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Si eres consciente de que el aprendizaje no tiene límites serás más feliz y sobrevivirás a los nuevos tiempos.

“Yo no sé muchas cosas porque soy pequeño. Pero sé aprender". Cuando Pablo le dijo esto a su hermana Claudia, él tenía 4 años y ella 6. A sus ojos esos dos años de diferencia le suponían a ella una ventaja importante en cuestión de conocimientos, pero él tenía un arma secreta  que diluía cualquier ventaja y le hacía poderoso: sabía aprender. Remató su discurso diciendo “también sé que las ballenas son mamíferos”, sentenciando así que no todo el mundo sabía eso y que el haberlo aprendido a él le hacía diferente de los que no lo sabían. Porque conocer nos hace crecer. Tenemos la frase escrita en un cuaderno para que no se nos olvide.

Leyendo esta semana una entrevista al filósofo José Antonio Marina, no pude evitar acordarme de las palabras de Pablo y de algunos de los profesores que me han acompañado en mi vida. Marina plantea que en este momento decisivo para la escuela, la educación tiene que reformularse y los docentes tienen una misión principal: formar personas capaces de aprender a aprender. Es lo que los expertos llaman la educación del talento, enfocada a que los niños se conviertan en pensadores que resuelven problemas de forma autónoma, con capacidad de análisis de la realidad. Me acordé de mi profesor de Orgánica de tercero de carrera que nos decía que a él lo que le interesaba más allá de enseñarnos las lactonas sesquiterpénicas (de fórmula imposible de recordar) era darnos las herramientas con las que buscar, resolver y aprender de las lactonas y toda su familia.

Algo está cambiando y por el propio devenir de la sociedad sólo los que estén dispuestos al aprendizaje continuo sobrevivirán. El hecho de que incluso prestigiosas revistas de economía le dediquen portadas  y artículos al Lifelong Learning o Educación Permanente, nos da idea de hasta qué  punto estas cuestiones se consideran relevantes. El progreso  del individuo y de  la sociedad será proporcional a su capacidad de seguir aprendiendo.

Algo está cambiando y por el propio devenir de la sociedad sólo los que estén dispuestos al aprendizaje continuo sobrevivirán

Pero más allá del frío análisis en términos económicos y de progreso, el aprendizaje continuo, el poner en valor que sabemos aprender, para mi es la salsa de la vida. Nunca se sabe lo suficiente y es importante que desde pequeños a los niños se les dote de herramientas para el aprendizaje. Da igual que no lo sepas ahora, lo importante es que lo puedes saber. En el plano pedagógico esta debía ser una de las grandes revoluciones y llevaría a formar personas que encuentran placer en el conocimiento de cosas nuevas y a los que satisface poder usar lo que aprenden en cualquier ámbito de la vida. Me parece desolador que se nos agote la curiosidad y se nos acaben las ganas de aprender. Porque  el conocimiento, más allá de la idea de supervivencia en la sociedad del futuro inminente, nos hace más felices.

Los niños en su camino de aprender a aprender tienen que estar acompañados. Por los docentes y por la familia (principalmente por los padres). La figura del maestro es fundamental, ahora y siempre. Es difícil no tener el recuerdo de que aquel maestro que nos marcó para bien o para mal. Tener la suerte de tropezar en tu vida con un maestro brillante puede señalar tu camino en la vida. Mi padre tenía la teoría de que no era casualidad el que de un conocido colegio de El Puerto salieran con pocos años de diferencia dos alumnos que se convertirían uno en Premio Nobel de Literatura (Juan Ramón Jiménez) y otro en uno de los representantes de la generación del 27 (Alberti). La casualidad seguramente era algún profesor de literatura entusiasta.

Fui niña más de Copérnico que de Cervantes, más de método científico que de comentario de texto

Yo misma tengo una gratitud infinita hacia uno de esos maestros que me marcaron. Fui niña más de Copérnico que de Cervantes, más de método científico que de comentario de texto. Pero en el fondo me gustaba todo y todo lo disfrutaba. Y una de las personas que más contribuyó a ello fue una maestra que en mis últimos años de la EGB nos ponía en clase las rimas de Bécquer con música de Chopin de fondo. A pesar del radiocasette infernal que interrumpía de vez en cuando la magia de aquellas audiciones, me enganché para siempre a Bécquer y a Chopin. Ella tuvo mucho que ver en que leyera a los clásicos, me aficionara a la historia y empezara a escribir. Y aunque era carne de ciencias puras con ella aprendí que podía aprender otras cosas.

Como cada mes de marzo algunos padres estarán inmersos en el angustioso proceso de escoger colegio para sus hijos. Dice José Antonio Marina en su “Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar”, que un colegio de calidad viene avalado por profesores sobresalientes. Docentes que estén  dispuestos a llevar a la práctica esa máxima de no dejar de aprender que tienen que inculcar a sus alumnos. Esos nuevos maestros que saben de destrezas no cognitivas, de neurología, de educación en valores, de resolución de conflictos…preparados para enseñar las materias pero que entienden que la educación es más que eso.  Así el sistema educativo dará el salto que necesita.

Fuera del entorno escolar, los padres tendríamos que estar dispuestos y preparados para contribuir a formar a esas personas capaces de aprender y alejadas del perfil de niños blanditos y poco resolutivos al que lleva la hiperpaternidad que describen los expertos. Los niños saben aprender pero también saben acomodarse. No caigamos en la trampa. Hagamos que suban dos peldaños más allá porque el día que haya que alcanzar el peldaño más alto estarán entrenados. Aprendieron a aprender y son capaces de llegar.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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