-Pay, en Cádiz, o al bellísimo antiguo teatro de Las Delicias en la calle Corredera de Vejer.
El nuevo Burlesque es el buque insignia de un grupo hostelero del mismo nombre que ya tiene ocho establecimientos abiertos en Cádiz, sobre todo, y El Puerto. El aterrizaje en Sevilla, anuncian, es cuestión de semanas.
Puro Negro, Pez Gallo, La Despensa, María La Brasa, La Carbonera, Boquerón Barbudo, Hippie o uno de los Sushi Panda (el de la Plaza de las Flores de Cádiz) son algunos de esos restaurantes, tabernas, cervecerías y hasta chiringuitos que se encuentran bajo el mismo techo del grupo.
Antonio Márquez Varela es su CEO (lo que signifique, pero jefe máximo debe de ser). Nicolás López, Manuel Núñez Muñoz y Ramón Barberi, responsable de la cocina de Burlesque, y todo el grupo, son los principales colaboradores para conducir un grupo que comienza a tener muchas decenas de nóminas a su cargo.
Burlesque abre para darles a todos una referencia señera además de nombre colectivo. El local de la calle Plocia está ubicado en los bajos de una antigua casa-palacio del siglo XVIII recién rehabilitada y con apartamentos turísticos en las plantas superiores. Ofrece casi 360 metros cuadrados anunciados por una terraza y un pórtico imponente.
Dividido en dos grandes salas y una barra amplia, el local ofrece una decoración llamativa. Penumbra combinada con iluminación cálida, textiles de otro tiempo en techos y paredes, estratégicos adornos florales, grandes estantes con botellas y sillones amplios, sofás, adosados a la pared, evocan a otros tiempos. Parecería que Carole Lombard, Clark Gable, El Beni más joven o Sinatra, todos muy arreglados, pueden aparecer en cualquier momento.
"Es una apuesta económicamente fuerte que propone una cocina internacional, una cocina top obsesionada por el producto provincial. Producto, producto y producto porque en esta provincia es maravilloso", resume Manuel Núñez, director de restauración del grupo.
La propuesta gastronómica queda aclarada en la amplísima carta, llena de "platos ganadores, que han gustado muchísimo en otros establecimientos del grupo". Por aclarar las cosas, tiene un apartado propio para el atún. Otro para las carnes. Muchos entrantes, frituras y juegos de recetas mundiales con ingredientes locales. La bodega también es larga, ecléctica, y muy considerada con los generosos del Marco de Jerez.
Para acceder a todos los públicos, hay medias raciones. Que nadie tema la multa final pese al lujo estético. El precio medio por comensal puede rondar los 30 euros y las copas más cuidadas están por debajo de los ocho euros. "Queremos llegar a un abanico grande de clientela, al visitante turístico pero también al gaditano, al cliente que venga con frecuencia".
En la oferta, llama la atención el surtido de postres y la coctelería, porque un local tan ambicioso necesita ofrecer copas cuidadas en un horario amplio. Como detalle añadido, "más del 60% de la carta se remata en la mesa, a la vista de los comensales", añade Núñez.
Al recién llegado, le llama la atención el escenario. Pocos más grandes en la provincia. Más de cinco metros de ancho, tres de fondo, parece capacitado para actuaciones de todo tipo. Ahora tenemos a un dúo vintage, que ofrece clásicos de los años 70, 80, 90 aunque a partir de septiembre ampliaremos la oferta".
El complemento musical, que parece diferencial, se adaptará a las distintas temporadas. "Desde zambombas en Navidad, como ya ofrecemos en otros locales del grupo, a Carnaval cuando llegue el momento o actuaciones concretas, rock, flamenco, todo puede ser", adelanta el director de Restauración del grupo.
"Ahora, todo el mundo quiere verlo y nuestro reto es que el cliente salga contento y vuelva. Es un proyecto arriesgado pero, aunque ha sido difícil por las circunstancias que se dan ahora para contratar personal, hemos encontrado un gran equipo humano para defenderlo".
La ubicación, en "la milla de oro" de la hostelería turística gaditana, en Plocia, influye. "La competencia es muy importante, estimula. No es lo mismo estar en una calle más aislada, o en un municipio pequeño, sólo, que rodeado de algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, con una terraza detrás de otra como pasa aquí. Eso hace que lo pelees más, que tengas más autoestima", concluye Manuel Núñez.
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