'Mal del aire', las gaditanas que no acuden a velatorios, funerales y sepelios

Sencillamente en la provincia de Cádiz, existe una costumbre de la cual se habla poco y se sabe menos, la misma que suele transmitirse boca a boca

Las gaditanas que no acuden a velatorios, funerales y sepelios.
Las gaditanas que no acuden a velatorios, funerales y sepelios.

No tiene explicación razonable, aunque la tradición local se basa en la creencia de que un difunto se puede pegar a una persona que posea ciertas características como ser niños pequeños o mujeres embarazadas, absorbiendo el muerto la energía vital de estas personas hasta provocarles su final.

Digámoslo así: tras la muerte de alguien, un espíritu puede perfectamente quedar enganchado a nuestro plano de existencia y en determinadas circunstancias puede influir en individuos por ejemplo bebés, niños de corta edad y muy en especial en los fetos dentro de las madres y esto debido a que en el feto es posible que su alma a un no se haya acoplado del todo.

Sencillamente en la provincia de Cádiz, existe una costumbre de la cual se habla poco y se sabe menos, la misma que suele transmitirse boca a boca, entre los corros de amigas, o pasar la información de abuelas a hijas, haciendo alusión a que las mujeres embarazadas, no deben hacer actos de presencia en los funerales o sepelios porque el fallecido puede poseer al feto que lleva la madre encinta.

Suele correr la voz, entre las futuras madres de la Sierra gaditana, donde sin saber cómo, llega un aire a la criatura que va a nacer infundiéndole el espíritu del muerto o persona fallecida. En algunos pueblos de España se guarda este “decir” al que se le llama “Mal del aire” o “Mal del difunto”. También se da en zonas tan distantes el mismo fenómeno social y cultural como pueden ser Colombia o México. 

Los signos que muestran que un niño está sufriendo el “mal” son que “en la casa en donde vive el niño se produzcan fenómenos paranormales como puertas que se abren y se cierran, luces que se encienden y se apagan: Igualmente que el niño llora, imparablemente, desde las doce de la medianoche”. Otro signo es que “el bebé no come, no es capaz de dormir, llora continuamente, siempre a la misma hora, y poco a poco su salud se va deteriorando, se ve como el niño se va consumiendo, apagando como una vela”.

Todo lo anterior dicho aquí se hace difícil de aceptar desde el punto vista racional, lo que no evita reconocer que está presente entre las creencias de algunas mujeres en la sociedad gaditana.

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Eduardo Arboleda Ballén

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